A medida que avanzan las modificaciones de los documentos básicos del Partido Revolucionario Institucional en lo relativo a la aplicación del Impuesto al Valor Agregado y la apertura de Pemex al capital privado —en modalidades que la legislación vigente no permite—, aparecen nuevos actores políticos que todavía ayer eran desconocidos; éstos, sin otro argumento que los posibles resultados negativos que obtendría aquel partido en las elecciones a celebrarse este año, se oponen a cualquier modificación relacionada con aquellos dos temas.
Si bien la modificación de los documentos básicos es algo que sólo compete a los militantes de ese partido aprobar o rechazar, me interesa sólo la parte que tiene que ver con la mentalidad que exhiben quienes se oponen a dichos cambios “por razones electorales”.
¿Es válido detener cambios necesarios y urgentes en la legislación —o aquéllos que no requieran la participación del Congreso—, si la aprobación de los primeros o la puesta en vigor de los segundos pusiere en riesgo, una o más victorias electorales del partido en el gobierno?
¿Qué clase de políticos son los que prefieren poner por encima de los intereses generales del país, la victoria de los suyos en unas elecciones?
Es más, una conducta así, mezquina y cortoplacista a más no poder, ¿forma parte de lo que debe ser la política?
Por más críticos que pudiéremos ser de estos personajes y su visión de la política, un hecho innegable es que en México abundan; además, han dominado durante decenios los órganos de dirección de los aparatos partidarios, el Congreso y los tres órdenes de gobierno y ahí, en esos espacios, han impedido —una y otra vez— modificaciones legales o decisiones administrativas cuando a su juicio se ponía en peligro una victoria electora.
Esta visión patrimonialista y de corto plazo de buena parte de nuestra clase política, explica en buena parte el desastre de país que somos; explica también el desfase de nuestro andamiaje jurídico caduco y las estructuras burocráticas sobrepobladas, corruptas e ineficientes que encarecen y retrasan —cuando no impiden—, las inversiones y la creación de fuentes de empleo permanente.
Ése es el México que hemos construido, y así son nuestros políticos.
Lo que en verdad nos sorprendería, es que nuestros políticos tuvieren una visión de su papel contraria a la que hoy exhiben no pocos priistas ante la eventualidad de concretar cambios que obligarían a una aplicación eficaz y benéfica del IVA y también, aspecto no menor, que permitirían la inversión privada en Pemex y CFE sin limitación alguna.
¿Qué sucederá en la Asamblea que realizará el PRI en unos días? Algo muy fácil de entender, producto de la forma como se dan los grandes cambios en México; las modificaciones de los documentos básicos que aprobarán los priistas, será la concreción de una decisión política del Presidente de la República.
Ésta, respuesta obligada —como fue la apertura de la economía en 1987 y la firma de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá poco después— a graves problemas estructurales que amenazan ya, de no enfrentarse con medidas radicales, la estabilidad económica y política del país.
¿No me cree? ¿No vio lo de La Maestra? Es lo mismo.
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