noviembre 20, 2012

LA SOMBRA DE LA REFORMA ELECTORAL

La reforma- electoral de 2007 convirtió a las autoridades electorales en reguladoras directas de la radio y la televisión. El IFE se transformó en autoridad única encargada de la administración de los tiempos del Estado en materia electoral, así como en el instrumento para garantizar la observancia de las nuevas restricciones al discurso público, en particular, de la prohibición de contratar o adquirir tiempos con fines electorales. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), como órgano que revisa la legalidad de las resoluciones del IFE, se volvió “última instancia” en la definición de criterios que regulan la actividad de los comunicadores de los medios electrónicos.


A partir de 2008, desapareció el mercado de spots político- electorales. Lo sustituyó un nuevo esquema basado en la administración centralizada de los tiempos de Estado. Al IFE le corresponde formular las pautas, recibir los materiales de los partidos políticos y distribuirlos a todas las estaciones de radio y canales de televisión del país. Luego tiene que verificar que concesionarios y permisionarios transmitan los spots de acuerdo con las pautas aprobadas. Unas tasas de cumplimiento cercanas al 100 % –tanto como las restricciones técnicas de la industria lo permiten— atestiguan cómo el sistema concebido por los legisladores hace cinco años se ha vuelto la nueva normalidad.

Pero la nueva normalidad tiene aspectos inquietantes. Uno de ellos es el uso del poder coercitivo del Estado para sancionar el ejercicio del periodismo y el criterio editorial en medios de comunicación electrónicos. En numerosas ocasiones el TEPJF ha ordenado al IFE multarlos por difundir entrevistas, reportajes, notas informativas y mesas de debate relacionados con los procesos electorales.

Se trata de incursiones aisladas pero peligrosas de la autoridad electoral que restringen la libertad de expresión en aras de combatir la compra simulada de tiempos.

Con este fin, el Tribunal Electoral ha venido desarrollando lo que podría denominarse su doctrina de “adquisición indebida”. De acuerdo con ella, dada la dificultad para probar con evidencia clara y convincente que una entrevista, reportaje, etcétera, fueron pagados, la autoridad electoral puede inferir la adquisición de tiempos a partir de indicios que muestran la violación del principio de equidad. Así, el TEPJF parece haber convertido la cobertura equitativa de partidos y candidatos en noticieros de radio y televisión en una obligación legal, exigible mediante el uso de sanciones administrativas. En sus sentencias ha concluido que si se rompe la equidad en el acceso a los medios de comunicación, entonces las entrevistas, reportajes, notas informativas o debates no constituyen periodismo “genuino”, sino adquisición simulada.

La equidad en la cobertura y la objetividad en los noticieros de radio y televisión son valores democráticos que el IFE ha promovido desde la década de 1990. Sin embargo, ha sido muy cuidadoso al escoger los medios para proteger el derecho al libre ejercicio del periodismo y el criterio editorial. Ha buscado la adhesión voluntaria de los comunicadores a unos lineamientos, cuya observancia se vigila mediante el programa de monitoreo de noticieros. No hay sanciones de por medio, salvo la publicación regular de los resultados.

El Tribunal Electoral tiene al parecer la intención de convertir la cobertura equitativa e imparcial en una norma jurídica. De acuerdo con su doctrina de adquisición indebida, no es suficiente que la Constitución y el código electoral otorguen a partidos y candidatos el acceso equitativo a tiempos comerciales en radio y televisión. Aquí la “equidad” (el número de spots es proporcional al tamaño de los partidos) se refleja en las pautas del IFE y mediante la prohibición de cualquier otro tipo de anuncios con contenido electoral.

Pero para el TEPJF, los medios de comunicación tienen además la obligación de brindar a candidatos y partidos un acceso equitativo a tiempos editoriales. Se trata de una obligación que no está expresamente establecida en la ley. El Tribunal la deriva de un principio general: la equidad de la contienda. Y ha encontrado en la prohibición de “contratar y adquirir” tiempos en radio y televisión con fines electorales una vía para imponerla.

La adquisición indebida es todavía una doctrina incipiente. Las obligaciones derivadas son vagas e imprecisas. El propio TEPJF parece abandonarla en ciertos casos, para luego regresar a ella más adelante. Su aplicación, aún limitada a casos aislados, ha generado confusión e incertidumbre jurídica. Después de invocarla para sancionar a un canal de televisión por transmitir un debate entre precandidatos que buscaban la gubernatura de Nayarit, los comunicadores se quedaron en ascuas, sin saber si la difusión de estos eventos estaba prohibida o permitida.

La doctrina, tal como el TEPJF la ha esbozado, es esencialmente incompatible con la libertad de expresión. Permite sancionar a los comunicadores, aún sin pruebas de compra-venta de tiempos que desvirtúen el libre ejercicio del periodismo y el criterio editorial. Permite multar a candidatos y partidos sólo por el beneficio obtenido, sin necesidad de evidencia alguna de que dieron algo a cambio de determinado tipo de cobertura. Y no hay libertad de expresión cuando la autoridad puede reprimir el discurso público de forma impredecible y discrecional, aunque sea a partir de la presentación de una queja. A decir verdad, combatir la compra de entrevistas, reportajes y menciones con propósitos electores constituye un fin legítimo.

Pero el fin no justifica los medios.

La doctrina de adquisición indebida no es una respuesta adecuada y proporcional al problema, sino un ejemplo de lo se ha dado en llamar la sobreinterpretación de la reforma electoral de 2007.

