No hace mucho, lo que hoy conocemos como “el equipo” del candidato carecía de importancia. Por “equipo” me refiero no a quienes se encargan de la logística alrededor del candidato, sino a los que proveen “las ideas” que permiten a aquél presentarse ante el elector como alguien informado y conocedor de los problemas y sus soluciones.
En la época del “partido casi único”, poca era la importancia concedida al “equipo y casi nula a “las ideas” que proporcionaba al candidato; la razón, muy simple: el resultado de la elección se conocía desde el día del “destape” del que sería, sin duda, gobernante.
La apertura de la economía y los cambios que estimuló han dado por resultado un cambio significativo en cuanto a la importancia concedida hoy al “equipo”, a las ideas que éste pudiere generar y a sus propuestas de solución; ayer, “el equipo” no era tomado en cuenta por el candidato, pues éste, como dije, para nada lo necesitaba.
Hoy, por el contrario, aquél que no tome en cuenta las recomendaciones de los integrantes de su “equipo” corre el riesgo, no sólo de hacer el ridículo, sino de perder la elección. La influencia y poder de los que lo integran es tal, que sus recomendaciones son tomadas en cuenta en múltiples aspectos; no sólo deciden el color y estilo de camisa, lenguaje corporal y tono de voz, sino también definen los temas a tratar y cómo hacerlo ante cada audiencia.
Hoy –aun cuando parezca lo contrario–, las ideas que expresan los candidatos, cuentan e importan; si bien no a la totalidad de los electores que con su voto dan el triunfo a uno o a otro candidato, sí a los grupos cuyo poder de decisión e influencia es muy grande.
A éstos, mucho les interesa conocer qué ideas tiene el candidato de ciertos problemas y cuáles sus propuestas de solución; quieren saber quién las desarrolla y cuál es su origen y formación académica y política. Con estos elementos, estarían en condiciones de “adivinar” las medidas que el triunfador tomaría una vez que encabezare el gobierno.
Los antecedentes políticos y la formación académica de los integrantes del “equipo”, son una excelente guía para ese fin; saber de dónde vienen, dónde se formaron y cuál es su visión del desarrollo y el crecimiento económico, pudiere significar para algún empresario poderoso evitar pérdidas por decenas o centenas de millones de dólares o, por qué no, para ganar eso y más.
Por otra parte, ¿qué es lo que propondrían a su asesorado los que piensan que lo mejor para el país es contar con un Estado obeso y omnipresente en la economía? ¿Qué ideas novedosas podría proponer el que sólo supiere dilapidar el gasto público y considerare a éste la poción mágica que todo cura?
Hoy, ¿quiénes proveen a Peña de ideas en materia económica, y quiénes en su “equipo” definen y desarrollan las soluciones a los problemas estructurales que nos impiden crecer? ¿Quiénes hacen lo mismo en el campo de Cordero? ¿Quiénes en el de Beltrones, Creel y Vázquez?
Si lo supiéremos podríamos –con un aceptable margen de error–, tener una idea del gobierno que nos espera si aquellos hicieren caso a sus recomendaciones, pues todos sabemos que los políticos nada ignoran; son –no tienen ciencia aborrecida– unos “Ch.P.T.” pero eso sí, cada uno con un gran “equipo”.
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