agosto 21, 2011

POLÍTICA ELECTORAL... ECONOMÍA VISCERAL.

A medida que nos vamos acercando al 8 de septiembre, límite fijado por la ley para que el Ejecutivo haga llegar al Congreso el “Paquete Económico”, las declaraciones de algunos interesados en el contenido de algunas de las partes del mismo suben de tono para alcanzar, en unos casos, el insulto y la descalificación total.

A dichas descalificaciones e insultos —“En alguien debe caber la prudencia” solían decir los viejos de antes—, la Secretaría de Hacienda ha respondido con mesura, pero sobre todo, con argumentos sólidos y cifras y datos los cuales, a la fecha, nadie ha rebatido.

El más claro y reciente ejemplo de ello, es la conferencia de prensa y presentación del subsecretario Carlos Montaño sobre “La Evolución del Gasto Corriente” este martes.

Algunos de los interesados han respondido a lo difundido por Hacienda —más que con argumentos y datos sólidos—, con un espectáculo casi circense para consumo de las galerías donde lo que menos interesa es el nivel del gasto corriente; en aquél, lejos de buscar la verdad en los datos duros, sólo pretenden descalificar con cifras manipuladas las cuales —cuidado, se les podría revertir—, carecen del menor soporte.

Por desgracia, todo ahí ha quedado, pues no hay el menor intento de cotejar lo que se ofrece con la información oficial que como dijo el subsecretario Montaño: “… las cifras que estamos presentando aquí, son las cifras correctas…”

El más aguerrido de los declarantes —cuya verborrea, además de incontenible, es lamentable— podría, dado que es legislador,

solicitar al Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados que realice un análisis completo del contenido de los documentos que ha dado a conocer Hacienda en materia de deuda de los estados y los niveles de gasto corriente.

El profesionalismo, seriedad y capacidad técnica del personal del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, haría que realizaren una revisión profesional que pondría datos y cifras en su exacta dimensión y, en su caso, haría las rectificaciones que fueren necesarias o ratificaría lo aportado por Hacienda.

Además de la utilidad evidente del trabajo anterior, obtendríamos otro beneficio: dejar de una vez por todas la discusión estéril acerca de los datos proporcionados por el Ejecutivo pues la imparcialidad del Centro está fuera de toda duda, para pasar al análisis responsable de los temas que importan despojado, por fin, de la demagogia electoral que tanto daño genera.

En el manejo de datos, debemos ser muy cuidadosos y actuar con un alto sentido de responsabilidad, particularmente en temas críticos como la deuda de los estados y los montos de recursos públicos que se destinan a éste o a aquel rubro. Ver los datos duros a través del cristal de la política electoral, los intereses de grupo o la ideología, en nada y a nadie ayuda.

Hoy, ante las diferencias entre Hacienda y los que critican sus datos, imaginemos qué pasaría si una entidad imparcial y calificada ratificare la exactitud y corrección de las cifras de aquélla acerca de la deuda de los estados y los niveles de gasto corriente; ¿cómo quedarían los críticos que buscaban, solamente, desacreditar?

INDIGNACIÓN "DE PETATE"

Los movimientos juveniles, revueltas y protestas de 1968 no cuajaron en un cambio revolucionario, apenas lograron modificaciones en los sistemas capitalistas. Dejaron, eso sí, una estela de movimientos armados, rurales y urbanos, que fueron brutalmente reprimidos en Europa y América, México incluido.

Las inquietudes estudiantiles manifestadas en las calles, consiguieron apoyo de pensadores progresistas, los marxistas no sometidos a Moscú llegaron a imaginar que el impulso juvenil podía ser el detonador de una revolución socialista. Imaginaron el despertar del proletariado al que Marx y Lenin le vieron poderes sobrehumanos y altamente transformadores. El fantasma que recorría el mundo no era el comunismo, era el poder de la juventud, su impulso. El contexto internacional era complejo, de allí su éxito inicial: la naciente Revolución Cubana, el asesinato de Guevara, la guerra de Vietnam, los movimientos negros y hippies, el triunfo de Allende y la pugna entre potencias que se temían a causa de sus misiles nucleares. La mitad del orbe estaba teñida de rojo y existía un grupo de países que se hacían llamar no alineados, en rigor cercanos a las posturas socialistas.

