junio 23, 2012

SOMOS 132 + 1 – 2 X 3 = SOMOS CHAVOS

Cabe preguntarse en qué medida las recientes protestas juveniles reflejan la ausencia de respuestas institucionales satisfactorias ante los formidables retos de un futuro que se presenta cargado de incertidumbre. Apuntaré aquí algunos elementos que permiten comenzar a vislumbrar los rasgos esenciales del mundo venidero. No por afán especulativo o porque me crea profeta. Sino porque me gana el hábito de pensar el mundo en términos de “escenarios” y el afán de concebir estrategias para buscar salidas exitosas a las aparentes catástrofes. Menciono algunos: 1) la aceleración de la destrucción creativa; 2) la cada vez más rápida desaparición del trabajo asalariado y su remplazo por nuevas modalidades de colaboración descentralizada y no subordinada; 3) la erosión y gradual desaparición de los activos monetarios y su remplazo por registros digitales; 4) el debilitamiento creciente de los estados nacionales y el fortalecimiento de redes globales de intercambio y poder que no reconocen fronteras; 5) la sustitución creciente del consumo de bienes manufacturados y estandarizados por el disfrute de “experiencias” y la desaparición de la privacidad.

Habrá que analizarlos en detalle para ver cuáles son las mejores respuestas que México puede adoptar ante ellos.

México está urgido de nuevas instituciones que, como el seguro universal, reconozcan el valor económico y la contribución social de las nuevas modalidades de ocupación y recuperen la contribución creativa y productiva de todos, en especial de los jóvenes. El problema reside en que las generaciones venideras no están todavía presentes para hacerse escuchar y defender sus derechos, en el contexto de un proceso político sesgado hacia lo inmediato y dominado más por limitados intereses de grupo que por la atención al interés superior de la nación.

¿Si nuestros nietos y bisnietos pudieran hablar y votar hoy aprobarían el uso que hacemos de una riqueza que también les pertenece? Y no sólo me refiero a la riqueza petrolera que es tan sólo el ejemplo más dramático.

¿Estarían de acuerdo nuestros descendientes en que despilfarremos su patrimonio en efímeros dispendios, en vez de invertirlo sabiamente en sentar bases firmes para el bienestar futuro de los mexicanos? ¿Aprobarían la salvaje depredación que hoy hacemos del ambiente natural y cultural en que van a vivir? ¿O acaso sólo a sobrevivir? ¿Quién vela hoy por las próximas generaciones? Quizás ha llegado la hora de que, inmersos en el debate sobre las próximas elecciones, nos tomemos unos minutos para levantar la mirada y nos atrevamos a pensar en el futuro. Las naciones que hoy son ricas y poderosas lo son en gran medida porque, en el pasado, supieron tomar decisiones sabias en lo relativo a las transferencias intergeneracionales. Acumularon riqueza, saber y poder sacrificando el interés inmediato para ahorrar e invertir en beneficio de sus hijos y de los hijos de sus hijos. Y lo hicieron porque supieron mirar hacia el futuro con esperanza. Quizá hoy en México, en medio de las muchas atinadas propuestas de reforma política y construcción institucional que están a debate, convendría pensar en crear una procuraduría federal del futuro o bien una secretaría de la juventud, con atribuciones para vetar y suspender los actos de autoridad manifiestamente perjudiciales para el interés legítimo de las próximas generaciones; ser responsable de velar porque las políticas públicas consideren expresamente en su diseño e implementación los intereses legítimos de los jóvenes y sus puntos de vista, así como promover activamente la creación de oportunidades de desarrollo y bienestar para los jóvenes y para las generaciones venideras. Estas elecciones las ganará quien mejor sepa conquistar el voto de los millones de jóvenes, dando respuesta institucional a sus inquietudes.

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