RECORDANDO A "IVAN"

Juan Camilo era un hombre diestro, con gran facilidad para solucionar los problemas, amable con la gente, apasionado de la vida. Le gustaba trabajar en equipo, siempre fue un líder honesto, con una gran capacidad de negociación, práctico y de trato afable tanto con sus compañeros como con la oposición; siempre sacando las cosas adelante, siempre recibiéndote con una sonrisa y con una buena cara.


Como político vivía con responsabilidad, pero al límite, le gustaba empujar las cosas, buscar incesantemente soluciones, quería mejorar la práctica. Compartimos momentos complicados desde la Secretaría de Energía, luego en campaña, en transición y en gobierno, pero él siempre lo hizo con una buena cara, con ese liderazgo y sonrisa imborrable que lo caracterizaba. Tenía una energía inagotable, los días le rendían más de 24 horas, pero siempre encontraba tiempo para estar pendiente de sus hijos, de sus padres, de su familia. Disfrutó cada momento de su vida, de su trabajo y de sus amigos. Con su ausencia perdimos a un político nato, un hombre con gran visión del futuro de México y con el conocimiento necesario para poder ejecutarlo, yo perdí a mi mejor amigo. A Juan Camilo se le daba la política, siempre fue ejemplo en los momentos buenos, pero también en los adversos. El vacío que deja es insustituible.

Alfredo García, El Tijuano, fue un hombre hecho en los medios de comunicación, con vocación y trayectoria periodística. Orgulloso tijuanense, ciudad a la que regresaba cada vez que tenía una oportunidad y a la que le dedicó sus primeros años como comunicador. Desde el semanario Zeta y más tarde como director de Comunicación del gobierno de González Alcocer, pulió su pluma y su operación. Siempre amable y bromista, cercano y alegre, convertía a cada compañero de trabajo en su amigo lo que le valió el respeto y la admiración de más de un periodista. Un hombre de familia, siempre procurando a su esposa Ana y amoroso con sus hijos Emiliano y Fernanda. Sencillo, pero de grandes ambiciones, con voz gruesa y risa contagiosa, lleno de vitalidad y, como coloquialmente se dice, dicharachero.

Miguel Monterrubio fue un hombre hecho en el Servicio Exterior, fuimos amigos desde principios del 2000, ahí conocí su responsabilidad, su entrega y su ética de trabajo. Fue un líder de nacimiento, de esos que crecen de la mano con su equipo y los impulsan a seguir creciendo. Durante mucho tiempo trabajó lejos de México, siempre convencido de regresar y cuando tuvo la oportunidad de hacerlo se entregó por completo a la causa de hacer este país un mejor lugar. De alegría contagiosa, hábil jugador de dominó —venció a muchos gobernadores en alguna Conago—, amante de la música, la cual siempre le dio motivos para cantar y bailar sin importar el lugar; misma pasión que llevaba a la oficina y que lo acompañaba en cada tarea que se le asignaba.

Arcadio Echeverría, Cacho, como siempre le dijimos, fue inseparable de Juan Camilo, su sombra, juntos desde Campeche, un hombre siempre disponible, siempre dispuesto a ayudar, alegre y de sonrisa permanente. Motivo de muchas risas, sobre todo cuando su distracción lo llevaba a sentarse encima de una trituradora, destrozando el saco que llevaba puesto antes de entrar a junta con el Presidente. Nos enseñó a disfrutar los malos y los buenos momentos, incluso las vergüenzas.

A Norma, Normita, como le decíamos sus amigos, nos tocó verla crecer como mujer y como profesionista, llegó al equipo al principio de sus 20 años como servicio social. Su trabajo, su dedicación y su empeño la hicieron parte de la familia. Nunca descansó, ni siquiera cuando estuvo embarazada, ni siquiera cuando se lo pidieron, de ese tamaño era su compromiso y su entrega. Su trabajo no sólo hablaba de su desempeño profesional, hablaba de su convicción de trabajar por México.

Francisco Blake fue un hombre de lucha constante, el esfuerzo y la constancia son palabras que siempre definieron su trabajo y su actuar. Siempre sereno, analítico y ejecutivo en la toma de decisiones. Blake utilizaba por delante la palabra “hermano” al referirse a alguien, y todo el tiempo su familia fue la prioridad. Será justo ese don de gente y trato amable el que tanto hará falta en la política.

Junto con Juan Camilo, Alfredo, Miguel, Arcadio, Norma y Francisco, México perdió a funcionarios que tenían el compromiso de mejorar el país a través de su trabajo y dedicación. Ellos no pudieron seguir construyendo el país por el que tantos años trabajaron, pero todos los que seguimos aquí, por su memoria, tenemos el compromiso de seguir trabajando para transformar a México. Su presencia no sólo estará en el recuerdo, ellos nos seguirán acompañando día con día y hora tras hora.

MEXICO SIN CABIDA EN LA POLITICA GLOBAL

Prácticamente por doce años, el nombre del Congreso mexicano ha sido “parálisis”. Mientras en este mismo periodo otros países como China, India y Brasil han saltado de la marginalidad a ser actores estratégicos de la economía global, México ha perdido años valiosos para su desarrollo, debido a una falta de respaldo del Congreso a las iniciativas del gobierno.


Reformas audaces que reten el statu quo en materias económica, política y social que ayudaran a crecer mucho más y mejor fueron inviables ante la falta de una mayoría panista en las cámaras. Esta realidad, conocida como “gobierno dividido” a la que se enfrentará también el gobierno priista no es exclusiva de nuestro país.