Aquello desapareció. La caída del socialismo real, encabezado por la Unión Soviética, una malformación del marxismo clásico, atrajo el derrumbe de las esperanzas juveniles y el triunfo del capitalismo ahora llamado neoliberalismo. La globalización se hizo bajo los principios del modelo anglosajón. Desde entonces hemos vivido cambios, algunos brutales, pero ninguno realmente positivo. El capitalismo, más arrogante que nunca, impuso reglas y modalidades cruentas que de nuevo han creado condiciones de extremo malestar. Las naciones avanzadas se han hecho más ricas y las potencias se han convertido en emporios de ganancias. Las contradicciones no han desaparecido. La brecha entre ricos y pobres, las injusticias sociales, la incapacidad política, las clases ociosas, el fanatismo religioso y el racismo se han apoltronado en el mundo.

Amplios sectores juveniles mantienen viva a la izquierda; con la ayuda de las nuevas tecnologías informáticas al alcance de las masas, los jóvenes han encontrado maneras de enfrentar a sus enemigos y dar una pelea que avanza gradualmente. Países árabes comenzaron y les han seguido naciones como España, Chile e Inglaterra, donde están hartos de despilfarros, desempleo e injusticias, de pésimos gobiernos que no se atreven a la rebeldía contra los dictados, con frecuencia incoherentes, de la globalización. Los pretextos pueden ser distintos, para unos la miseria, para otros el racismo, para los demás la creciente torpeza gobernante y su imposibilidad de obtener transformaciones profundas y crear Estados laicos y sabios conductores de sus respectivas poblaciones. El término indignados se ha puesto de moda y sus filas aumentan. La comunicación es fácil y el enemigo común. En España se dio un paso al protestar contra la costosa visita del Papa. La nobleza, en donde queda, son costosas piezas de museo, cargas para la población. La educación en lugar de unir, divide y separa en clases sociales. Sabemos que ahora la cadena hacia el poder nace de la universidad privada, conservadora de suyo. En Chile pugnan por su gratuidad y tendencia a la igualdad. En EU el malestar arranca ante las promesas incumplidas de Obama: las tropas siguen en Afganistán e Irak, el gasto militar es brutal, la economía se fatiga y la defensa de los derechos humanos es una farsa como lo prueba Guantánamo. En México los problemas son mayores y bien los conocemos. Uno solo es culpable: el sistema político, partidos y clase gobernante.

Por ello, la indignación crece y aumenta su intensidad. Podría ser llamarada de petate, pero también el inicio de un cambio global poderoso que acabe con un sistema en más de un sentido aberrante.

LA CAPACIDAD DE IMPROVISAR CORRECTAMENTE

En el plano personal (sicológico) la seguridad “es la capacidad de improvisar correctamente”, de reaccionar con firmeza oportuna (puntual) ante los embates que nos hacen diariamente disputar a los demás pertenencias, conquistar anhelos, defender ideales, resolver los problemas (grandes y pequeños), en suma, competir emocionalmente; decidir en el placer y en el deber, elegir el protagonismo o el anonimato, abrir caminos y retroceder a tiempo sobre ellos o tomar los atajos de la conveniencia.

Los inseguros (por su vulnerabilidad interior) no saben vivir, carecen de la dosis de alegría y serenidad que reclama la aventura de cada día. A los inseguros públicos la tranquilidad nos la roba la amenaza realista de salir a la calle o el pavor de estar en casa.

Al nivel del Estado (obviamente democrático), la seguridad pública acaso sea algo similar con las debidas proporciones. La seguridad pública es una solución propicia y constante que permite la convivencia en términos aceptables, aunque nunca faltará un inadaptado o algunos que se atrevan a romper el orden establecido y transgredan lo más sagrado, preciado e irreparable. Pero esas irrupciones que pulverizan el orden público —por instantes— son excepciones a la regla de la normalidad democrática. La democracia con sus instituciones y sus procedimientos incentiva hábitos ciudadanos generalizados y garantiza comportamientos funcionariales que se ajustan a la legalidad. Si lo anterior se incumple se desencadenan responsabilidades ciertas y visibles.

A partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, la concepción de la seguridad nacional se diluyó con la de la seguridad pública, la primera constreñida a la defensa soberanista del territorio frente a los otros estados soberanos y la segunda antes limitada a la relativa paz en las calles y a la eficacia de los medios de respuesta estatales ante los siniestros (los intencionales y los naturales) y ante las agresiones que causan los que delinquen.

