septiembre 06, 2011

POLÍTICA DEL PASADO

¿Qué explica la adoración de nuestra clase política por el pasado? ¿Será que con ese tiempo no hay reto alguno, o que no puede ser modificado? La comodidad que para ella representa el pasado, ¿la explica que ante él se sienten héroes por la imposibilidad de modificarlo ya que son los típicos timoratos –tímido, indeciso, encogido– que no se atreven a promover cambio alguno?

Desconozco las razones que explican esa adoración, pero conozco el efecto perverso que para el crecimiento y desarrollo económico tiene vender el pasado como futuro.

Con una visión como la que a cada paso deja ver nuestra clase política –caduca, aceda y anclada en prácticas rancias que despiden un fuerte tufo a naftalina–, es imposible pensar en un mejor futuro para este país y su mediocre economía.

El “mensaje” de Calderón de hace cuatro días generó en mí sentimientos encontrados; el primero, debo decirlo, fue positivo, por lo cual le estoy agradecido. Fue de nostalgia, pues me hizo recordar los tiempos idos de López Mateos y quizás ciertos pasajes de los informes que rindieron Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo.

Esto último se debió a sus fallidos intentos por parecer y aparecer como “malo” ante los malos, y por los aplausos obsecuentes –obediente, rendido, sumiso– de quienes motu proprio u obligados porque el vecino había empezado a aplaudir antes que ellos, a cada rato manifestaban con aplausos y de pie su hipócrita aprobación a cifras y datos que lejos de reflejar la realidad, mal la encubren tal y como hacían aquellos.

El otro sentimiento fue completamente negativo; fue de molestia por ver un espectáculo viejo, desgastado y repetido hasta el cansancio durante los años del dorado autoritarismo; sentir ese olor a viejo, ese olor fétido a pasado que nos acompaña desde tiempo inmemorial, fue molesto.

Es lamentable que ante los problemas que hoy enfrentamos, el jefe de Estado se aparezca a recitar un rosario interminable de cifras fuera de contexto, las cuales carecen de novedad e impacto alguno; no sólo porque el orador las ha repetido una y otra vez como único soporte a una labor mediocre, sino porque lo que nos hace falta hoy, es una visión de futuro y no el recuento parcial “busca votos” del pasado.

¿Quién se acuerda hoy de lo dicho por Calderón en su “mensaje” hace cuatro días? ¿Quién ha revisado siquiera el encarte de hace dos días en los medios impresos? ¿Hay alguien que piense hoy, que este tipo de comunicación llega al ciudadano? Ni en sus mejores épocas de control mediático, ese tipo de comunicación era efectivo; ¿recuerda usted qué hacíamos con el Informe –encartado

en su totalidad en la edición del día siguiente–?

El Presidente dijo en su campaña, una frase que a no pocos entusiasmó: “Más mundo en México, y más México en el mundo”. Frase profunda que por negligencia o incapacidad, fue dejada de lado. Hoy, a cambio de ella tenemos otra: “Más pasado en el presente, y aún más en el futuro”.

A cuatro días del mensaje, los trabajadores del Museo de Antropología –no obstante los litros de Pinol utilizados– no han eliminado el olor a naftalina que el acto dejó. Por el bien de sus visitantes, espero que el único olor a pasado que ahí reine, sea el de las piezas prehispánicas exhibidas.

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