De hecho, es bastante común en las democracias modernas para cuyo electorado lograr que el jefe del gobierno tenga un contrapeso real en el Congreso se ha vuelto un asunto fundamental. Regímenes como el venezolano, en el que una con una mayoría absoluta en el Congreso el presidente Hugo Chávez pudo modificar la Constitución para permitir su reelección indefinida, no son lo más deseables para la mayoría de los ciudadanos del mundo. Nadie quiere vivir bajo un gobierno sin contrapesos democráticos.

Si bien la representación plural en los congresos y la falta de mayoría absoluta del partido en el poder ayudan a evitar el autoritarismo, también implican un reto para la gobernabilidad. La solución a esta falta de mayorías legislativas es la construcción de coaliciones o bloques entre legisladores de partidos distintos, pero que coinciden en puntos concretos de la agenda–país.

Ejemplos hay varios: en el Reino Unido, el actual gobierno encabezado por el primer ministro David Cameron es producto de una coalición parlamentaria entre los conservadores y liberales demócratas; en Chile, los bloques legislativos son consecuencia natural de las coaliciones electorales que se basan en un programa de gobierno común; en Panamá, recientemente se conformó un frente contra el presidente Martinelli, como reacción al intento de privatización de las empresas eléctricas, y en Argentina, el Frente Amplio Progresista es una reciente coalición entre partidos progresistas y socialdemócratas que busca balancear el poder de los Kirchneristas y Peronistas.

En México, la experiencia no es nueva. En 1997 se conformó un bloque legislativo derecha-izquierda que no sólo posibilitó la instalación de la Cámara de Diputados, sino que inauguró la época en la que el Congreso comenzó a ejercer sus facultades de control, modificando, por primera vez, la Ley de Ingresos y el Presupuesto.

Sin embargo, la percepción sobre la conformación de un nuevo bloque legislativo entre el PAN y el PRD, que logre repetir la votación que incluyó transparencia, rendición de cuentas y democracia sindical en la reforma laboral ahora para impulsar otras reformas sobre democracia, transparencia y rendición de cuentas no parece no ser del todo clara en la opinión pública. Al bloque se le ha considerado no sólo opositor al nuevo gobierno, sino obstructor, incongruente, convenenciero, montonero e incluso antidemocrático.

Ante esto vale la pena preguntarse: ¿participar en una coalición parlamentaria significa renunciar a la identidad? ¿Implica estar de acuerdo en todo para siempre? ¿Se trata de una apuesta revanchista por hacerle la vida de cuadritos al nuevo gobierno priista? La respuesta es no.

La alianza del PAN es una alianza con los ciudadanos y con nuestros propios principios. Queremos un México más competitivo, con crecimiento sostenido de más de 5% del PIB y capaz de jugar en un mundo globalizado. Una patria incluyente, con oportunidades para todos, donde se acabe la miseria y se fortalezca la clase media, con instituciones fuertes, donde impere el Estado de derecho, sin ámbitos de opacidad y sin territorios para el crimen organizado.

Un país con gobernantes responsables, que rindan cuentas y no hipotequen el futuro de las siguientes generaciones. Una nación democrática respetuosa de la libertad y de los derechos humanos fundamentales, con ciudadanos responsables y un tejido social fuerte. Un México saludable y sustentable que promueva una ecología humana.

Este es el modelo de desarrollo que queremos seguir impulsando y porque creemos en la política como constructora de realidades es que estamos dispuestos a hacer sinergia con quienes compartan esta agenda. Compartimos con el PRI una ruta de desarrollo económico, de inversión y de generación de empleos. Con el PRD tenemos un compromiso con la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas.

El bloque izquierda-derecha no es entonces una coalición convenenciera o montonera, sino una alianza fundada en la búsqueda responsable de evitar un periodo más de parálisis legislativa. Tampoco es una coalición opositora inquebrantable. Seguramente en el transcurso de estos seis años seguiremos expresando las diferencias que derivan de nuestra identidad y eso será también parte de una normalidad democrática.

De lo que se trata es como ya se ha dicho, de abonar a que el Congreso siga cumpliendo con su mandato de generar contrapeso y además, que podamos avanzar en esta agenda de fortalecimiento de nuestra democracia para beneficio de todos.

LA CABRA QUE TIRO PA'L MONTE

Al fin, después de varias escaramuzas en ambas Cámaras del Congreso, las iniciativas preferentes enviadas por el presidente Felipe Calderón, fueron aprobadas. Lo que sigue, si nos atenemos a nuestras inveteradas (Antiguas, arraigadas) costumbres, es empezar a practicar los conocidos ritos de sacralización de ambas leyes, hacerles su altar y como corresponde a todo objeto de culto, las deberemos adorar en frecuentes ceremonias de gran solemnidad.


En este proceso, casi litúrgico, surgirán sacerdotes y obispos que sabrán interpretar lo que haya quedado oscuro y confuso. Además, con su dominio de los dos nuevos Evangelios, recorrerán el país dando a conocer las nuevas “Tablas de la Ley” a cambio, sin duda merecidos, de jugosos honorarios.

Poco va a importar que los problemas que ambas reformas legales buscan enfrentar y ayudar a resolver, van a seguir ahí por muchos años porque, los encargados de aplicar lo que de bueno y novedoso tienen ambas reformas legales, son los mismos que han causado problemas mil en ambos terrenos, tanto en la opacidad y corrupción en el manejo de los recursos públicos como en el ámbito laboral.

Sin embargo, por encima de esto, ambas reformas son importantes, y de una necesidad y urgencia que nadie pone en duda. Lo que quiero señalar es la necesidad inmediata de “hacer las cosas” que vendrían a traducir la ley resultante en una nueva cultura del manejo de los recursos públicos, y en una flexibilidad en los mercados laborales para, eso espero, combatir las rigideces que hoy impiden elevar la productividad y contratar a decenas de miles de jóvenes y mujeres.

