junio 23, 2012

COVENCER PARA VENCER

¿No decían que Enrique Peña Nieto no tenía ideas? Pues bien que las tiene y han sido recopiladas con esmero y excelente organización por Heriberto Galindo Quiñones en un bien diseñado volumen de 375 páginas, editado por Fontamara, bajo el título Ideas e ideales de Enrique Peña Nieto. El pulcro y elegante volumen tiene diez capítulos y un apéndice. Los capítulos: 1) Repensar a México, 2) Valores Políticos, 3) Democracia, 4) El Estado, 5) Seguridad integral, 6) Seguridad social, 7) Seguridad económica, 8) Seguridad pública, 9) Educación y, 10), Medio ambiente. El Apéndice: El Estado de México. Una experiencia de gobierno. En ellos se recopilan ordenadamente “los párrafos más significativos de los discursos, mensajes, informes, artículos, conferencias y entrevistas del ahora candidato con medios de comunicación desde que tomó posesión de la gubernatura del Estado de México hasta el registro formal de su candidatura ante el IFE el 12 de marzo de 2012”. Eso significa, sin duda, que el rico material generado en la campaña presidencial habrá de esperar a un segundo volumen, que esperemos no demore demasiado.

El contenido del libro confirma con creces lo que en su momento afirmé en mi Metamorfosis titulada “El saber político de Enrique Peña Nieto”, a saber: su propuesta convence y está llamada a vencer, porque no está construida con saberes librescos, sino con el conocimiento y la sensibilidad que un gran político adquiere al saber escuchar e interpretar los anhelos del pueblo, de la mayoría. Es con ese saber con el que se triunfa en las elecciones y se gobierna con éxito en un Estado eficaz. Ese es el saber que a Enrique Peña Nieto le basta y le sobra.

¿Quién mejor que Heriberto Galindo, discípulo predilecto de don Jesús Reyes Heroles, para emprender la tarea de esta atinada y oportuna recopilación? En su prólogo al libro, Galindo se refiere a cómo las reformas políticas, de impronta priista, de 1977 y 1996, crearon las instituciones electorales autónomas e hicieron posible la alternancia pacífica en el poder. Heriberto consigna cómo “el primer gobierno surgido del PAN recibió un país en paz (…) y una economía con estabilidad macroeconómica que crecía al seis por ciento anual”.

Galindo señala que los resultados de la gestión panista han sido “decepcionantes” y cómo “la decisión de (Felipe) Calderón “declarar la “guerra” al narcotráfico” ha “creado una situación de alto riesgo para la viabilidad del país” en la que “la figura de Enrique Peña Nieto adquiere particular relevancia, tanto por los resultados excepcionales de su gestión como gobernador del Estado de México, como por la pertinencia de sus propuestas de alcance nacional”. Es cierto que no hay soluciones mágicas a los problemas de México, salvo una que casi lo sería: un alto crecimiento económico que en pocas décadas elimine la subocupación. Un político de gran visión y resultados, lo que hace es aportar el liderazgo necesario para que todos y cada uno entreguemos lo mejor de nosotros. Enrique Peña Nieto es hoy el político mejor calificado para resolver las crisis que tiene estancado a México.

La atinada recopilación editada por Heriberto Galindo demuestra que Enrique Peña Nieto no sólo tiene ideas, tiene ideales. Ideales e ideología, pero no fanatismo ciego ni intolerancia incendiaria e irresponsable. Don Jesús Reyes Heroles, alguna vez, comparó al fanatismo ideológico con una droga que corrompe a los pueblos y destruye la democracia. Nada más lejos de Enrique Peña Nieto que el fanatismo intolerante y el autoritarismo que es siempre su nefasta consecuencia. Aprendió a hacer política democrática y con sus armas, con la práctica de “convencer para vencer”, se acerca al triunfo claro e inobjetable el próximo 1 de julio. Su ideal es la democracia y, con ella, va a renovar a México con paz y prosperidad para todos.

¡MEXICANOS Y MEXICANAS!

