octubre 17, 2011

"DEBATEFOBIA" ...EL TEMOR A SER EXPUESTO.

Dicen que nada hay peor para un mexicano, que le demuestren que es un tonto. El que alguien, con argumentos sólidos e inobjetables y en una discusión respetuosa exhiba nuestra ignorancia y demuestre que nada sabemos de ciertos temas, se toma como una ofensa que con toda seguridad, jamás olvidaremos.

Es más, si lo anterior se realiza en público, la ofensa es una agresión profunda que puede llevar, a más de uno, a obsesionarse con vengar la afrenta. Todavía peor, si el exhibido es un político, la reacción de éste puede ser altamente peligrosa para el insensato que no midió las consecuencias de lo que hacía.

Así somos, y difícilmente cambiaremos en los próximos años; por ello, ver un debate real, ríspido pero respetuoso y directo sin insultos entre candidatos a un puesto de elección popular, sigue siendo un anhelo de no pocos ciudadanos en este país y en algunos de América Latina.

Por el contrario, ¿por qué en Estados Unidos los debates son algo normal? ¿Qué tiene el político de ese país, que no teme discutir frente a un público heterogéneo y ser interrogado por periodistas y estudiosos que no le temen ni le guardan consideración alguna en cuanto a ciertos temas?

¿Qué pierden los políticos en aquel país, cuando debaten? ¿Qué obtienen sus ciudadanos cuando ven un debate y uno de los participantes derrota al resto y exhibe de ellos, sus limitaciones e ignorancia y en no pocas ocasiones su incapacidad para ocupar ésta o aquella posición en el Poder Legislativo o el Ejecutivo?

¿Acaso es malo para la democracia que el ciudadano se dé cuenta de las limitaciones de quien busca ser candidato, y obtener la victoria en una elección para ser legislador o gobernante? ¿Qué perjuicio puede acarrear para un país, su economía y desarrollo social, el que en un debate se demuestre que un político no reúne las cualidades que debe tener, por ejemplo, para ser legislador?

¿Qué de malo habría, que en un debate se demostrare que éste o aquel político, sólo sirve para ser funcionario pero no para ocupar un puesto de elección popular?

Los debates son, desde hace muchos años, el mejor instrumento para ayudar al ciudadano a definir su voto; él, al ver el desempeño de un político en un debate puede concluir que la vida no le dio lo necesario para ser Presidente, e incluso ir más allá en sus juicios; pudiere llegar a darse cuenta que está capacitado para ser un excelente y eficaz legislador o un excelente funcionario pero, no para ser Presidente si éste fuere el puesto al que aspirare y en consecuencia, no le daría su voto.

Así, los debates se han convertido en una entrevista sui generis para obtener un empleo donde los ciudadanos, al verlos debatir, se convierten temporalmente en gerentes de recursos humanos de nuestra empresa, el país. Los debates, comunes en algunas democracias, ayudan —como dije— a colocar a cada quien en el lugar que el ciudadano considera más adecuado para aquél y por ende, para el país.

Si aceptaremos esto, ¿por qué temer entonces a los debates? ¿Por qué penalizar su realización? ¿Por vanidad, egocentrismo y miedo a hacer el ridículo? Los políticos en Estados Unidos también son así y sin embargo, debaten; ¿por qué? Estas incógnitas permanecerán, por muchos años, sin respuesta.

Ahora bien, ¿debatirán los tres panistas? ¿No temen ser sancionados ni exhibirse como ignorantes? ¿Se arriesgarán a ser considerados incapaces para ocupar la Presidencia? ¿Se atreverán? Ojalá.

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