La promulgación debe ser sólo el principio, no el fin de un proceso que lleve a la formación de una nueva cultura en el ámbito de la ley aprobada o reformada.

No sé bien a qué se deba esta conducta nuestra tan arraigada, que viene de vieja data; ¿a qué se debe pues, que toda ley por el sólo hecho de promulgarla, la convertimos en un tótem que debemos adorar? ¿Acaso se debe, al ejemplo y prácticas de los conquistadores españoles por aquello de “acátese pero no se cumpla” de la época colonial?

Ahora bien, ¿esta conducta —convertir la ley en objeto de adoración en vez de instrumento para estimular el crecimiento y la modernización por ejemplo—, se presenta en otros países? ¿En ellos, las leyes son objeto de culto no base del desarrollo y la convivencia civilizada? ¿Son, como aquí, dejadas de lado a la hora de generar una cultura de respeto de las mismas para que reine, rampante, la peor de las impunidades?

Si bien pudiere ser un error garrafal y una exageración, pienso que hay pocos países como el nuestro, en eso de poner las leyes en altares; pocos con esa actitud hipócrita tan nuestra, de venerar un precepto legal para en la práctica, violarlo sistemática y permanentemente.

¿Los que promovieron y aprobaron aquellas reformas, piensan que ya está hecho todo, que las cosas deben quedar ahí? ¿Piensan acaso, que bastó aprobarlas y promulgarlas para que los problemas que las hicieron necesarias, empiecen a resolverse? ¿Tan ingenuos o tan pícaros son?

Confío en que la visión de Enrique Peña Nieto y de su equipo cercano, no sea ésa; si fuere otra, cabría esperar entonces acciones concretas que buscarían, a la brevedad, hacer de ambas reformas junto con las que vienen, un gran instrumento de cambio y modernización y no como muchos desearían, nuevos objetos de culto y ciega adoración.

ADIVINA ADIVINADOR

A estas alturas, es evidente para todos, que el sexenio de Enrique Peña Nieto será todo lo que usted guste, menos uno fácil. La razón estriba, obviamente, no tanto en la escasa capacidad de quienes son mencionados en “los mentideros políticos” con una frecuencia que preocupa, sino en la cantidad y la gravedad de los problemas que deberá enfrentar a partir de este 1 de diciembre.


Los problemas dignos de este nombre, no serán la conducta y el desempeño de dos o tres loquitos que merced a su cercanía con el que se va, alcanzaron posiciones de relevancia en el Senado de la República y la Cámara de Diputados; tampoco por la escasa capacidad de quienes desde tres dizque partidos, se opondrán a todo en ambas cámaras del Congreso; ellos, por ser de oposición, se opondrán a todo y tratarán de impedir su aprobación.

Menos aún lo serán, las molestias y dificultades que le heredará el que amparado en una promoción personal ofensiva y a un altísimo costo sufragado por el erario, intentó durante seis años —infructuosamente— crearse una imagen de gobernante “eficaz”, que encabezó a un grupo de “eficaces”.

Todo eso y mucho más, no serán los problemas más graves que deberán enfrentar Peña Nieto y su equipo más cercano de colaboradores; esto, cual mosquitos que están moleste y moleste, será resuelto con un manotazo. Los problemas reales y verdaderamente graves, serán los efectos negativos de una situación internacional que se agrava día a día para la cual, aún hoy, no se ve salida alguna.

El mundo, hoy en día, llegó al final de un ciclo cuyo arreglo de cooperación y entendimiento internacional fue diseñado, esencialmente, hace casi 70 años; las instituciones que hizo posibles —la Organización de Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial—, han probado estos últimos años su incapacidad y limitaciones para enfrentar problemas nuevos y proponer soluciones específicas.

Hace casi 70 años, tanto en lo político como en lo militar y económico, se presentaba una correlación de fuerzas en la arena internacional muy distinta a la que hoy tenemos en el mundo. Las “potencias” que dominaban la escena política por aquellos años, no tienen ya la fuerza de la que hacían gala y en algún caso, el país ya no existe y en otro, no existía en esos años.

La presencia y fuerza de Europa en los espacios de poder real, va en una espiral descendente y Rusia, enfrenta ya problemas internos que sólo los elevados ingresos por la venta de petróleo y gas le permiten sobrellevar. La República Popular China, gobernada por una gerontocracia que actúa como si fuere un conjunto de nuevos emperadores, enfrenta ya las presiones de las fuerzas del mercado, que ellos mismos debieron permitir para evitar la debacle. Mejor no le comento de Japón.

Para agravar las cosas, Estados Unidos enfrenta una profunda crisis (producto de problemas estructurales cuyos efectos, acumulados durante 30 años, se han hecho presentes); el destino alcanzó a su clase política que por muchos años decidió, no pagar el precio de enfrentarlos y resolverlos.

Los efectos negativos de toda esta situación —agravados por nuestro atraso estructural—, los enfrentará Peña Nieto. Ésos serían problemas reales, no las molestias menores que causen los incapaces que se colaren en el gabinete, y menos los que van a generar en el Congreso dos o tres loquitos.

Pronto lo verá usted.

EU VS OBAMA

La elección presidencial en Estados Unidos está resuelta. No hay duda de que allá y aquí, dejamos atrás una etapa en el largo proceso que buscará enfrentar —con la debida seriedad— los problemas estructurales en ambos países y darles, a la brevedad, las soluciones que por siempre hemos pospuesto.


