noviembre 20, 2012

MEXICO SIN CABIDA EN LA POLITICA GLOBAL

Prácticamente por doce años, el nombre del Congreso mexicano ha sido “parálisis”. Mientras en este mismo periodo otros países como China, India y Brasil han saltado de la marginalidad a ser actores estratégicos de la economía global, México ha perdido años valiosos para su desarrollo, debido a una falta de respaldo del Congreso a las iniciativas del gobierno.


Reformas audaces que reten el statu quo en materias económica, política y social que ayudaran a crecer mucho más y mejor fueron inviables ante la falta de una mayoría panista en las cámaras. Esta realidad, conocida como “gobierno dividido” a la que se enfrentará también el gobierno priista no es exclusiva de nuestro país.

De hecho, es bastante común en las democracias modernas para cuyo electorado lograr que el jefe del gobierno tenga un contrapeso real en el Congreso se ha vuelto un asunto fundamental. Regímenes como el venezolano, en el que una con una mayoría absoluta en el Congreso el presidente Hugo Chávez pudo modificar la Constitución para permitir su reelección indefinida, no son lo más deseables para la mayoría de los ciudadanos del mundo. Nadie quiere vivir bajo un gobierno sin contrapesos democráticos.

Si bien la representación plural en los congresos y la falta de mayoría absoluta del partido en el poder ayudan a evitar el autoritarismo, también implican un reto para la gobernabilidad. La solución a esta falta de mayorías legislativas es la construcción de coaliciones o bloques entre legisladores de partidos distintos, pero que coinciden en puntos concretos de la agenda–país.

Ejemplos hay varios: en el Reino Unido, el actual gobierno encabezado por el primer ministro David Cameron es producto de una coalición parlamentaria entre los conservadores y liberales demócratas; en Chile, los bloques legislativos son consecuencia natural de las coaliciones electorales que se basan en un programa de gobierno común; en Panamá, recientemente se conformó un frente contra el presidente Martinelli, como reacción al intento de privatización de las empresas eléctricas, y en Argentina, el Frente Amplio Progresista es una reciente coalición entre partidos progresistas y socialdemócratas que busca balancear el poder de los Kirchneristas y Peronistas.

En México, la experiencia no es nueva. En 1997 se conformó un bloque legislativo derecha-izquierda que no sólo posibilitó la instalación de la Cámara de Diputados, sino que inauguró la época en la que el Congreso comenzó a ejercer sus facultades de control, modificando, por primera vez, la Ley de Ingresos y el Presupuesto.

Sin embargo, la percepción sobre la conformación de un nuevo bloque legislativo entre el PAN y el PRD, que logre repetir la votación que incluyó transparencia, rendición de cuentas y democracia sindical en la reforma laboral ahora para impulsar otras reformas sobre democracia, transparencia y rendición de cuentas no parece no ser del todo clara en la opinión pública. Al bloque se le ha considerado no sólo opositor al nuevo gobierno, sino obstructor, incongruente, convenenciero, montonero e incluso antidemocrático.

Ante esto vale la pena preguntarse: ¿participar en una coalición parlamentaria significa renunciar a la identidad? ¿Implica estar de acuerdo en todo para siempre? ¿Se trata de una apuesta revanchista por hacerle la vida de cuadritos al nuevo gobierno priista? La respuesta es no.

La alianza del PAN es una alianza con los ciudadanos y con nuestros propios principios. Queremos un México más competitivo, con crecimiento sostenido de más de 5% del PIB y capaz de jugar en un mundo globalizado. Una patria incluyente, con oportunidades para todos, donde se acabe la miseria y se fortalezca la clase media, con instituciones fuertes, donde impere el Estado de derecho, sin ámbitos de opacidad y sin territorios para el crimen organizado.

Un país con gobernantes responsables, que rindan cuentas y no hipotequen el futuro de las siguientes generaciones. Una nación democrática respetuosa de la libertad y de los derechos humanos fundamentales, con ciudadanos responsables y un tejido social fuerte. Un México saludable y sustentable que promueva una ecología humana.

Este es el modelo de desarrollo que queremos seguir impulsando y porque creemos en la política como constructora de realidades es que estamos dispuestos a hacer sinergia con quienes compartan esta agenda. Compartimos con el PRI una ruta de desarrollo económico, de inversión y de generación de empleos. Con el PRD tenemos un compromiso con la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas.

El bloque izquierda-derecha no es entonces una coalición convenenciera o montonera, sino una alianza fundada en la búsqueda responsable de evitar un periodo más de parálisis legislativa. Tampoco es una coalición opositora inquebrantable. Seguramente en el transcurso de estos seis años seguiremos expresando las diferencias que derivan de nuestra identidad y eso será también parte de una normalidad democrática.

De lo que se trata es como ya se ha dicho, de abonar a que el Congreso siga cumpliendo con su mandato de generar contrapeso y además, que podamos avanzar en esta agenda de fortalecimiento de nuestra democracia para beneficio de todos.

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