Frente al caos, la violencia y la sangre, Vicente Fox ha demandado reiteradamente el urgente restablecimiento de la paz: “¡Ya basta!, que termine la guerra y México alcance la paz”. “El regreso a la paz significa el regreso del crecimiento, de la inversión, de los empleos, de la atención a la educación, a la salud, a la reducción de la pobreza”. En diversos foros, Fox ha insistido en que, para alcanzar la paz, se requiere un cambio de estrategia, se requiere un estilo de gobierno que privilegie la vida sobre cualquier otra cosa. “Todos los seres humanos somos rescatables”, ha expresado. También ha señalado que las palabras “abatir” “acabar con”, etcétera, connotan aniquilamiento, eliminación, y esto es inaceptable en un régimen de pluralidad democrática donde todos los puntos de vista e intereses legítimos tienen cabida, en el marco de la legalidad. Vicente Fox ha insistido en que es imprescindible regresar a un régimen de legalidad, de derechos humanos, de procesos jurídicos apegados a derecho. Ha reiterado que es necesario “un régimen de paz, humanismo y concordia”. Fox ha sido enfático: el país y los ciudadanos pagamos un gran costo si esta guerra continúa.

Referente al proceso electoral, Vicente Fox ha mencionado con insistencia que son precisamente los candidatos quienes deben fijar su posición en estos temas vitales para el futuro de nuestro país. Asimismo ha expresado que el temor ahora dominante debe ser sustituido por un clima de paz, armonía y humanismo, “donde todos los mexicanos nos apliquemos en el trabajo, en la solidaridad y en la construcción de una gran nación, hogar de nuestras familias y de nuestros hijos”. Fox tiene mucha razón y sus señalamientos son pertinentes y oportunos. México requiere con urgencia, no más, pero no menos, una normalidad democrática que permita elegir en paz y transmitir el poder sin sobresaltos a un gobierno legítimo capaz de concertar democráticamente los cambios necesarios para devolver a todos los mexicanos, pero sobre todo a los jóvenes, la esperanza en un porvenir de oportunidades y no de frustración.

Es indispensable que de las elecciones federales de 2012 resulte un gobierno con legitimidad y márgenes de maniobra suficientes para restablecer la paz. Sólo la restauración de la concordia nacional y un gobierno legítimo, con amplio sustento democrático, permitirán a México desplegar una estrategia que responda de manera eficaz a la violencia criminal. Para asegurar ese resultado, es urgente asumir, todos, un compromiso con la normalidad democrática. El ánimo y la conducta de todos los actores del proceso político, sean éstos políticos o no, deben ser por necesidad serenos y ecuánimes. Las elecciones no son batallas para aniquilar a supuestos enemigos históricos. Son sólo elecciones: procesos legítimos para elegir a los legítimos titulares de los poderes legales del Estado. Elecciones legales, con resultados legítimos, no más, pero tampoco menos.

El ¡ya basta! de Vicente Fox debe ser escuchado y atendido. No sólo porque le asiste la razón y le avala la sangrienta evidencia del fracaso de una estrategia que insiste en combatir a la violencia sólo con más violencia, así sea ésta la legítima violencia del Estado. Fox recoge la misma filosofía que en su momento aplicó Jesús Reyes Heroles, el grande, al plantear la reforma política de 1977 y dar término a la vergonzosa “guerra sucia”: “Apelemos a la fuerza de la política y no a la política de la fuerza”. Confiemos en que, llegado el momento oportuno, Vicente Fox coadyuvará a promover los acuerdos necesarios para revertir, sin demora y de manera perceptible para las grandes mayorías, el clima de zozobra, estancamiento y desesperanza en el que México languidece. Los actores más importantes del proceso político deben, desde ahora, tomar posiciones claras frente al ¡ya basta! de Vicente Fox.