No pretendo reducir la importancia que para México tiene lo que en Estados Unidos vayan a hacer el presidente Obama y el nuevo Congreso ante los problemas estructurales que enfrentan; lo que quiero señalar, es que la parte fundamental de la solución de los problemas de nuestro país, radica en lo que hagamos nosotros.

Si revisáremos la experiencia acumulada en materia de cambios estructurales durante estos últimos 40 o 50 años en el mundo, tendríamos que reconocer que los procesos exitosos han dependido de lo que en cada país hayan aprobado sus congresos o parlamentos, en la decisión y conducta de su clase política y, una vez definidas las soluciones y medidas que hay que poner en práctica, todo se reduce a la voluntad del gobernante que debe hacerlas realidad.

No hay casos en los cuales un gobierno extranjero haya resuelto los problemas de otro país; cada uno ha debido —como decimos aquí—, “rascarse con sus propias uñas”. Esto, evidentemente, no deja de lado episodios coyunturales en los cuales un gobierno, ante la amenaza a su seguridad nacional por un conflicto económico o político en un país con el cual lo liga una fuerte interdependencia, haya prestado un apoyo temporal para que salga del problema pero, de ahí a que el país que lo apoya resuelva de manera definitiva los problemas estructurales del apoyado, media un abismo de diferencia.

Ante la victoria de Barack Obama y los problemas a los que debe enfrentarse, es una verdadera incógnita el porqué buena parte de nuestra clase política, echa hoy las campanas a vuelo por “lo bien que estamos”.

Las medidas que inevitablemente deberá poner en práctica el Gobierno de Estados Unidos y su Congreso, dejan ver ya consecuencias económicas no muy positivas para México en particular. Se requiere una gran dosis de ingenuidad pensar, que ante la gravedad de sus problemas, el precio a pagar será pequeño. Las palabras recientes de Alan Greenspan son claras y aleccionadoras.

Por si esto no bastare, ahí está Europa donde la situación en Grecia y España cada día va de mal en peor; ¿quiere más malas noticias? Añada el proceso de reacomodo que tendrá lugar en la República Popular China, y el licuado que resulta es altamente explosivo.

Luego entonces, ¿a qué viene tanto triunfalismo? ¿Acaso vamos a tomar en serio las palabras de quien incapaz durante seis años, pretende hoy con exageraciones e inauguraciones de obras inconclusas borrar —de un plumazo y dos o tres discursos plagados de cursilerías y autoelogios—, una administración de resultados lamentables y mediocres?

La realidad nos ha puesto en una posición, es cierto, envidiable; este resultado, deberíamos entenderlo, es producto de lo que hicimos desde la quiebra total del modelo en 1987. Las condiciones favorables —si las aprovecháremos debidamente—, serían el acumulado de cuatro gobiernos en un cuarto de siglo, no de lo hecho estos últimos seis años como pretende hacernos creer el que se va.

Obama deberá enfrentar e intentar resolver los problemas de su país; para eso fue reelegido. Aquí, la labor la debe encabezar Peña Nieto, no aquél. ¿Es tan difícil entender esto?

OBAMA VS EU

Para cuando lea usted esta colaboración, ya conocerá el resultado de la elección presidencial en Estados Unidos. Si usted hubiera emitido “su voto” en favor de Obama y éste hubiera resultado vencedor, quizás pensaría que su decisión contribuyó a inclinar la balanza en su favor.


Sin embargo, estoy convencido que ni por accidente hizo usted eso porque, además de tener sentido común, usted es una persona informada y seria que no gusta de caer en este tipo de frivolidades.

Sin embargo, hay algunas preguntas que vale la

pena hacernos, dada una realidad que cada cuatro años se presenta en un

número considerable de países en los cuales, masivamente, sus ciudadanos “votan” a favor del candidato demócrata que busca vencer a su rival republicano. Vengan pues las preguntas.

¿Le importa al elector norteamericano, que en decenas de países “se vote” casi de manera unánime, a favor del candidato demócrata? Es más, ¿este hecho influye, de alguna manera, a la hora de emitir el voto a favor de uno u otro candidato?

Mi opinión es que no; el elector norteamericano, es producto de su historia y cultura política. Además, le da un gran peso a la realidad económica que enfrenta y las perspectivas que ve en cuanto a su situación material; es, antes que otra cosa, un elector cuya visión está orientada hacia dentro, más que al exterior de su país.

No creo cometer un error si afirmo, que el elector promedio de Estados Unidos prefiere el aislacionismo; si pudiere elegir, lo haría a favor de ver hacia adentro más que hacia afuera, más que hacia el resto del mundo. De ahí que políticos y gobernantes deban enfrentar a sus votantes, cuando sus decisiones involucran a su país en conflictos que para el elector promedio, se presentan en lugares que desconoce y le son ajenos de los cuales, además, ignora incluso su ubicación.

Las responsabilidades militares de Estados Unidos al ser hoy la “única gran potencia” en el planeta, molesta al elector promedio; su rechazo a este “engagement” en los problemas del mundo, lo castiga con el voto.

De ahí que “el voto masivo” expresado a favor del candidato demócrata en decenas de países por quienes “no tienen vela en el entierro”, no preocupa y menos ocupa al elector en Estados Unidos; es más, me atrevería a afirmar que ni siquiera se enteró dada su aversión a los asuntos “externos”.

Aquí surge otra pregunta; si lo anterior refleja la visión que del mundo exterior tiene el elector promedio de Estados Unidos, ¿por qué entonces tantos desean votar, ciega y casi unánimemente a favor del candidato demócrata? Más aún, ¿por qué “votar” por quien llegado el caso, actuaría igual que el republicano ya que como bien dijo John Foster Dulles, secretario de Estado en la presidencia del general Eisenhower: “Los Estados Unidos no tienen amigos, sólo intereses”?

