enero 08, 2010

EL AÑO "DOS MIL DIEZ -MO".



Desde las vísperas de cada año nuevo, gobierno y oposición coinciden en una declaración: el que viene haremos las reformas pendientes.

Y así se la han llevado año tras año con la promesa de las reformas imposibles. El año pasado, el presidente Felipe Calderón habló de alcanzar esas, las imposibles, toda vez que, hemos visto como espectadores y víctimas, que desde hace largos años ni las posibles salen, convirtiendo a los que gobiernan desde cualquiera de los tres poderes, en un freno para el desarrollo, la justicia y el bienestar de millones de mexicanos.

Este negarse a las reformas, que no llamo inaplazables, porque vemos como las aplazan gobierno tras gobierno, tiene su origen en la perversión del sistema político mexicano en el que los intereses de los partidos están por encima de los de la población que sexenio tras sexenio, partido tras partido, promesas tras promesas, sufre el gran engaño que lleva a la gran decepción y de ahí al rechazo.

En México sólo legislan los políticos, por lo que ya no es necesario indagar mucho en la autoría de la trampa, y desde ese eje le siguen dando vueltas al discurso en una evasión de su responsabilidad, al punto de negar la razón de la transición que implica movimiento, la hicieron sinónimo de parálisis y fracaso.

Cuando hoy se habla del regreso del PRI a la Presidencia de la República en 2012, no es porque los priistas hayan cambiado, son los mismos, o porque hayan probado que ahora sí van a hacer lo que no hicieron y van de dejar de ser lo que fueron. No. Esa especie se corre por la decepción ante los gobiernos del PAN. Si al PRI lo derrotó el mismo PRI, al PAN lo está derrotando el mismo PAN, así como el PRD está acabando con el PRD y AMLO fue el que derrotó a AMLO.


A lo que voy es que los intereses políticos no cambian y ellos cambian poco.

En 2009 nos dijeron que en 2010 serían las grandes reformas, pero ya las condicionan.

Y eso que aún no empiezan las campañas para elegir gobernadores en 13 estados, procesos electorales que anulan cualquier posibilidad de reforma.

La única verdad es que prefiero comprarme una botella grandotota de Big Cola de 3.3 litros que gastar en las tortillas; total el diezmo lo estoy pagando desde inicio de año.

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