La seguridad pública (integral) es la percepción que disuelve temores razonables frente al ejercicio de las libertades de movimiento y de circulación. Es inevitable una legislación que prevea la actuación de los uniformados en la concurrencia temporal que amerita unan sus talentos y destrezas para perseguir con inteligencia (indagatorias científicas) a los que trituran la legalidad para conducirlos con respeto ante el juez competente. Ojalá lleguemos a vivir con la seguridad de que cada quien responda por lo que hizo, por cómo lo hizo y en el caso de los gobernantes por lo que dejaron de hacer, la omisión de autoridad también puede ser asesina.

agosto 14, 2011

DIOS, DEVUÉLVENOS A "CANTINFLAS".

Resulta una buena señal que de entre las rejas burladas por los capos (fugas masivas), las detenciones espectaculares, las fosas clandestinas y los cerrojos violentados de las puertas de las casas honradas, reaparezca la sensible imagen de Cantinflas, que por el séptimo arte y, luego, mediante la reproducción de los filmes en la televisión, llegó y entró para quedarse en los hogares mexicanos.

Cantinflas, en estos días, y aunque no se había ido —permanece en aquellos que ya sumamos varias décadas—, entró en la vida de los mexicanos, y, acaso valga señalarlo, ingresó de modo entrañable. En contraste, los agentes de la seguridad, en tumbos lamentables —lo ha dicho la CNDH—, allanan las moradas sin orden judicial, y han asustado, lastimado y amenazado a los habitantes de miles de hogares profanados por no haber previas labores policiacas de inteligencia. Solo y de golpe, el cobarde despliegue de rudeza para que parezca que se avanza en la lucha contra la delincuencia.

Cantinflas fue un gigante en la cualidad virtuosa de lograr, con parlamentos graciosos, disparates y muecas, construir de súbito la risa aun a personas de distinta lengua, idiosincrasia y edad.

A los tristes y a los alegres, siempre les viene bien una dosis de humor que los revitalice; a los condenados a muerte y a los condenados a vida (decía Sabines), a los que sufren mucho y los que se duelen poco, les resulta indispensable de vez en cuando desatarse el corsé de las penas, aflojar las espuelas de las preocupaciones y los rencores. Aunque decían los mayores que “lo elegante es sonreír, y lo de tontos reír”, es falso: reír es resanarse por dentro para ponerse contento (conforme consigo mismo).

Cantinflas es rememorado con más urgencia que con la justicia que nos debe hacer a todos recordar y agradecer a los personajes célebres por su legado; el testimonio de sus obras se suspende en los péndulos de la historia. Se acude a Cantinflas en la efeméride del centenario de su nacimiento, más por la desesperada añoranza a ese páramo imaginario en el que el sin par peladillo de carpa, luego multifacético representante de los oficios más sencillos del medio urbano y rural, produjo la magia de dibujar la sonrisa reflexiva y sentimental en el rostro nacional.

Qué lástima que él, con Tintán y Chespirito (con su correspondiente originalidad), se ha muerto el género cómico que cumplían como servicio público esos gigantes del entretenimiento basado en el humorismo blanco.

Este post, se lo dedico con todo el corazón a la Dra. Tatiana Vidal... Mi todo, mi ser y "Pepe Grillo" que me hizo cabilar esta breve reflexión. Para ti, todo de mi.

MERCADOTECNIA AGRESIVA

Para vender es necesario detectar las oportunidades del mercado y la demanda de los clientes.

Desarrollar una estrategia de marketing agresiva es una oportunidad que los emprendedores no pueden desechar en tiempos de crisis, señalan expertos.

En medio de una economía con clientes deprimidos, la mercadotecnia es esencial no sólo para permanecer en el mercado, sino para incentivar las ventas y evitar la pérdida de clientes, dice el especialista en Estrategias de Marketing y asesor empresarial, Javier Esparza.

Las estrategias para vender deben cambiar igual que el comportamiento de la economía, ya que el nulo desarrollo de esta práctica atrae una deficiente atención y servicio al cliente, además de falta de enfoque en segmentos específicos y planes formales de ventas inexistentes.

"Parte fundamental del fracaso en ventas de una Pequeña y Mediana Empresa (Pyme) viene por no disponer de sistemas que les permitan detectar las oportunidades del mercado y las demandas de los clientes", dice el experto en Marketing, Enrique Gómez-Gordillo.

