No cabe duda que esta campaña ha servido, no sólo para poner en su lugar a dos políticos mediocres sino para exhibir, de ellos, sus facetas más negativas.
De la capacidad de mentir de López y proteger a delincuentes útiles a su causa, ya sabíamos; su conducta el 2006 y la que lo distinguió como Jefe de Gobierno, son prueba de ello. Esta vez, su comportamiento en el proceso electoral en curso, ha ratificado lo que bien le conocimos hace años.
A sus inclinaciones caciquiles e inclinación natural que le brota a las primeras de cambio para buscar en el pasado su modelo de gobernación, une el rechazo abierto de lo que bien ha funcionado en otros países. Confirmamos así, que López es, simple y sencillamente, un personaje del pasado que nació fuera de época.
Los años treinta del siglo XX habrían sido para él, el ambiente natural en el cual habría brillado intensamente; habría rivalizado, en materia de manipulación y cooptación con Lázaro Cárdenas el mayor, no con el menorcito que por ahí pulula usufructuando nombre y apellido.
En el caso de Vázquez, conocida para muchos desde hace años debido a sus limitaciones varias de las cuales ha dado muestras claras y abundantes, sorprendió la exhibición de ciertas facetas que algunos jamás imaginamos tendría.
A la mojigatería y visión distorsionada de la sexualidad que exhibió con su “cuchi-cuchi”, aúna el aldeanismo propio de ignorantes más que de quien ha defendido durante años, tanto en público como en privado la globalidad, la economía de mercado y la contratación del recurso humano altamente calificado al margen de su origen.
La visión pueblerina que exhibió con su crítica pedestre del anuncio del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto de contratar -en caso de llegar a la Presidencia de la República- al policía colombiano Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, es, además de un desatino, una muestra de estupidez política.
¿Cuál es la verdadera Vázquez? ¿La que ha elogiado la apertura económica, la globalidad y la incorporación a ella, y la necesidad de construir una economía de mercado que integre los grandes avances que beneficiarían al consumidor y la intensa competencia que le es consustancial, o la que con visión pueblerina dice apoyar a marinos y soldados mexicanos —porque ella sí confía en ellos—, además de no requerir “apoyo extranjero” para combatir a la delincuencia?
¿Acaso marinos y soldados —según ella menospreciados por Peña Nieto—, combaten con flechas y mazos aztecas no con tecnología de punta desarrollada en otros países? ¿Acaso el Ejército y la Marina no contratan asesores extranjeros para capacitarse en el uso óptimo de radares, aviones y helicópteros?
La autarquía (política de un Estado que intenta bastarse con sus propios recursos) que defiende Vázquez, refleja el complejo de inferioridad que produce en nuestra mentalidad una economía cerrada; exhibe aquélla, con su visión aldeana, la hipocresía que desde hace años practica con tal éxito, que engatusó a dos analistas serios que erróneamente supuse eran capaces de distinguir lo auténtico de lo falso.
Agradezcamos pues al proceso electoral en curso que, además de ratificar el carácter de López, nos permitió conocer a la Vázquez real, no a la que ella misma inventó.
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