octubre 17, 2011

LA VENGANZA DE LOS LEGISLADORES

Hay que decir que no son todos, pero lo cierto es que muchos de ellos ni siquiera llegan al pase de lista para iniciar las sesiones en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Hace unas semanas, el primero de septiembre, con motivo de la instalación del periodo ordinario de sesiones y la entrega del V Informe presidencial a la Cámara de Diputados, muchos de los “representantes populares” pasaron lista y de inmediato abandonaron el salón de plenos, lo que motivó la molestia de varios de sus compañeros que leían el posicionamiento de sus partidos en la tribuna y la mayoría ni los escuchaba porque simple y sencillamente no estaban en sus curules.

Ha transcurrido un mes de actividades y el resultado es deplorable. La característica principal de los últimos 30 días ha sido el ausentismo: en ninguna de las diez sesiones ordinarias del pasado mes de septiembre se han presentado más de 350 de los 500 diputados. Y en dos ocasiones la Mesa Directiva ha tenido que suspender los trabajos ante la falta del quórum mínimo que exigen las reglas del recinto, que es de 251 legisladores, la mitad más uno.

Recientemente, en una reunión con líderes nacionales, el presidente Calderón los conminaba a que, si no estaban a gusto con los partidos que había en el país, formaran los suyos propios. O que si no estaban a gusto con el trabajo de los legisladores, se metieran a la política a corregir lo que no les parecía. He ahí el problema de la política mexicana: ¿De qué forma pueden los ciudadanos, organizados o no, pedirle cuentas a sus “representantes” y obligarlos a que, si no cumplen, se vayan?

Las vías de participación ciudadana en política están vetadas debido a que se trata de una actividad “monopolizada” a propósito por los profesionales de ese quehacer, que a través de los partidos legalmente registrados ante el IFE, las instancias electorales estatales o las agrupaciones políticas ciudadanas —con sus limitaciones— canalizan todo lo que hacen quienes “viven” de la política.

Otro botón de muestra exhibe esta realidad en México: las facilidades que se dan ellos mismos para faltar a las sesiones y justificar sus ausencias permite que, aun cuando no estén presentes, no se les haga el descuento de su dieta. El pasado 13 de septiembre, al final de la sesión, ya no se quedaron en sus curules 211 diputados. Una semana antes los trabajos se tuvieron que suspender porque en el salón de plenos sólo había… ¡¡¡86 diputados!!!

Ahora bien, los nombres de estos legisladores son de sobra conocidos por “brincar” de un partido a otro y de puesto en puesto sin rendir verdaderos resultados en eficiencia y productividad. El primer lugar en faltas lo sigue ocupando el ahora coordinador del Partido Nueva Alianza (de la maestra Gordillo), Jorge Kahwagi, quien registra siete inasistencias: cuatro no justificadas y tres sí. Es decir, sólo se ha quedado a tres sesiones.

Pero… ¿ante quién se queja el ciudadano? ¿Quién le hace caso ante cualquier observación en éste y otros sentidos del trabajo legislativo?

La ley no establece vías para la revocación del cargo por decisión ciudadana. Sólo una venganza entre los políticos puede terminar con la “carrera” de alguno de ellos sin que el pueblo pueda meter las manos para reclamarle su incompetencia.

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