SOMOS 132 + 1 – 2 X 3 = SOMOS CHAVOS

Cabe preguntarse en qué medida las recientes protestas juveniles reflejan la ausencia de respuestas institucionales satisfactorias ante los formidables retos de un futuro que se presenta cargado de incertidumbre. Apuntaré aquí algunos elementos que permiten comenzar a vislumbrar los rasgos esenciales del mundo venidero. No por afán especulativo o porque me crea profeta. Sino porque me gana el hábito de pensar el mundo en términos de “escenarios” y el afán de concebir estrategias para buscar salidas exitosas a las aparentes catástrofes. Menciono algunos: 1) la aceleración de la destrucción creativa; 2) la cada vez más rápida desaparición del trabajo asalariado y su remplazo por nuevas modalidades de colaboración descentralizada y no subordinada; 3) la erosión y gradual desaparición de los activos monetarios y su remplazo por registros digitales; 4) el debilitamiento creciente de los estados nacionales y el fortalecimiento de redes globales de intercambio y poder que no reconocen fronteras; 5) la sustitución creciente del consumo de bienes manufacturados y estandarizados por el disfrute de “experiencias” y la desaparición de la privacidad.

Habrá que analizarlos en detalle para ver cuáles son las mejores respuestas que México puede adoptar ante ellos.

México está urgido de nuevas instituciones que, como el seguro universal, reconozcan el valor económico y la contribución social de las nuevas modalidades de ocupación y recuperen la contribución creativa y productiva de todos, en especial de los jóvenes. El problema reside en que las generaciones venideras no están todavía presentes para hacerse escuchar y defender sus derechos, en el contexto de un proceso político sesgado hacia lo inmediato y dominado más por limitados intereses de grupo que por la atención al interés superior de la nación.

¿Si nuestros nietos y bisnietos pudieran hablar y votar hoy aprobarían el uso que hacemos de una riqueza que también les pertenece? Y no sólo me refiero a la riqueza petrolera que es tan sólo el ejemplo más dramático.

¿Estarían de acuerdo nuestros descendientes en que despilfarremos su patrimonio en efímeros dispendios, en vez de invertirlo sabiamente en sentar bases firmes para el bienestar futuro de los mexicanos? ¿Aprobarían la salvaje depredación que hoy hacemos del ambiente natural y cultural en que van a vivir? ¿O acaso sólo a sobrevivir? ¿Quién vela hoy por las próximas generaciones? Quizás ha llegado la hora de que, inmersos en el debate sobre las próximas elecciones, nos tomemos unos minutos para levantar la mirada y nos atrevamos a pensar en el futuro. Las naciones que hoy son ricas y poderosas lo son en gran medida porque, en el pasado, supieron tomar decisiones sabias en lo relativo a las transferencias intergeneracionales. Acumularon riqueza, saber y poder sacrificando el interés inmediato para ahorrar e invertir en beneficio de sus hijos y de los hijos de sus hijos. Y lo hicieron porque supieron mirar hacia el futuro con esperanza. Quizá hoy en México, en medio de las muchas atinadas propuestas de reforma política y construcción institucional que están a debate, convendría pensar en crear una procuraduría federal del futuro o bien una secretaría de la juventud, con atribuciones para vetar y suspender los actos de autoridad manifiestamente perjudiciales para el interés legítimo de las próximas generaciones; ser responsable de velar porque las políticas públicas consideren expresamente en su diseño e implementación los intereses legítimos de los jóvenes y sus puntos de vista, así como promover activamente la creación de oportunidades de desarrollo y bienestar para los jóvenes y para las generaciones venideras. Estas elecciones las ganará quien mejor sepa conquistar el voto de los millones de jóvenes, dando respuesta institucional a sus inquietudes.

¿ESTANCADOS O EN MOVIMIENTO?

En los últimos días y en respuesta a los planteamientos de Peña Nieto y de otros candidatos priistas acerca de la marcha de la economía, han aparecido artículos de quienes los refutan y concluyen que la marcha de la economía es hoy, por decir lo menos, buena.

Dejo de lado sus intentos por ridiculizar lo que aquellos afirman, y voy a lo que dos de ellos han escrito estos días; Arturo Damn en La Crónica -Economía, ¿qué tan mal?- y Fernando Amerlinck en la página Asuntos Capitales -¿Ochenta años… de qué, señor Peña?- www.asuntoscapitales.com, dan sólo cifras para demostrar que estamos bien y la economía avanza, que no está detenida.

