octubre 19, 2011

DEL 94 A LA FECHA... EL TLC NO JALA.

Un proceso que tomó más de cinco años marcado, entre otras cosas, por las ideas equivocadas del proteccionismo y la visión aislacionista que tanto seduce a ciertos sectores de la clase política de Estados Unidos, llegó a feliz término; el Congreso de este país, por fin aprobó los tratados de libre comercio con Colombia, Corea y Panamá.

Si bien los cuatro países mantienen —desde hace años— una profunda y estrecha relación de interdependencia que rebasa, con mucho, el intercambio de bienes y servicios, la aprobación viene a ser —como quiera que la veamos—, un nuevo estímulo a dicha relación que aquellos tres aprovecharán.

La aprobación representa, para quienes esperaron pacientemente la decisión del Congreso de Estados Unidos, un estímulo no despreciable para fortalecer su participación en varios mercados de aquel país donde, para complicar nuestra ya complicada situación, México mantiene cierta presencia que nos gustaría, por los beneficios resultantes, ver incrementada.

De los tres países, el que representa para México una competencia más directa e inmediata es Colombia; la disposición de éste para cooperar decidida y abiertamente con Estados Unidos en el combate al narcotráfico le ha permitido, sin duda alguna, construirse una imagen de socio de confianza con plena disposición a cooperar la cual, no tenemos nosotros.

Por el contrario, no obstante tener un Tratado que entró en vigor en 1994 y la frontera con mayor importancia estratégica para Estados Unidos que obliga a una estrecha colaboración y una profunda coordinación en todos los aspectos, la visión que nuestra clase política tiene en materia de soberanía las impide pues responde más a las condiciones de hace dos siglos que a las que privan hoy.

Tanto Panamá y Corea como Colombia, son aliados estrechos en materia de seguridad con Estados Unidos; México, en cambio, se regodea en la confrontación con ese país y buena parte de nuestra clase política la presume además de sentirse orgullosa de mantener un rechazo enfermizo a la cooperación en vez de promover y facilitar una colaboración que fuere benéfica para ambos países.

Somos tan irresponsables en esto de la relación con Estados Unidos, que a veces nos comportamos como si fuéremos “la última cerveza de la hielera”; creemos, erróneamente, que aquel país y su gobierno deben apoyarnos en todo y hacer hasta lo imposible por salvarnos de nuestras tonterías y excesos en la conducción de los asuntos públicos.

Cuando los equilibrios se rompen —producto de nuestra visión caduca— y nuestra estabilidad política se pone en riesgo afectando así la de Estados Unidos, éste debe intervenir para apoyarnos con todo tal y como debió hacer en 1995. Este gesto, que cualquier otro país y su pueblo reconocerían sin mezquindad alguna, aquí es menospreciado y hoy, prácticamente todos lo han olvidado. Somos, en pocas palabras, malagradecidos y amnésicos.

En relación con la aprobación de los tratados con Colombia, Corea y Panamá, sólo haremos lo que sabemos: quejarnos; a medida que Colombia extienda su presencia en ciertos mercados y junto con Corea nos desplace en otros, la respuesta no será invertir en tecnología y elevar la productividad, sino recurrir a lo que mejor nos sale: la queja lacrimógena.

Esos países y sus empresarios, aprovecharán al máximo —con visión de futuro—, la oportunidad que tienen y que nosotros no supimos, no quisimos y no pudimos hacer desde 1994.

octubre 17, 2011

"DEBATEFOBIA" ...EL TEMOR A SER EXPUESTO.

Dicen que nada hay peor para un mexicano, que le demuestren que es un tonto. El que alguien, con argumentos sólidos e inobjetables y en una discusión respetuosa exhiba nuestra ignorancia y demuestre que nada sabemos de ciertos temas, se toma como una ofensa que con toda seguridad, jamás olvidaremos.

Es más, si lo anterior se realiza en público, la ofensa es una agresión profunda que puede llevar, a más de uno, a obsesionarse con vengar la afrenta. Todavía peor, si el exhibido es un político, la reacción de éste puede ser altamente peligrosa para el insensato que no midió las consecuencias de lo que hacía.

Así somos, y difícilmente cambiaremos en los próximos años; por ello, ver un debate real, ríspido pero respetuoso y directo sin insultos entre candidatos a un puesto de elección popular, sigue siendo un anhelo de no pocos ciudadanos en este país y en algunos de América Latina.

Por el contrario, ¿por qué en Estados Unidos los debates son algo normal? ¿Qué tiene el político de ese país, que no teme discutir frente a un público heterogéneo y ser interrogado por periodistas y estudiosos que no le temen ni le guardan consideración alguna en cuanto a ciertos temas?

¿Qué pierden los políticos en aquel país, cuando debaten? ¿Qué obtienen sus ciudadanos cuando ven un debate y uno de los participantes derrota al resto y exhibe de ellos, sus limitaciones e ignorancia y en no pocas ocasiones su incapacidad para ocupar ésta o aquella posición en el Poder Legislativo o el Ejecutivo?

