octubre 12, 2012

LA MEGA CARPA DE “SAN LAZARO”


El espectáculo alrededor de San Lázaro, no obstante lo repetido y desgastado, y la baja calidad histriónica de los que gritaban viejas consignas que ya hoy, a nadie mueven, no deja de sorprender.

La sorpresa no se debe, obviamente, a la nula conciencia política que exhiben los que sin tener algo productivo qué hacer —salvo el mitote callejero—, alborotan sin efecto práctico alguno; tampoco a su falsa disposición a “pelear por los intereses del proletariado y a detener –con la marea roja de su lucha– la nueva embestida de la burguesía”, sino a que aún hay por ahí decenas de ingenuos que acuden a la convocatoria de Gerardo Fernández para gritar consignas en sus actos dizque de protesta los cuales, lejos de despertar simpatía alguna por la causa que dice defender, avergüenzan a no pocos de los mismos que acudieron a su llamado.

También, debe decirse, la protesta absurda e inútil de Fernández Noroña y unos cuantos seguidores que le hacen coro afuera del Palacio Legislativo de San Lázaro, tiene en el seno de algunas bancadas, dos o tres seguidores y no pocos imitadores.

Estos últimos, en vez de entender la necesidad de cambiar una ley caduca que sólo ha beneficiado a unos cuantos pero no a los trabajadores y ofrecer argumentos que busquen construir el futuro, se lanzan al antepasado a hurgar en algún bote lleno de la basura ideológica que en los años treinta del siglo pasado era, como diría el clásico, “la mera ley”.

Da pena ver a quien uno consideraba inteligente e informado, plantear un discurso cuyo olor a naftalina marea; duele ver, al que durante años vivió la falta de futuro y el exceso de pasado que golpea a los más jodidos, regodearse hoy en las consignas de ese ayer dañino.

Duele, que aquél cuya honradez intelectual era ejemplo por su trabajo y entrega desinteresada aun cuando pudiera haber estado equivocado en algunos aspectos, se cobije hoy con las siglas de una de las muestras más burdas y ofensivas de la corrupción política.

Lo que hemos visto en San Lázaro, y lo escuchado en el seno de la Comisión de Trabajo y Previsión Social de la Cámara de Diputados en relación con la iniciativa para reformar la Ley Federal del Trabajo vigente, no debería sorprendernos.

Lo que vemos y escuchamos ahí, es expresión clara de este México que adora el pasado, que se resiste a concretar los cambios que desde hace años nos urgen para ponernos al día y participar (para aprovecharla), en la nueva realidad construida en el mundo durante estos últimos 50 o 60 años.

Duele pero debe decirse; ante la conducta de legisladores de los tres partidos de “izquierda”, no hay otro camino que unir las fuerzas de los que estén a favor de la modernización del país y el crecimiento económico, y sacar ésta y las otras reformas que faltan.

Los que son el lastre que nos impide avanzar, no tienen remedio; dejémoslos ahí con su megáfono gritando tonterías. Sin embargo, a los que ya viejos no se atreven a reconocer que en lo que creyeron sólo es hoy, dice Furet, “Le passé d’une illusion”, démosles el tiempo que necesiten para que mediante la autocrítica obligada, vean otra vez al futuro como no hace mucho hacían.

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