De acuerdo con el canal de Marketing y Publicidad de Microsoft, las Pymes son renuentes a la inversión en actividades publicitarias y promocionales, tienen una deficiente capacitación de su red de ventas y no toman en cuenta las quejas de los clientes.

La preocupación de las Pymes para afrontar la crisis global es latente: el 27% de ellas en Latinoamérica piensa invertir en marketing y ventas para promocionar mejor sus productos y servicios, según un estudio de UPS.

Básicos
Algunos consejos de los expertos para promover tu negocio en plena crisis económica sin morir en el intento:
1. Analiza tu negocio: lo primero que debes hacer es detectar tus deficiencias y convertirlas en áreas de oportunidad. La única forma de arreglar los problemas o defectos de tu negocio es tener un amplio panorama de la problemática, así podrás continuar las ventas aún en tiempos de crisis.
2.Evalúa tu mercado: es necesario hacer un análisis detallado para conocer cómo te va a pegar la crisis y en qué parte de tu organización recibirás el mayor impacto. Los expertos recomiendan evaluar la posibilidad de moverte temporalmente a un mercado con mayor oportunidad, sin perder de vista el eje de tu negocio.
3.Estar preparado para vender: La mayor parte de los empresarios desean vender y no se preparan para ello, sobre todo en el caso de quienes utilizan por primera vez promociones online sin medir el impacto. Los emprendedores se deben armar con todas las herramientas necesarias: página de Internet, capacitación para quienes están involucrados en el negocio y estructurar ofertas específicas para estos tiempos.
4.Actuar rápido: en tiempos de crisis es necesario privilegiar cualquier acción o venta que represente flujo de efectivo. Hay que ser cuidadosos para comprar y rápidos para vender, la clave es darle vuelta al dinero disponible el mayor número de veces.
5.No bases tu precio en la competencia: Esto es peligroso porque los costos que ellos utilizan para sus cálculos pueden tener poco o nada que ver con los suyos, sobre todo en el caso de proveedores, uso de tecnología y sus presupuestos. Los expertos recomiendan saber cuánto cobra la competencia sólo para confirmar que tus precios son realistas; si ves que tus cifras son muy inferiores, verifica para asegurarte de no haber dejado algo fuera del cálculo.

LA BESTIA HUMANA

He tomado el título de la novela del inmortal Zola, La bestia humana, para lamentar que arribamos a la segunda década del Siglo XXI con evidencias desalentadoras: los horrendos atentados en Oslo, demostración de odio racial expansivo, síntesis de la fobia al mestizaje cultural (fundamento de la igualdad humana); en casa, masacres en los reclusorios con fugas masivas de responsables de graves delitos; hallazgos macabros, cadáveres de personas secuestradas y de fosas con cientos de osamentas de inmigrantes que fueron torturados por narcotraficantes; tragedias como la del niño poblano mutilado por la explosión de la granada olvidada por militares en un paraje rural. Una lista infinita de sucesos deplorables que nos debieran hundir de dolor solidario, turbados —inmóviles— acaso confiamos que el poeta peregrino y el movimiento que lo acompaña haga los reproches a los representantes políticos y consiga las reformas que urgen para tratar de desterrar la impunidad criminógena que nos ahoga.

Comenzamos la era digital con las manos ensangrentadas, como las traían los ancestros antediluvianos: fundadores de la discordia —crímenes entre hermanos, parricidios, etcétera— según las referencias de los libros sagrados y memorias de las antiguas civilizaciones.

La confusión que la promesa democrática genera en muchos es una alarma encendida; dos mil años de atropellado camino democratizador parecen una inversión de energía infecunda, desde las enseñanzas de los grandes sabios de la Grecia clásica hasta las predicciones de los académicos y los científicos sociales de nuestros días. Dudar a estas alturas sobre la validez de las convicciones democráticas es un anuncio devastador, es remitir a una mazmorra la libertad mancillada, las lágrimas, el suplicio y el cansancio de tantos idealistas pacifistas y benefactores de la humanidad empeñados según sus ministerios y métodos en domesticar a la bestia humana, aplacar la feracidad que brota de sus entrañas a pesar de la “modernidad” que algunos creían antídoto al carácter bronco y salvaje de las gentes.

Los precursores de la idea del Estado y los que hoy lo defienden creyeron que la civilización es el acervo de la humanidad que afirma la distancia consciente entre los comportamientos primitivos y la democracia moderna que, se dice, es el resumen conveniente y esperanzador de la evolución social: lugar idóneo para vivir en armonía con la naturaleza (incluida la humana de los diferentes).

