De entrada debo decir que leo a Carlos Mota en Milenio Diario; además, escucho su segmento en el noticiario Milenio Televisión. Algunas veces coincido con sus planteamientos; en otras, los acepto parcialmente y en no pocas ocasiones, difiero completamente de lo planteado por él. Dicho esto, pienso que esta vez dio el campanazo.
El título de su colaboración de ayer: “Lo mejor del G20 fue… ¿la foto?”, resume de manera brillante una reunión que me atrevería a calificar de inútil y onerosísima para México. La construcción de un “centro de convenciones” –a mata caballo y aún inconcluso–, en un destino playero sin vocación para el tipo de reuniones que requieren ese tipo de infraestructura, fue resultado, otra vez, de una ocurrencia, un capricho o una decisión apresurada que careció del debido análisis y la obligada evaluación de la inversión realizada.
Pero dejemos de lado estos detalles que en su totalidad conoceremos en los próximos años, y concentrémonos en la reunión de Los Cabos. Los participantes en las discusiones trascendentes –no en la morralla que quisimos vender como monedas de oro–, ya están otra vez en lo suyo; Hu Jintao, Merkel, Hollande, Rajoy, Cameron, Monti, Putin y Obama, han regresado a lo que les preocupa y ocupa.
La crisis en zona euro y sus efectos en Europa, Estados Unidos, China y Rusia, es la prioridad para aquellos ocho; temas que quisimos vender como fundamentales, fueron colocados en la justa dimensión que hoy tienen para disgusto de un ejército de aduladores de Calderón.
La realidad económica estructural que evidenció la crisis que estalló a fines de 2007 y que aún no termina, no es fácil de enfrentar; las limitaciones estructurales que en decenas de países muchos políticos ocultaron –por decenios– mediante un endeudamiento cada vez mayor antes que aceptar que lo único prudente era parar la borrachera y pedir la cuenta, tienen al mundo a punto de entrar –otra vez–, en una recesión de efectos imprevisibles.
Hoy, no hay país que esté a salvo de los efectos negativos que un nuevo proceso recesivo tendría en su economía; lo hecho para reducir o contrarrestar los efectos de la crisis y recuperar la senda del crecimiento, no han tenido los resultados esperados por quienes confiaron en que la inyección de liquidez bastaría, otra vez, para volver a lo de siempre: más deuda, y echar el problema para adelante.
Las causas de lo que vemos, son muy profundas; para enfrentarlas y dar solución a los problemas actuales, se requiere algo más que liquidez. Los cambios estructurales y las medidas dolorosísimas que deberemos tomar son, piensan los políticos, la derrota electoral.
En esta cruda realidad, sorprende el triunfalismo del que seguimos haciendo uso para vender otra, que además de ser falsa ni siquiera da votos al que la quiere hacer pasar como verdadera.
Mejor sería prepararnos para una etapa difícil, que exigirá de todos mesura y objetividad; exigirá valentía y convicción para aceptar las reformas profundas a las que les llegó la hora: reformas que sentarán las bases del México que debimos haber empezado a construir hace 40 años.
De ahí que coincida, esta vez, con Carlos Mota; lo mejor de la reunión en Los Cabos, fue la foto.
¡Sí, sólo eso!
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