La explicación posible de esa conducta, es la ignorancia casi total del sistema político de Estados Unidos de quien así procede, y del desconocimiento de la visión que de la política y del mundo tiene el elector promedio de ese país.

En este “voto” a favor del demócrata, no debe eliminarse el que muchos “votantes” de otros países, ven en aquel partido una inclinación a impulsar la participación del Estado en la economía y a utilizar el gasto como instrumento de desarrollo.

Sin embargo, para decepción de los “votantes” a favor del candidato demócrata, éste es igual —casi en todo— que el republicano.

AFUERA NO LLUEVE, SOLO ADENTRO.

Las cosas allá afuera —no es que uno quiera jugarle al agorero del desastre pero es la verdad—, se complican cada día más; como diría el clásico: “Ya no es lo duro, sino lo tupido”.


Europa ha entrado en una espiral descendente de la cual, por más intentos que han hecho no han podido salir o al menos, detener su caída; las alternativas, al tiempo que se reduce su número aumenta su costo y las dificultades para ponerlas en práctica. Cada día hay un rechazo más airado y a punto de la violencia generalizada en no pocas ciudades europeas.

Cada día que pasa sin arreglo a la vista, y sin las mínimas esperanzas que harían que millones de desempleados aceptaren las obligadas reducciones en salario y beneficios con tal de obtener un trabajo con una mínima estabilidad, las cosas se ven como si nos estuviéremos internando en un callejón sin salida.

Fuera de Europa, las cosas no lucen mejor; las perspectivas para Estados Unidos después de la elección, no lucen mejor que en Europa. Anteayer, el doctor Carstens hizo un análisis objetivo de la situación en ese país y nos alertó de las consecuencias negativas que podría tener para México.

¿Ante esta situación que nadie en su sano juicio se atreve a negar, qué esperar para los países periféricos como el nuestro? ¿Es posible, ante una realidad que no deja espacio para el optimismo, afirmar que “ya estamos del otro lado” como algún historiador afirmó contagiado del triunfalismo calderoniano, sólo por haber emitido bonos a 100 años?

Al margen del país periférico que fuere, ningún político serio debería sentirse confiado ante lo que hoy vemos en Europa, Estados Unidos y la República Popular China.

La interdependencia y cooperación política que la globalidad ha generado, demuestra claramente que los problemas en éste o en aquél país tienen, más temprano que tarde, efectos negativos de diversa magnitud en los demás. Para decirlo claro, no hay país que en las condiciones actuales pueda afirmar, que está a salvo o “blindado” y mucho menos como afirmó el historiador, porque emitimos “bonos a 100 años”.

Sin embargo, por encima de la realidad, no falta el político que en vez de reconocer lo difícil de la situación, le juega “al vivo” y presume lo que no tiene o no ha hecho. Las más de las veces, cuando se está frente al que así actúa, lo que veríamos —de ir más allá de sus autoelogios—, es la mediocridad en la gobernación y escasos resultados dignos de ser presumidos.

Nuestra región —América Latina— salvo honrosísimas excepciones, cuenta con un ejército numeroso de políticos que gustan de inventarse logros y luego, sin recato alguno, presumirlos a los cuatro vientos y además, festejarlos. Poco importa que las obras que inaugura estén inconclusas; menos aún, que en no pocos casos “lo inaugurado” sea de puro relumbrón o hayan sido sobrevalorados sus costos; lo único que le interesa e importa al que se va, es “dejar para la historia constancia de su obra”.

Por ello, durante los últimos meses de su mandato, desatiende su labor al frente del gobierno y los dedica, prácticamente íntegros, a las rumbosas despedidas y a los no menos alegres festejos compartidos con quienes —agradecidos por los favores y apoyos recibidos—, goza las últimas mieles del poder. Mientras tanto, el país que se joda; él y los cercanos, ya se van.

¿Le suena familiar esto? ¿Encuentra aquí y ahora, algo parecido? ¿En serio, eso se da en México?

GABINETE DE ROPA SUCIA

Esta vez, los ejercicios de los “enterados” se han caracterizado por tener una dosis de discreción mayor que la de costumbre; si bien nos hemos modernizado un poco, “armar el gabinete” no ha desaparecido de las prácticas primitivas de nuestro quehacer político.


Infaltable en las pláticas de los ociosos —que por estas fechas no son pocos—, “la gabinetitis” empieza a cobrar facturas; manos temblorosas, regreso al vicio abandonado del cigarro y a la compulsión de ordenar otra ronda —no obstante la borrachera evidente—, son algunas de las muestras más claras del contagio de aquella enfermedad de fin de sexenio, igual o más peligrosa y dañina que la gripe aviar o la influenza AH1N1.

No afecta sólo a los desempleados o a los que aún empleados, saben que “se les acabará el corrido” este 1 de diciembre; también, a cientos de miles de mexicanos que piensan —por lo demás, correctamente— que un buen puesto en el gobierno es la llave que abre puertas a la riqueza mal habida.

Unos y otros, no hacen otra cosa desde hace meses, que imaginar “gabinetes” en los cuales, por regla general, siempre aparece un compadre, un amigo o el que les debe algún favor por pequeño que este pudiera haber sido.

Sin embargo, por encima de lo que pudiéremos pensar y de los gabinetes que pudiéremos “armar”, deberíamos aceptar que algo ha cambiado en este país; no es sólo la discreción que como dije, hoy es mayor que en sexenios anteriores, sino que el responsable de nombrar a los integrantes del gabinete y sus más cercanos colaboradores, se han comportado de una manera diferente. Ha privado, para decirlo claro, una disciplina no vista en las sucesiones anteriores.