2012 EN EL 2011

Los enfrentamientos públicos entre los partidos políticos y las confrontaciones internas, también públicas, de los mismos que hoy causan escándalo son productos reales de un nuevo sistema político, que se confía avance en el rumbo de la democracia, por el que se decidió la mayoría de los mexicanos. Sin embargo, en muchos de ellos prevalecen todavía rasgos de la cultura del autoritarismo priista que resolvía cualquier diferencia o problema mediante la todopoderosa palabra del Presidente de la República. Por eso, para ellos, la ausencia ésta, es motivo de preocupación y escándalo.

Hoy, para fortuna de México, ninguna candidatura presidencial y mucho menos la Presidencia de la República será decidida por un ser omnipotente como fueron quienes ocuparon la Presidencia de la República en el priato. Hoy, para bien de México, las candidaturas presidenciales se deciden en los partidos, incluido el PRI, y al Presidente de la República lo eligen la mayoría de los ciudadanos. Por obvio en un sistema democrático, el logro parece muy poco, pero en México se consiguió hace apenas once años.

Hoy, contrario a la historia político electoral del país, se puede creer que el Presidente de la República podría imponer a su partido un candidato presidencial, pero también se tiene la absoluta certeza de que ese aspirante no tiene la seguridad de ganar las elecciones, que serán los electores —todos— quien definirán el resultado de la elección. Pese a ello, la cultura del autoritarismo priista revolotea y hay quienes equivocadamente esperan “la señal” que resolverá los conflictos.

No. Hoy en el PRI existen, se reconozca o no, dos reales precandidatos a la Presidencia de la República: Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones, cuyos destinos políticos —para bien de ellos y de México— no dependen del dedazo presidencial, ése que a la vista le hace tanta falta al PRI. Los priistas saben o deberían de saber que son ellos quienes definirán su propia candidatura presidencial, que tendrán que dialogar, negociar, conciliar, concertar. De no hacerlo ya se sabe el resultado: las dos candidaturas presidenciales priistas que no fueron definidas por el Presidente de la República en turno —las de Francisco Labastida Ochoa y Roberto Madrazo— son las que han perdido las elecciones, entre otras muchas razones por la falta de unidad entre los propios priistas. No será muy diferente el próximo julio en el caso de que no haya acuerdos internos.

En el PAN había siete aspirantes a la candidatura presidencial. Hoy quedan cinco. Algunos autoconsiderados analistas políticos suponen —porque creen que hay presuntas evidencias— de que el presidente Felipe Calderón tiene a uno o dos favoritos (Ernesto Cordero o Alonso Lujambio, según sea la “lectura” de esos analistas, en detrimento de las de Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Emilio González) en una reedición del dedazo priista. Si así fuera, el presidente Calderón estaría echando por la borda su propia historia política: la personal, la familiar y la institucional. Él, como nadie, conoce la historia de su candidatura presidencial. Pero, además, si los militantes panistas permitiesen esa imposición, estarían acabando con la tradición de la democracia interna de su partido para asumir la condición antidemocrática de sus contrarios históricos. Esa sería su mayor debilidad al enfrentar las próximas elecciones. El Presidente de la República y los panistas deberían saber bien que respetar su tradición democrática interna le daría a su candidatura presidencial una fortaleza que ahora no se ve.

En el PRD, no hay más precandidatos que Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard. Sin acuerdo interno —que parece que se reduce a que el actual jefe de Gobierno decline en favor del tabasqueño—, la previsión es que ambos serán candidatos y se repartan los votos que logren obtener las diversas corrientes políticas que los cobijan. Curiosamente, aunque buena parte de su origen lo explica, en el PRD hoy hace falta el equivalente a la antigua figura presidencial priista que designe a un candidato presidencial, al que todos se sumen sin objeción, como ocurría cuando López Obrador y Ebrard militaban en el PRI, pero parece que esos tiempos ya se han ido aunque algunos los añoren.

Si se tiene la cabeza fría y alejada de las especulaciones (los deseos, las conveniencias), es fácil concluir que a diez meses y medio de las elecciones presidenciales nadie ha ganado nada y nadie ha perdido todo. Para fortuna de México, estas elecciones presidenciales serán decididas, como ha ocurrido con las dos anteriores, por los ciudadanos que acudan a las urnas. Y la inmensa mayoría de ellos no milita en ningún partido político. La ventaja (y la desventaja) de la democracia.