Difiero de ambos; sus argumentos son efectos de causas que no aparecen en sus artículos; dejan de lado lo fundamental: la falta de reformas. Afirman que las cifras de estos 12 años, son mejores en todos sentidos a las de los años previos al 2000; ¿basta eso para probar que la economía no está detenida, y que estamos bien?

¿Por qué no comparar lo hecho con lo que otros hicieron estos 12 años? ¿Por qué en estos casi seis años de la presente administración —del 30 de noviembre de 2006 a la fecha—, nuestra economía no creó ni siquiera dos millones de empleos formales? ¿Acaso se debe, como señalan algunos, a la crisis que nos llegó de fuera? Es decir, ¿no hay causas internas que expliquen esa ridícula cantidad?

Tres párrafos de la colaboración de Fernando merecen ser transcritos; en ellos, pienso se resume buena parte de su argumentación.

“A ver. ¿Está detenida la economía? Que yo recuerde, no se detuvo sino metió reversa en 1976, 1982, 1987, 1994 y 1995, cuando la economía se manejaba desde Los Pinos. Las reservas de divisas literalmente se disipaban en días. Las catástrofes económicas eran repentinas, sorpresivas, traumáticas y traicioneras, todas ellas 100% gestionadas por mexicanos.

Al final de alguno de aquellos regímenes, las reservas no llegaban a 100 millones de dólares. Hoy rebasan 156,000, con más de 6% en oro. Y hay una línea con el FMI por 70,000 más. Uy, cuán detenidos estamos.

Y dicen los mismos propagandistas que antes México era destino para la inversión extranjera pero ya no. Ah, caray. Yo sabía, por ejemplo, que México es potencia automovilística mundial; Nissan, Mazda y Honda han decidido poner plantas aquí y México ya rebasó al presumidote Brasil en ese terreno. Tampoco coligen que China está un poquito más lejos que México del mayor mercado del mundo, y que cada vez se cierra más la brecha entre los costos chinos y los mexicanos.”

Si intentare refutar lo dicho ahí, erraría; prefiero usar otro argumento para demostrar que nuestra mediocre economía está detenida: la falta de reformas estructurales. Si bien la responsabilidad de esto es de la clase política, la mayor parte de la misma recae en el gobierno en turno. De ahí que tomar sólo las cifras del PIB o el monto de las reservas como hacen ambos, nos llevaría a eludir la causa que explica nuestra mediocridad económica y el poco o nulo crecimiento.

Por último, señalo dos cosas; la primera, Fernando se equivoca cuando da como uno de los argumentos para dar su voto a Josefina, el que sea “… la única que ha traído a México a varios premiados con el Nobel de economía.” La segunda, pedirle que lea por favor las colaboraciones de ambos; además de valer la pena por su visión y conocimientos económicos, ambos son de una alta honradez intelectual.

¿Y SIRIA?

Si nos atenemos a lo que los tres principales diarios del mundo publicaron lunes y martes —The New York Times, The Wall Street Journal y Financial Times—, se comprueba lo que varios aseguramos en relación con los resultados de la Reunión del G20 en Los Cabos.

Ésta, dejó de lado todo lo que era y será por mucho tiempo secundario; como cabía esperar, las discusiones se centraron en lo que importa a los pocos que deciden el rumbo del mundo: la crisis que enfrenta Europa y sus consecuencias para el resto del planeta, así como la situación en Siria para Estados Unidos y Rusia.

Atrás quedaron las inútiles y onerosísimas reuniones donde decenas de burócratas apantalla tarugos se hacían llamar “sherpas” y definían, según ellos, “la nueva agenda del mundo”.

