Hace poco hubo un fallo judicial sobre un caso de despido por el uso del chat. Muchas compañías han cerrado el acceso a los servicios de mensajería instantánea. Sin embargo, el uso del chat también sirve para optimizar el proceso laboral.
Creo que como muchos, empecé a “hablar” por Internet con el ICQ. Era fabuloso: podías encontrar amigos de hace años, conocer gente nueva y hablar con la gente del trabajo. Recuerden que en esos tiempos no todas las oficinas tenían conexión a Internet, con lo que hablar con los amigos quedaba reservado a pocos suertudos.
Pero las cosas cambiaron. Internet se masificó y surgieron más posibilidades de comunicarse: Yahoo!, Hotmail, AOL y desde hace poco Google crearon sus mensajeros instantáneos. Hoy ya no deben existir muchos grupos de amigos o trabajo sin posibilidad de conectarse a Internet, creando un verdadero problema a las empresas. El Messenger puede ser un aliado importante en la oficina: facilita la comunicación interna, el intercambio de documentos. Acerca a todos los empleados y en algunos casos a las empresas con los proveedores y clientes. Entonces no sólo mejora la productividad al permitir ahorrar tiempo, sino que brinda además un cierto recorte de gastos, en la cuenta de teléfono, por ejemplo.
Pero obviamente no siempre se le da ese y otros usos útiles. Podría decirse que un grupo de personas conectadas al Messenger es como una clase: siempre hay uno con mucho tiempo para hablar o andar buscando cosas divertidas en la red y compartirlas con el resto. Por eso cada día más empresas prohíben a los servicios de mensajería instantánea. Algunas tratan de brindar una solución, como un Messenger interno. Pero me animo a decir que la mayoría simplemente termina decapitándolo. Si bien hay alternativas para esquivar esa decisión (no crea que su jefe desconoce que usted sigue usando el servicio), el debate sigue siendo el mismo que hace tiempo: ¿hasta qué punto puede considerarse abusivo el uso del Messenger?
Estoy convencido de que el uso del Messenger ayuda a trabajar de manera más eficiente, aunque esto no siempre es posible. Fíjense: por más que aparezcamos como “no disponible” o “ausente” siempre hay alguien que nos habla igual... ¡y encima contestamos!
¿Te parece que prohibir el Messenger en la oficina es la mejor salida?
¿No sería mejor que los usuarios mismos se pusieran límites?
¿Será posible esto último o es sólo una utopía?
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