Se considera que la confianza del consumidor es un factor importante para la actividad económica. Un buen ánimo de los hogares debiera estimular el deseo de comprar, viajar, invertir y en general favorecer el buen desempeño del consumo privado, que por mucho es el principal componente de la demanda agregada. Su contribución alcanza alrededor de 70 por ciento del PIB.
De igual manera, condiciones de desánimo en los hogares pudieran conducir a menores niveles de gasto, lo que afectaría el desempeño de la actividad económica, el crecimiento de las empresas y, en última instancia, el ingreso y los niveles de empleo.
Por lo mismo, la evolución del índice que evalúa la confianza del consumidor es importante para los analistas, hacedores de política económica e inversionistas de dentro y fuera. El sentimiento de los hogares es una referencia, en adición a otros indicadores, sobre la posible evolución de la economía en el corto plazo.
Mientras que antes de la recesión de 08-09 este índice registraba niveles promedio de alrededor de 105 puntos, durante el periodo de la contracción económica experimentó una caída pronunciada que lo llevó a niveles mínimos en alrededor de 80 unidades. Desde entonces muestra una recuperación: firme en 2010 y más moderada en lo que va de este año. Su ubicación actual dista todavía de los niveles precrisis.
Es probable que factores como la debilidad del mercado laboral (la tasa de desempleo urbana se encuentra cercana a siete por ciento), una limitada expansión del crédito (no logra los niveles registrados antes de la recesión), así como la creciente ola de inseguridad pública y difícil entorno internacional (incertidumbre y desaceleración económica global), estén impactando en el ánimo de los hogares.
Los componentes del índice asociados a las expectativas, aquellos que evalúan la situación económica esperada de los miembros del hogar y del país dentro de doce meses en relación a la actual, son los que reportaron las menores caídas durante la recesión y la recuperación más firme.
La situación es distinta para los componentes que tratan sobre la situación económica actual de los hogares y del país en relación a la de un año antes: Además de que presentaron un mayor deterioro, apuntan una recuperación más lenta.
El caso más grave corresponde al subíndice que evalúa las posibilidades de los hogares de efectuar compras (electrodomésticos principalmente). No sólo reportó la mayor caída, sino que se encuentra en el menor nivel relativo con respecto a su ubicación previa a la recesión. Aunque probablemente no sea un factor decisivo, parece haber una correlación positiva entre el desempeño de este componente del índice de confianza y el comportamiento de las ventas minoristas (ver gráfica).
Aunque no se dan a conocer los resultados, en la encuesta del INEGI se pregunta también sobre las posibilidades de adquirir otros bienes como ropa, zapatos y alimentos, automóviles (nuevos o usados) o planes para comprar, construir o remodelar una casa. En todos los casos persisten diferencias marcadas con respecto a los niveles registrados antes de la recesión. El desgano de efectuar compras puede ser un factor limitativo para el ritmo de la actividad económica.
En síntesis: la confianza del consumidor no se ha restituido plenamente, aunque persiste una moderada tendencia de alza; el bajo nivel del componente sobre posibilidades de efectuar compras por parte de los hogares puede ser un factor que esté limitando la recuperación del mercado interno; y tal parece que somos en general optimistas al tener una mejor percepción sobre las condiciones económicas en el futuro respecto de las actuales.
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