Los que debimos aguantar en alguna reunión a una de estas sherpas, con dificultades conteníamos la risa ante frases pomposas y autoelogios carentes de sustancia y sustento. Olvidan muchos, como aquélla, que el G20 y sus resoluciones no son vinculantes; es decir, a nada y a nadie obligan pues son, para decirlo claro, simples llamadas a misa. De ahí que sorprenda la ingenuidad de altos funcionarios mexicanos —entre ellos el secretario de Economía—, que definen esta reunión inútil como un parteaguas.

Preguntemos pues, ¿cuál fue el fruto real y efectivo de esta reunión del G20? Espero no estar equivocado pero, pienso que el único fue asegurar un nuevo trabajo para Felipe Calderón en algo relacionado con la protección del medio ambiente. Además, el comunicado mismo —filtrado a una importante agencia de noticias—, se queda en la conocida generalidad que permite a los participantes acomodarlo a sus necesidades políticas. ¿Qué acciones veremos como consecuencia de esta reunión? La verdad, ninguna. Las que se verán en relación con los problemas de la Zona Euro y la Unión Europea, son las que de una u otra forma se tomarían sin esta onerosísima reunión donde, diría Quadri, México fue convertido en la versión internacional del Salón Riviera.

Por otra parte, la pretensión de influir en la escena internacional que ha obsesionado a nuestros presidentes, prácticamente desde 1964 con López Mateos y las excepciones de rigor —Díaz Ordaz, De la Madrid y Zedillo—, se ha topado con la realidad que define lo que podemos ser y hacer en los asuntos internacionales.

Grandes pifias han cometido nuestros jefes de Estado durante su encargo en materia de presencia internacional; hoy, con nuestro volumen de comercio exterior que no es despreciable y una participación activa en la globalidad, nada somos en donde se decide el futuro del mundo. Si hoy nada somos, ¿imagina el peso que teníamos cuando nuestra economía era una de las más cerradas del mundo?

Sin embargo, la habilidad de aquellos políticos era tal, que nos hicieron creer que en materia de presencia internacional éramos casi los “One and Only”; tan hábilmente nos vendieron esto y tantos “intelectuales” lo promovieron, que aún hoy no pocos suspiran por esos tiempos en los que México, dicen, era un actor de primer nivel en la escena política internacional.

Regresemos mejor a la realidad; si queremos realmente influir en la escena internacional, empecemos por hacer la tarea adecuando nuestro caduco y absurdo marco jurídico, a la realidad que priva en el mundo desde, cuando menos, hace 40 años.

Lo demás, búsqueda onerosa e infructuosa de votos.

CRISIS EN LA ZONA EURO

De entrada debo decir que leo a Carlos Mota en Milenio Diario; además, escucho su segmento en el noticiario Milenio Televisión. Algunas veces coincido con sus planteamientos; en otras, los acepto parcialmente y en no pocas ocasiones, difiero completamente de lo planteado por él. Dicho esto, pienso que esta vez dio el campanazo.

El título de su colaboración de ayer: “Lo mejor del G20 fue… ¿la foto?”, resume de manera brillante una reunión que me atrevería a calificar de inútil y onerosísima para México. La construcción de un “centro de convenciones” –a mata caballo y aún inconcluso–, en un destino playero sin vocación para el tipo de reuniones que requieren ese tipo de infraestructura, fue resultado, otra vez, de una ocurrencia, un capricho o una decisión apresurada que careció del debido análisis y la obligada evaluación de la inversión realizada.

Pero dejemos de lado estos detalles que en su totalidad conoceremos en los próximos años, y concentrémonos en la reunión de Los Cabos. Los participantes en las discusiones trascendentes –no en la morralla que quisimos vender como monedas de oro–, ya están otra vez en lo suyo; Hu Jintao, Merkel, Hollande, Rajoy, Cameron, Monti, Putin y Obama, han regresado a lo que les preocupa y ocupa.

La crisis en zona euro y sus efectos en Europa, Estados Unidos, China y Rusia, es la prioridad para aquellos ocho; temas que quisimos vender como fundamentales, fueron colocados en la justa dimensión que hoy tienen para disgusto de un ejército de aduladores de Calderón.