Esto, aun cuando pudiere no gustarnos, debería ser tomado en cuenta con la debida seriedad. ¿Qué nos dice esta nueva conducta? ¿Es algo que permite vislumbrar una gobernación diferente o como no pocos afirman, es un simple subterfugio para “acalambrar” a dos o tres desesperados?

Nuestra permanente desconfianza a todo lo que provenga de los políticos, junto con el cinismo que nos impide ver que efectivamente algo nuevo hay en el horizonte, nos llevan a desechar las señales que apuntan a un nuevo blanco.

Enrique Peña Nieto tiene, pienso, sentido de la historia y de la urgencia; su conducta respecto a su gabinete y la forma en que se ha y lo ha manejado, es una señal que fortalece mi postura. Espero que los hechos, mañana, no me hagan rectificar.

Ahora bien, en las condiciones que privarán durante los próximos dos o tres años, ¿acaso importa mucho —o tiene un alto peso específico—, que fulano o mengano ocupe tal o cual posición, o esté al frente de ésta o aquella secretaría?

De ser así, ¿cuál sería entonces la importancia de definir prioridades y políticas en áreas como la energía y lo laboral; lo fiscal y el campo; la educación y el combate a la corrupción, y en el manejo de los recursos públicos?

Dejen ya de preocuparse los que sólo buscan que su compadre “quede en una buena posición”; lo que ahora importa, no es quién la vaya a ocupar sino qué ideas y visión de futuro tiene, para esa secretaría, Peña Nieto y sus cercanísimos colaboradores.

Es inútil, no le busquen glándulas mamarias a los ofidios; carecen de ellas.

LA VENGANZA DE LOS JODIDOS

Uno de los espectáculos más vergonzosos que nos regalan —por estas fechas—, tanto los gobernadores como algunos presidentes municipales, es lo que llamo la “Peregrinación de los Mendigos”.


En ella, todos los que hacen el camino a San Lázaro pierden la figura, y algunos incluso pierden la poca dignidad que les queda.

La razón de su peregrinar, es la aspiración a que los diputados les asignen más recursos presupuestales para realizar obra en sus estados y municipios. Los mueve, más que el afán de impulsar el crecimiento económico donde gobiernan, la vieja máxima de “Haz obra, que algo sobra”.

Las carpetas, abultadas por tanta gráfica multicolor y las presentaciones en Power Point o Flash, ocultan o disfrazan negociaciones que en “lo oscurito” realizan no pocos de ellos con quienes tienen poder para decidir la codiciada asignación. En ésta, se aplica la vieja regla del “me das, y te doy”.

Hoy, dado que el control de la Comisión de Presupuesto ha recaído en una diputada que parece tener línea directa con quien sí decide, espero que el bochornoso espectáculo y “la negociación en lo oscurito” ceda un poco de espacio, y los pedigüeños moderen sus exhibiciones de años pasados.

La disputa por un monto cada vez menor de recursos susceptibles de ser asignados a discreción por los diputados (cuyos conocimientos en materia de evaluación económica de proyectos de inversión es casi nula), irá en aumento a medida que las necesidades en otros rubros —pensiones e IMSS por citar sólo dos— vayan aumentando.

Por ello, la asignación de los escasos recursos del erario debe ser producto de una rigurosa evaluación técnica, y no de prácticas corruptas que no responden a criterios de eficiencia sino a la entrega de favores de distinto tipo.

Si bien la Constitución asigna a los diputados la facultad exclusiva de aprobar el Presupuesto de Egresos, este mandato no debe ser motivo para asignar recursos sin el obligado apego a criterios de eficiencia y rentabilidad social.

Para evitarlo, algo hay que hacer pues a medida que vayamos enfrentando mayores exigencias presupuestales provenientes, por ejemplo, de los sistemas de pensiones y del sistema de salud, los recursos que podrán asignar libremente serán, cada año, de un monto menor.

En consecuencia, o hacemos más transparente su asignación y la basamos en criterios estrictos de rentabilidad social, o la disputa que veremos en el futuro entre los pedigüeños, será resuelta con sobornos cada vez más cuantiosos.

La transparencia y la evaluación de los proyectos como un primer paso, podría ser una herramienta útil para lograr un uso más eficiente de los recursos que serán, como dije, cada vez más escasos.

De ahí que obligar a los pedigüeños a que cada proyecto que pensaren someter a los diputados fuere dado a conocer públicamente y además, rigurosa y profesionalmente evaluado, ayudaría a reducir los niveles de corrupción al asignar recursos para dichos proyectos.

De lo que se trata, es de elevar la eficiencia en el uso de los recursos. Además, nadie les impedirá que sigan haciéndole al pordiosero.

Además, ver a los que se creen todopoderosos llegar humilditos a San Lázaro, es la dulce y silenciosa venganza de los jodidos.

OBAMA 2.0

Uno de los inconvenientes de ver los datos de manera parcial, sin ubicarlos en el panorama general para darles el peso específico que verdaderamente tienen, es que las conclusiones que sacamos con un acercamiento de ese tipo son, las más de las veces, un completo despropósito (dicho o hecho fuera de razón, de sentido o de conveniencia), cuando no un verdadero disparate.


Esto es lo que hoy vemos en los “análisis” de algunos que de manera superficial (sin ver la foto completa de lo que pasó hace una semana), promueven a los cuatro vientos y ante todo aquel dispuesto a aceptar sin el menor cuestionamiento su dicho, que los hispanos fueron la minoría que determinó la victoria de Obama hace siete días.

