julio 25, 2011

LA CULPABILIDAD FUERA DE NUESTRO PAIS

Una de las pruebas de nuestra inimputabilidad en cuanto a la responsabilidad en los problemas que desde hace años enfrentamos, es la cantidad de culpables que hemos definido a lo largo del tiempo y el tipo de individuos que son. Siempre son políticos o empresarios encumbrados, y siempre están entre los más repudiados por los políticamente correctos.

Algunos son personajes en activo como La Maestra y Carlos Salinas y para los priistas, Ernesto Zedillo que fue, dicen, el responsable de haber sido echados de la Presidencia; además, si preguntare usted a cualquiera de “Los Cinco Magníficos” por los responsables de los males que enfrentamos en materia económica, la respuesta sería —sin dudar—: los priistas.

Todos ellos, más una larga lista que no se detiene en Díaz y Huerta, Maximiliano y Santa Anna y tampoco en Moctezuma y menos en Hernán Cortés y La Malinche, han sido y son blanco de nuestra irresponsabilidad así como pretexto lucidor para eludir toda culpa en cualquier tipo de problemas.

Desde hace casi un cuarto de siglo somos una economía abierta que participa activamente en la globalidad; sabemos del ir y venir de bienes y servicios y flujos de capital. Somos, para todo fin práctico, un país globalizado económicamente pero, ¿somos una sociedad con mentalidad global?

Un rasgo que distingue a las sociedades efectivamente globalizadas de las que no lo son, es que aquéllas buscan las causas de los problemas y a sus responsables con pleno apego a la ley; además, toman en cuenta las condiciones internas, las políticas públicas relacionadas con aquellos y las leyes aprobadas por su parlamento o congreso según sea el régimen político que se hayan dado.

Además, cuando se trata de política y políticos, los responsables de los problemas son determinados de manera objetiva y en la instancia correspondiente; no se evaden las responsabilidades que tienen en el surgimiento y posterior agravamiento de los problemas, tanto aquellos como los ciudadanos.

Esta conducta permite, además de encontrar a los responsables y conocer las causas de los problemas, determinar las mejores soluciones a cada problema. No se recurre a linchamientos mediáticos que en nada ayudan a la comprensión de los problemas, y menos a determinar responsabilidades y definir soluciones.

¿En Alemania se culpa hoy a alguno de los cancilleres que precedieron a la señora Merkel? ¿Ha sabido de algún linchamiento en Gran Bretaña a Tony Blair o Gordon Brown, primeros ministros laboristas que antecedieron al conservador David Cameron? ¿Alguien acusa hoy a la señora Thatcher, de ser la responsable de sus males económicos? ¿En España, alguien lincha a Felipe González?

Las preguntas podrían seguir y la respuesta sería, casi en todos los casos, un rotundo no; en esos países y en decenas más, políticos y ciudadanos buscan en sus decisiones y conductas las causas de los problemas que enfrentan. No seleccionan a uno o dos políticos y a algún empresario para canalizar hacia ellos todas las culpas y males para así eludir faltas y responsabilidades.

Lo nuestro es linchar, no juzgar: esto, lejos de ayudarnos exhibe nuestro atraso y aleja de las sociedades civilizadas. Muestra, esa propensión a linchar en sustitución del juicio de la autoridad correspondiente con un debido proceso, lo que somos; asimismo, exhibe la falsedad de lo que decimos ser.

¿Dejaremos algún día de linchar, para juzgar debidamente?

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