junio 05, 2011

DROGA LEGAL

El único problema que tienen las varitas mágicas es que no existen, aunque todos estemos ciertos de tener una. Ésta, la nuestra, siempre será más efectiva que las de los demás y por si fuera poco tiene muchas más bondades. Es más, en ocasiones hasta de moda se pone.

Hoy, por múltiples razones, es muy políticamente correcto proponer la legalización o al menos la despenalización de las drogas, para supuestamente terminar con las atrocidades sociales que causan su producción, trasiego, venta, consumo y combate. En México, con cerca de 40 mil muertos por la lucha contra el crimen organizado en lo que va del presente gobierno, suena a dulce canto de sirenas. Más cuando parece una solución instantánea, como salida de una varita de mago.

Diversos organismos internacionales, entre ellos la ONU, calculan que en el mundo existen 250 millones de personas consumidoras de drogas ilegales (apenas un poco más de 3.5% de la población mundial), de las cuales cerca de 10% (más de 22 millones) están en Estados Unidos. Todos ellos son parte de un mercado de 320 mil millones de dólares anuales, según cifras ofrecidas en la XXVIII Cumbre Internacional de las Drogas, en Cancún hace dos meses. Una cifra impresionante, escalofriante y también muy apetitosa.

El pasado miércoles, los 19 miembros de la Comisión Global de Políticas sobre Drogas (entre ellos ex presidentes de México, Colombia, Brasil, Grecia, Suiza, un ex secretario general de la ONU, intelectuales y ex funcionarios de diversos gobiernos y organismos internacionales) dictaminaron que la lucha del mundo contra las drogas “ha fracasado”, por lo que urgieron a los gobiernos a cambiar la estrategia seguida en los 40 años más recientes y proponen la despenalización de las drogas. Es de suponer que los proponentes llegaron a esa conclusión luego de un análisis de la infomación, que debemos suponer también abundante, con la que contaron. Lo extraño es que ninguno de ellos haya hecho esa propuesta en los momentos en que ocuparon sus diversos cargos en sus países en los organismo que encabezaron. (Una especie de conseja política sostiene que la propuesta de despenalizar o legalizar las drogas pertenece sólo a quienes aspiran a un cargo y a quienes lo han dejado).

Esa propuesta, pese a que se ofrece como varita mágica, no es sencilla de concretar: la despenalización de cualquier droga debe ser global. Imagine a un México y otros países con leyes que permitan la producción y el libre flujo de drogas y a Estados Unidos con leyes contrarias. México se convertiría en un gran productor de drogas y muchos narcos extranjeros vendrían a invertir (la geográficamente irresolubre vecindad con EU sería el atractivo); la lucha violenta se mantendría entre los exportadores legales para llegar al importador ilegal. Pero además, sin duda habría más de un emprendedor que voltearía los ojos al potencial mercado mexicano.

Suponiendo que Estados Unidos también despenalizara las drogas, (suponiendo porque de inmediato el gobierno de Obama ya ha dicho que no), México seguiría siendo el prioncipal terreno de atracción para los productores de otros países por su ineludible vecindad y entonces los productores mexicanos reclamarían la protección de su gobierno o se “protegerían” ellos mismos de su competidores legales.

Y ahora el crimen organizado no sólo se dedica al narcotráfico, sino que ha diversificado sus nichos de actividad (así se dice) y obtiene ganancias de secuestros, extorsiones, control de la piratería, venta de seguridad, cobros por “derecho de piso”… ¿habrá que despenalizar también estos delitos para acabar con ellos y las atrocidades que causan a sus víctimas?

Entre los muchos factores que dan origen a la comisión de delitos, uno de los más importantes es que un delincuente sabe que el costo que pagará por su acción es mínimo, si es que lo paga. En México, ya se sabe, sólo dos por ciento de quienes presuntamente cometieron un delito reciben una sentencia, que no es, en todos los casos, condenatoria.

El problema de la comisión de cualquier delito, desde el más pequeño hasta el más grande, es su impunidad. Y la impunidad, lamentablemente no se combate con varitas mágicas.

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