febrero 07, 2012

¿Y EL CIUDADANO?

Uno de los espectáculos más pobres de nuestra clase política, es el que nos brinda cuando sus integrantes dan a conocer sus “propuestas”. El ciudadano, poco interesado en la política, no es tan tonto como los políticos piensan. Por el contrario, el hecho de tener que “perseguir diariamente la chuleta” le da una capacidad —que muchos políticos no tienen—, para definir cuáles de aquéllas son factibles de concretar a la vez que le serían de cierta utilidad.

El ciudadano de a pie, el que después de años de promesas y paraísos gratuitos irrealizables, y padecer políticos que no dejan esa costumbre perversa de prometer lo que saben es imposible concretar, se siente —de alguna manera— feliz de haber llegado al punto en el que se encuentra; dice, en las confianzas, “gracias a Dios estoy vivo”.

Califica como triunfo, el solo hecho de estar vivo; disfruta —en su modestia y penurias y a pesar de tanta promesa incumplida—, haber salido adelante por encima de los obstáculos que representan los políticos incapaces y mentirosos, cuando no corruptos. Para este ciudadano y su familia, el pasado no los derrotó; hoy, su problema es enfrentar, cada día, las siguientes 24 horas. Ése es su futuro, su horizonte; rara vez ven más allá porque lo inmediato los agobia.

La conducta de la casi totalidad de los políticos —¿En todos los países, o sólo aquí?— frente a la dolorosa realidad que enfrentan millones en México y en América Latina para no ir más allá, ¿es la misma en todos ellos? ¿El alud de promesas que no se cumplirán, por irrealizables o porque no hay la menor disposición para hacerlas cumplir, se ve también en los países de la región durante las campañas electorales?

El que busca ser reelegido o llegar por primera vez a éste o a aquel puesto de elección, ¿de qué les habla a los electores que decidirán su triunfo? ¿Del pasado y les promete un futuro irrealizable o como espera el ciudadano, del futuro mejor que deben, entre todos, construir?

Si revisáremos campañas realizadas en la región estos últimos tres años —durante los cuales el tema central era la crisis y sus efectos—, encontraríamos que las propuestas de los candidatos no planteaban corregir las causas de aquélla; es más, ni siquiera concretar las reformas que paliarían los efectos negativos de la siguiente crisis. Todos repetían el pasado y su carga perversa: prometer paraísos gratuitos e irrealizables.

Aquí y ahora, los precandidatos del PAN hacen exactamente lo mismo; se revuelcan gozosos en lo hecho ayer y anteayer: prometer paraísos gratuitos que jamás serán concretados. No han entendido que para que las promesas de un mejor futuro se hagan realidad, las propuestas deben ser viables; contar con los recursos para sufragarlas y con la necesaria, mas no suficiente voluntad política del gobernante y los legisladores para convertirlas en las reformas obligadas.

El ciudadano, con “el colmillo” crecido producto de lo visto y sufrido, sabe discernir entre las propuestas que los candidatos le hacen; escoge las que aquél le dice que son viables y al que las hace, le entrega su voto.

Bueno sería entonces que los candidatos del PRI y del PAN —pedírselo al otro es tiempo perdido pues él, como Rigo Tovar, es amor—, dejaren esa práctica perversa del pasado y nos dieren un poco de futuro viable el cual consistiría, básicamente, en añadir al qué, los cómos y el con qué. El primero sin duda lo hará; el segundo, lo dudo.

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