La realidad económica estructural que evidenció la crisis que estalló a fines de 2007 y que aún no termina, no es fácil de enfrentar; las limitaciones estructurales que en decenas de países muchos políticos ocultaron –por decenios– mediante un endeudamiento cada vez mayor antes que aceptar que lo único prudente era parar la borrachera y pedir la cuenta, tienen al mundo a punto de entrar –otra vez–, en una recesión de efectos imprevisibles.

Hoy, no hay país que esté a salvo de los efectos negativos que un nuevo proceso recesivo tendría en su economía; lo hecho para reducir o contrarrestar los efectos de la crisis y recuperar la senda del crecimiento, no han tenido los resultados esperados por quienes confiaron en que la inyección de liquidez bastaría, otra vez, para volver a lo de siempre: más deuda, y echar el problema para adelante.

Las causas de lo que vemos, son muy profundas; para enfrentarlas y dar solución a los problemas actuales, se requiere algo más que liquidez. Los cambios estructurales y las medidas dolorosísimas que deberemos tomar son, piensan los políticos, la derrota electoral.

En esta cruda realidad, sorprende el triunfalismo del que seguimos haciendo uso para vender otra, que además de ser falsa ni siquiera da votos al que la quiere hacer pasar como verdadera.

Mejor sería prepararnos para una etapa difícil, que exigirá de todos mesura y objetividad; exigirá valentía y convicción para aceptar las reformas profundas a las que les llegó la hora: reformas que sentarán las bases del México que debimos haber empezado a construir hace 40 años.

De ahí que coincida, esta vez, con Carlos Mota; lo mejor de la reunión en Los Cabos, fue la foto.

¡Sí, sólo eso!



MOJIGATERIA Y VISION DISTORSIONADA

No cabe duda que esta campaña ha servido, no sólo para poner en su lugar a dos políticos mediocres sino para exhibir, de ellos, sus facetas más negativas.

De la capacidad de mentir de López y proteger a delincuentes útiles a su causa, ya sabíamos; su conducta el 2006 y la que lo distinguió como Jefe de Gobierno, son prueba de ello. Esta vez, su comportamiento en el proceso electoral en curso, ha ratificado lo que bien le conocimos hace años.

A sus inclinaciones caciquiles e inclinación natural que le brota a las primeras de cambio para buscar en el pasado su modelo de gobernación, une el rechazo abierto de lo que bien ha funcionado en otros países. Confirmamos así, que López es, simple y sencillamente, un personaje del pasado que nació fuera de época.

Los años treinta del siglo XX habrían sido para él, el ambiente natural en el cual habría brillado intensamente; habría rivalizado, en materia de manipulación y cooptación con Lázaro Cárdenas el mayor, no con el menorcito que por ahí pulula usufructuando nombre y apellido.

En el caso de Vázquez, conocida para muchos desde hace años debido a sus limitaciones varias de las cuales ha dado muestras claras y abundantes, sorprendió la exhibición de ciertas facetas que algunos jamás imaginamos tendría.

A la mojigatería y visión distorsionada de la sexualidad que exhibió con su “cuchi-cuchi”, aúna el aldeanismo propio de ignorantes más que de quien ha defendido durante años, tanto en público como en privado la globalidad, la economía de mercado y la contratación del recurso humano altamente calificado al margen de su origen.

La visión pueblerina que exhibió con su crítica pedestre del anuncio del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto de contratar -en caso de llegar a la Presidencia de la República- al policía colombiano Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, es, además de un desatino, una muestra de estupidez política.

¿Cuál es la verdadera Vázquez? ¿La que ha elogiado la apertura económica, la globalidad y la incorporación a ella, y la necesidad de construir una economía de mercado que integre los grandes avances que beneficiarían al consumidor y la intensa competencia que le es consustancial, o la que con visión pueblerina dice apoyar a marinos y soldados mexicanos —porque ella sí confía en ellos—, además de no requerir “apoyo extranjero” para combatir a la delincuencia?