Otros, más irresponsables aún, afirman que “nuestros paisanos fueron los que le dieron la victoria al ganador”.

La verdad, si uno analiza los datos con la debida objetividad, está muy lejos de ambas afirmaciones.

Hoy, si uno hubiera revisado los análisis realizados por entidades diversas de varios exit polls, debería aceptar que la responsabilidad de la victoria de Obama recae, más que en una sola de las minorías que hoy pueblan Estados Unidos y que en diferentes porcentajes acudieron a votar, en un conjunto de factores entre los cuales, es cierto, el voto de los hispanos jugó un papel al igual que el de las mujeres, los asiáticos y los electores de raza negra.

La historia completa, no se ha escrito aún; los análisis, no sólo de los exit polls, sino de las cifras definitivas desagregadas por condado, aún no se tienen de manera completa. De ahí que el juicio aquél, además de inexacto, es aún prematuro.

Si uno leyere los análisis realizados a la fecha por el Pew Research Center y The New York Times y The Wall Street Journal, debería entonces entender y aceptar que aún es demasiado temprano para afirmar y sostener —a la luz de análisis preliminares—, que los hispanos son la minoría responsable de la segunda victoria de Obama.

Un elemento que olvidan o no toman en cuenta los promotores del papel jugado por los hispanos, es su porcentaje dentro del total de electores, y su nivel de participación.

Los hispanos no son, por el momento, una minoría (por el porcentaje de los que están en condiciones de ejercer su derecho al voto y el de su participación en los procesos electorales), que pudiere, ella sola, determinar el resultado de la elección presidencial.

Es más, si nos atenemos a la demografía, tendrían que pasar varias elecciones para que los hispanos —en conjunción con otras minorías— pudieren decidir la elección presidencial en Estados Unidos. Esto, incluso, si sus integrantes votaren por el mismo candidato.

Por otra parte, sería útil conocer cuáles fueron las causas que llevaron a nuestros “analistas” y opinantes a afirmar, tan apresuradamente, que la participación de los hispanos fue el elemento decisivo para la victoria y, por ende, la reelección de Obama.

¿Qué buscan? ¿Aparecer como conocedores de la realidad electoral de Estados Unidos? Si esa hubiera sido su pretensión, se equivocaron; bastarían los primeros análisis —aún no definitivos—, para concluir, que todavía es temprano para poder soportar un juicio como el que nuestros “expertos” emitieron.

INGENUIDAD

¿Qué espera usted del ganador de la elección presidencial este martes en Estados Unidos? ¿Acaso forma parte del numeroso ejército de ingenuos, que piensa que los presidentes de Estados Unidos trabajan para defender los intereses de otros países en vez de los del suyo? ¿O es de los que piensa que a México le va bien con los demócratas y muy mal con los republicanos?




Conviene, para dejar toda ilusión fuera de estos párrafos, recordar la frase de John Foster Dulles —secretario de Estado en el gobierno de Eisenhower— que en un gesto de sinceridad que debemos agradecer, dijo: “Los Estados Unidos no tienen amigos, sólo intereses”.



Esta verdad de a kilo, incluye a demócratas y republicanos por igual; de ahí que la baratija que no pocos ignorantes de lo que es la real politik venden como verdad axiomática: “A México le va bien con un presidente demócrata, y con un republicano no nos la acabamos”, sea sólo eso, una baratija intelectual propia de frívolos.

Poco importa para un país con tantos problemas estructurales como es el nuestro, quién haya ganado la elección en Estados Unidos; menos en las actuales condiciones.

Hoy, no sería aventurado afirmar, que Estados Unidos enfrenta una situación más complicada que la nuestra; su deuda pública y el alto déficit del gobierno y un sistema fiscal atrasado, lo colocan en una posición de gran debilidad.

Más lo es, por las grandes responsabilidades políticas y militares (que por más intentos que haga por evadirlas y se opongan sus ciudadanos a comprometer recursos y tropas en países lejanos), Estados Unidos tiene que estar ahí, en el centro del conflicto para encabezar a los países que sentarán las bases de la solución la cual, en no pocos casos, implica acciones militares con presencia de tropas.

¿Qué importa entonces, si el ganador fue el demócrata o el republicano? ¿Acaso piensa usted que ante un tema decisivo, Obama actuaría de manera diferente a Romney? Si lo piensa, perdóneme, qué poco conoce a Estados Unidos, y cuánto ignora de lo que este país representa para el mundo en la actual inestabilidad económica.

Por lo demás, en el mundo real, la ingenuidad y la ignorancia son pecados cuyo castigo es mayúsculo.

Por otra parte, México no es un problema para Estados Unidos; a lo más, es una molestia manejable. Otros son los problemas que éste debe enfrentar; nosotros, por la debilidad estructural en más de un sentido, no contamos en el concierto internacional; además, en el radar donde aparecen los puntos de conflicto para Estados Unidos, no está México.

Hoy, dado que el destino nos alcanzó en muchos aspectos, hay que regresar a enfrentar la realidad de lo que somos y más aún, reconocer y enfrentar qué somos frente a Estados Unidos y su poderío.

Nuestra realidad actual, en modo alguno nos va a proteger de los efectos negativos que sufriremos, debido sin duda, a las soluciones que necesariamente deberá aplicará el ganador.

Dejemos ya esos sueños de grandeza sin sustento, y acabemos con el triunfalismo acedo fruto de nuestros complejos; reconozcamos lo que somos. Nadie niega que hay fortalezas, y también debilidades; éstas, por su gravedad, son las que nos impiden avanzar.

La elección ya terminó; ¿empezaremos ya a resolver nuestros problemas?