Debo suponer que todas las columnas de los diarios deben comenzar gritando “¡VIVA MÉXICO CABRONES!”, por haberle ganando a la mocha selección estadunidense por goliza (penales discutibles) al final de la llamada Copa de Oro. Además, que El Vasco Aguirre le puede partir los huevos a patadas a cuanto adversario se le atraviese, con aplauso del respetable. Bueno, ya lo hice. Nos vemos en Johannesburgo, pasando el 12 de agosto. Si es que van.
En la provincia de Holguín, donde nació junto con su hermano en la hacienda de Birán, el comandante Raúl Castro dio ayer el farragoso discurso que, con variables, su hermano Fidel dijo por 53 años recordando un asalto frustrado, cuando los integrantes del Movimiento 26 de Julio salieron corriendo del cuartel Moncada en Santiago al recibir una resistencia mayor de la esperada en 1953.
Fuera de la costumbre, en que las deficiencias de economía doméstica cubana se atribuyeron al bloqueo estadunidense y al aislamiento inducido por Estados Unidos a la isla, Raúl ha tenido que reconocer que la ineficiencia del sistema económico opresivo y astringente, seguía siendo incapaz de satisfacer las necesidades de sus habitantes. Siguiendo el modelo de los gobiernos mexicanos, anunció mayores restricciones y menos satisfactores.
Acaso lo interesante en este aniversario 56 del asalto al Moncada sea algo que los economistas estadunidenses están pronosticando desde hace lustros y esperando gozosos desde hace tres años, cuando Fidel se puso muy malito: en el momento de la caída del régimen comunista, Cuba va a ser un mercado ávido de cualquier mercancía imaginable.
Desde luego que los objetos de consumo (de las hojas de rasurar a los jabones de baño o del arroz a la malanga) serán bienvenidos. Pero los bienes de comunicación y, sobre todo, las tecnologías transferibles serán más que bienvenidas. Nuevamente habrá una ventana a las inversiones mexicanas, si los inversionistas mexicanos están despiertos para entenderlo. No hay vacíos de poder: siempre hay alguien dispuesto a llenarlos. El dinero, en estos tiempos de crisis, no ha desaparecido; simplemente ha cambiado de manos.
Hay Cuba, cada vez te pareces más a México… ¿Usted qué opina estimado lector?
En la provincia de Holguín, donde nació junto con su hermano en la hacienda de Birán, el comandante Raúl Castro dio ayer el farragoso discurso que, con variables, su hermano Fidel dijo por 53 años recordando un asalto frustrado, cuando los integrantes del Movimiento 26 de Julio salieron corriendo del cuartel Moncada en Santiago al recibir una resistencia mayor de la esperada en 1953.
Fuera de la costumbre, en que las deficiencias de economía doméstica cubana se atribuyeron al bloqueo estadunidense y al aislamiento inducido por Estados Unidos a la isla, Raúl ha tenido que reconocer que la ineficiencia del sistema económico opresivo y astringente, seguía siendo incapaz de satisfacer las necesidades de sus habitantes. Siguiendo el modelo de los gobiernos mexicanos, anunció mayores restricciones y menos satisfactores.
Acaso lo interesante en este aniversario 56 del asalto al Moncada sea algo que los economistas estadunidenses están pronosticando desde hace lustros y esperando gozosos desde hace tres años, cuando Fidel se puso muy malito: en el momento de la caída del régimen comunista, Cuba va a ser un mercado ávido de cualquier mercancía imaginable.
Desde luego que los objetos de consumo (de las hojas de rasurar a los jabones de baño o del arroz a la malanga) serán bienvenidos. Pero los bienes de comunicación y, sobre todo, las tecnologías transferibles serán más que bienvenidas. Nuevamente habrá una ventana a las inversiones mexicanas, si los inversionistas mexicanos están despiertos para entenderlo. No hay vacíos de poder: siempre hay alguien dispuesto a llenarlos. El dinero, en estos tiempos de crisis, no ha desaparecido; simplemente ha cambiado de manos.
Hay Cuba, cada vez te pareces más a México… ¿Usted qué opina estimado lector?
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