¿Acaso marinos y soldados —según ella menospreciados por Peña Nieto—, combaten con flechas y mazos aztecas no con tecnología de punta desarrollada en otros países? ¿Acaso el Ejército y la Marina no contratan asesores extranjeros para capacitarse en el uso óptimo de radares, aviones y helicópteros?

La autarquía (política de un Estado que intenta bastarse con sus propios recursos) que defiende Vázquez, refleja el complejo de inferioridad que produce en nuestra mentalidad una economía cerrada; exhibe aquélla, con su visión aldeana, la hipocresía que desde hace años practica con tal éxito, que engatusó a dos analistas serios que erróneamente supuse eran capaces de distinguir lo auténtico de lo falso.

Agradezcamos pues al proceso electoral en curso que, además de ratificar el carácter de López, nos permitió conocer a la Vázquez real, no a la que ella misma inventó.

PROMERTER ORO Y MORO

Desde siempre, los candidatos a puestos de elección popular han hecho de la promesa de otorgar beneficios sin distinción alguna, el mejor instrumento para obtener el voto ciudadano.

Prometer el oro y el moro sin detenerse en los pequeños detalles de la cuantificación de lo que costará lo prometido y sin precisar la fuente de donde vendría el recurso para financiarlo, ha sido la regla de observancia obligatoria en nuestras campañas.

Ayer, el peso estaba colocado en el qué; hoy, en muy pocas ocasiones, se habla ya de los cómos, pero lo que jamás se toca es la parte dolorosa del asunto la cual, han de pensar, lejos de dar votos, los quita: el con qué.

“¿Con qué ojos, divina tuerta?” dice la gente al escuchar una propuesta para la cual no hay fondos que permitan llevarla a la práctica; es lo mismo con los beneficios que los candidatos prometen hoy. Becas para todo aquél que estudia algo; pensión universal y servicio médico gratuito para los mayores de 65 años, y uniformes y libros de texto gratuitos para niños y jóvenes entre otros muchos beneficios, representan partidas presupuestales que deberían —como marca la ley— tener su propia fuente de financiamiento.

Al no saber de dónde provendrán los recursos para esos y otros beneficios a amplios grupos sociales —dadas las debilidades actuales del erario—, uno está tentado a exclamar: “¿Con qué ojos, divina tuerta?”

En tanto fuimos una economía cerrada, prometer y prometer sin cumplir tenía efectos cuyas consecuencias pocos entendían; además, el número de los que se atrevían a plantear públicamente el peligro que tal forma de hacer política representaba para la viabilidad del país, era aún más reducido.

La quiebra del modelo económico y los cambios que debimos realizar al abrir la economía en materia de finanzas públicas y otorgamiento indiscriminado de ciertos subsidios y beneficios “sociales”, nos llevó a justipreciar la necesidad de mantener la salud de las finanzas públicas y construir —poco a poco—, una nueva política de distribución de los recursos del erario.

Los avances recientes en la difusión masiva de información económica relevante, han empezado a dar como resultado una toma de conciencia en materia de asignación de los recursos públicos. Si bien esto es un proceso lento que parece no dar resultados concretos, no puede menospreciarse el nivel alcanzado.

Por ello, las promesas que implican un gasto hechas en campaña, deberían ser cuantificadas y acompañarse de la fuente de financiamiento correspondiente. Dicho de otra manera, “con qué ojos, divina tuerta” pagaremos lo prometido.

En el futuro, los candidatos deberían agregar al qué y al cómo, el temido con qué; de no hacerlo, exhibirían su irresponsabilidad y podrían, ahora sí, perder el voto en vez de ganarlo. El elector, se daría cuenta que en tanto no se le diga “con qué ojos”, la promesa sería un simple engaño.

A medida que aumenten los conocimientos del ciudadano —así fueren elementales— en materia de finanzas públicas y la asignación de partidas presupuestales, los candidatos deberán entender y aceptar que al qué y al cómo deberán agregar, so pena de perder votos, el hoy eludido con qué.

Por lo pronto, en esta campaña ya se salvaron de hablar del “con qué”; espero que en la próxima ya no.