DE LO "COOL", A LO "INN"... ESTO ES FASHION.

En México, los ciudadanos están de moda. Es lo cool, se dice desde el esnobismo más ramplón; lo políticamente correcto. Hoy, nada que se respete o busque que se respete el respeto puede dejar de llevar en su denominación el apelativo “ciudadano”. El sustantivo común ha sido trucado en adjetivo calificativo, en un engaño en despoblado.

Hay que “ciudadanizar”. Todo: el gobierno, el Congreso, las instituciones, la candidaturas a cargos de elección popular… todo. Bueno, la exigencia de esta “la propuesta” incluye también la “ciudadanización” de algunas profesiones y oficios, sobre todo aquellos que esos ciudadanos a la moda creen que les dejarán alguna fama o ganancia. Como eslogan de los viejos tiempos, hoy “ciudadanizar es la solución”.

Una de las causas, quizás la principal, de esta moda es el bien ganado desprestigio de los gobiernos, partidos políticos, Iglesias, instituciones y de todos los que en ellos participan o, mejor dicho, participamos.

Por ello, los de moda no son todos los ciudadanos, sino sólo los “buenos” o los que ellos mismos se consideran así. Los que dicen luchan contra el gobierno, contra los partidos, contra los políticos, contra los medios de información tradicionales, contra los expertos reales que no les sirven para sus causas y creencias únicas, irreductibles, casi provenientes de una especie de dictado divino; aquellos que creen han logrado permanecer puros ante la contaminación, el mugrero generalizado que es esta sociedad, este país, este mundo y, probablemente, buena parte del universo. Así lo creen, aunque hayan sido y son parte de lo mismo. Somos.

Ésa es la nueva moda políticamente correcta y hasta contestataria. En otras palabras, la verdad es que es la nueva demagogia que ha venido a sustituir al antiguo discurso de las promesas del viejo régimen priista, ése que en lugar de haberse ido amenaza con regresar.

¿“Ciudadanizar” al gobierno? Bueno, empecemos por encontrar a alguien que esté en el gobierno, en cualquier nivel de cualquier partido, que no sea ciudadano. ¿Candidaturas “ciudadanas”? Informemos qué candidatos no han sido ciudadanos y, por lo tanto, violaron la ley. ¿Legisladores “ciudadanos”? Empecemos por decir quiénes no lo son. ¿”Ciudadanizar” a los partidos? Entonces, digamos qué son sus actuales dirigentes y militantes… Y súmele, en cualquier ámbito de la vida pública y también de la privada. Mañana, recuérdelo y apuéstelo, algunos de los “buenos ciudadanos” de hoy estarán en cargos públicos o en escaños y curules y desde ahí recibirán a otros que quizá se llamarán “ciudadanos reales” o algún otro eufemismo.

Los mexicanos no hemos aprendido luego de más de cien años que la demagogia es contraria a la democracia, impide su crecimiento, la anula. Por eso, al día siguiente de las elecciones los “buenos ciudadanos” se llaman a sorpresa, sin siquiera imaginar que los ciudadanos, sus conciudadanos, los que trabajan todos los días, que sufren los malos gobiernos, los malos servicios públicos, la inseguridad y la delincuencia organizada y la no organizada, los que combaten en sus cuadras a los narcomenudistas y a los ladrones, los que ganan su salario a punta de horas de trabajo, los que sueñan con un país mejor para su hijos, votan y lo hacen contra aquellos que predicaban los “buenos ciudadanos”.

Expertos en demagogia, los políticos, los reales, se suman a la nueva causa políticamente correcta. Siempre apuestan a ganar. Lo saben hacer. Como antes, prometen lo que saben que nunca van a cumplir. Ellos, al igual que los “ciudadanos buenos”, no quieren perder espacios en los medios de información, así sean lo que ahora se les llama despectivamente “medios tradicionales” y tampoco en las pomposamente llamadas “redes sociales”.

El juglar argentino Facundo Cabral decía que Vicente Fernández decía que Juan José Arreola le había dicho, —como se ha dicho desde hace más de mil años que el español es la lengua que ahora hablamos—, que los buenos ganarán siempre y cuando sean más que los malos. Éste es el principio básico de la democracia; lo demás es demagogia, moda pasajera en el mejor de los casos. La lucha inicia por combatir el engaño.