agosto 14, 2011

DE LO "COOL", A LO "INN"... ESTO ES FASHION.

En México, los ciudadanos están de moda. Es lo cool, se dice desde el esnobismo más ramplón; lo políticamente correcto. Hoy, nada que se respete o busque que se respete el respeto puede dejar de llevar en su denominación el apelativo “ciudadano”. El sustantivo común ha sido trucado en adjetivo calificativo, en un engaño en despoblado.

Hay que “ciudadanizar”. Todo: el gobierno, el Congreso, las instituciones, la candidaturas a cargos de elección popular… todo. Bueno, la exigencia de esta “la propuesta” incluye también la “ciudadanización” de algunas profesiones y oficios, sobre todo aquellos que esos ciudadanos a la moda creen que les dejarán alguna fama o ganancia. Como eslogan de los viejos tiempos, hoy “ciudadanizar es la solución”.

Una de las causas, quizás la principal, de esta moda es el bien ganado desprestigio de los gobiernos, partidos políticos, Iglesias, instituciones y de todos los que en ellos participan o, mejor dicho, participamos.

Por ello, los de moda no son todos los ciudadanos, sino sólo los “buenos” o los que ellos mismos se consideran así. Los que dicen luchan contra el gobierno, contra los partidos, contra los políticos, contra los medios de información tradicionales, contra los expertos reales que no les sirven para sus causas y creencias únicas, irreductibles, casi provenientes de una especie de dictado divino; aquellos que creen han logrado permanecer puros ante la contaminación, el mugrero generalizado que es esta sociedad, este país, este mundo y, probablemente, buena parte del universo. Así lo creen, aunque hayan sido y son parte de lo mismo. Somos.

Ésa es la nueva moda políticamente correcta y hasta contestataria. En otras palabras, la verdad es que es la nueva demagogia que ha venido a sustituir al antiguo discurso de las promesas del viejo régimen priista, ése que en lugar de haberse ido amenaza con regresar.

¿“Ciudadanizar” al gobierno? Bueno, empecemos por encontrar a alguien que esté en el gobierno, en cualquier nivel de cualquier partido, que no sea ciudadano. ¿Candidaturas “ciudadanas”? Informemos qué candidatos no han sido ciudadanos y, por lo tanto, violaron la ley. ¿Legisladores “ciudadanos”? Empecemos por decir quiénes no lo son. ¿”Ciudadanizar” a los partidos? Entonces, digamos qué son sus actuales dirigentes y militantes… Y súmele, en cualquier ámbito de la vida pública y también de la privada. Mañana, recuérdelo y apuéstelo, algunos de los “buenos ciudadanos” de hoy estarán en cargos públicos o en escaños y curules y desde ahí recibirán a otros que quizá se llamarán “ciudadanos reales” o algún otro eufemismo.

Los mexicanos no hemos aprendido luego de más de cien años que la demagogia es contraria a la democracia, impide su crecimiento, la anula. Por eso, al día siguiente de las elecciones los “buenos ciudadanos” se llaman a sorpresa, sin siquiera imaginar que los ciudadanos, sus conciudadanos, los que trabajan todos los días, que sufren los malos gobiernos, los malos servicios públicos, la inseguridad y la delincuencia organizada y la no organizada, los que combaten en sus cuadras a los narcomenudistas y a los ladrones, los que ganan su salario a punta de horas de trabajo, los que sueñan con un país mejor para su hijos, votan y lo hacen contra aquellos que predicaban los “buenos ciudadanos”.

Expertos en demagogia, los políticos, los reales, se suman a la nueva causa políticamente correcta. Siempre apuestan a ganar. Lo saben hacer. Como antes, prometen lo que saben que nunca van a cumplir. Ellos, al igual que los “ciudadanos buenos”, no quieren perder espacios en los medios de información, así sean lo que ahora se les llama despectivamente “medios tradicionales” y tampoco en las pomposamente llamadas “redes sociales”.

El juglar argentino Facundo Cabral decía que Vicente Fernández decía que Juan José Arreola le había dicho, —como se ha dicho desde hace más de mil años que el español es la lengua que ahora hablamos—, que los buenos ganarán siempre y cuando sean más que los malos. Éste es el principio básico de la democracia; lo demás es demagogia, moda pasajera en el mejor de los casos. La lucha inicia por combatir el engaño.

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