¿Acaso es malo para la democracia que el ciudadano se dé cuenta de las limitaciones de quien busca ser candidato, y obtener la victoria en una elección para ser legislador o gobernante? ¿Qué perjuicio puede acarrear para un país, su economía y desarrollo social, el que en un debate se demuestre que un político no reúne las cualidades que debe tener, por ejemplo, para ser legislador?

¿Qué de malo habría, que en un debate se demostrare que éste o aquel político, sólo sirve para ser funcionario pero no para ocupar un puesto de elección popular?

Los debates son, desde hace muchos años, el mejor instrumento para ayudar al ciudadano a definir su voto; él, al ver el desempeño de un político en un debate puede concluir que la vida no le dio lo necesario para ser Presidente, e incluso ir más allá en sus juicios; pudiere llegar a darse cuenta que está capacitado para ser un excelente y eficaz legislador o un excelente funcionario pero, no para ser Presidente si éste fuere el puesto al que aspirare y en consecuencia, no le daría su voto.

Así, los debates se han convertido en una entrevista sui generis para obtener un empleo donde los ciudadanos, al verlos debatir, se convierten temporalmente en gerentes de recursos humanos de nuestra empresa, el país. Los debates, comunes en algunas democracias, ayudan —como dije— a colocar a cada quien en el lugar que el ciudadano considera más adecuado para aquél y por ende, para el país.

Si aceptaremos esto, ¿por qué temer entonces a los debates? ¿Por qué penalizar su realización? ¿Por vanidad, egocentrismo y miedo a hacer el ridículo? Los políticos en Estados Unidos también son así y sin embargo, debaten; ¿por qué? Estas incógnitas permanecerán, por muchos años, sin respuesta.

Ahora bien, ¿debatirán los tres panistas? ¿No temen ser sancionados ni exhibirse como ignorantes? ¿Se arriesgarán a ser considerados incapaces para ocupar la Presidencia? ¿Se atreverán? Ojalá.

LA BANDERA DEL PRD PARA EL 2012

Hace ya varios años, cuando Manuel Camacho dirigía el Partido del Centro Democrático en 1999 y su “delfín” Marcelo Ebrard se desempeñaba como secretario general del efímero instituto político, me explicaba los momentos sociales y políticos que vivía el país de cara a los comicios en los que el PRI perdería por primera vez en 70 años una elección presidencial.

En sus oficinas de Amores 923, colonia Del Valle, en el Distrito Federal, el ex jefe del DDF me explicaba en una hoja de papel y con una gráfica, que mostraba en una línea horizontal a la sociedad y en otra vertical al régimen priista, la situación en la que nos encontrábamos los mexicanos de cara al desgaste que amenazaba al régimen político. Habían sido asesinados el cardenal Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio, José Francisco Ruiz Massieu y llevábamos ya cinco años de la aparición del Movimiento del EZLN y el “subcomandante” Marcos.

Y decía Camacho Solís que las presiones políticas sobre la sociedad habían reducido en los últimos años los “márgenes de maniobra” de la clase gobernante sobre una sociedad cada vez más crítica y más participativa de la que se tuviera memoria en las últimas décadas.

Planteaba entonces la necesidad de buscar alianzas con otras fuerzas políticas, para empujar el famoso “cambio” que finalmente y de acuerdo con lo que al año siguiente sucedió, llevó a Vicente Fox a capitalizar la inquietud de la población y lograr la victoria contundente en 2000.

Hoy, nuevamente, Camacho Solís y cerca de medio centenar de intelectuales y políticos, incluidos Carlos Fuentes, José Woldenberg, Juan Ramón de la Fuente, Cuauhtémoc Cárdenas, Sergio Aguayo y los precandidatos presidenciales Marcelo Ebrard, Manlio Fabio Beltrones y Santiago Creel, entre otros, avalan con su firma un desplegado en el que destacan que, a pesar de sus “distintas posiciones políticas y doctrinarias… compartimos una firme decisión: consolidar la democracia constitucional en México para dar respuestas a las exigencias de justicia, equidad, desarrollo y seguridad”.

Para nadie es un secreto el “olfato” político de todos los firmantes. Argumentan que vivimos ya un “pluralismo democrático en el Congreso, pero no en el gobierno”. Y que para consolidar esa democracia constitucional es necesario que el Congreso y el gobierno funcionen de manera armoniosa; algo que no ha ocurrido en la última década debido a la falta de acuerdos políticos entre el PAN y sus adversarios tanto en el Congreso como en los estados.

Y, por ello, firman el compromiso de que —mirando a 2012— “si ningún partido dispone de mayoría en la Presidencia y en el Congreso, se requiere una coalición de gobierno basada en un acuerdo programático explícito, responsable y controlable, cuya ejecución sea compartida por quienes lo suscriban”.

Y el “remate” de la nota lo dio semana pasada el jefe de Gobierno del Distrito Federal. Dijo Ebrard que un gobierno de coalición deberá ser la bandera para 2012. “Es una de las dos propuestas que hay; la otra es la que busca restaurar el viejo régimen”. O sea, el regreso del PRI.

LA VENGANZA DE LOS LEGISLADORES

Hay que decir que no son todos, pero lo cierto es que muchos de ellos ni siquiera llegan al pase de lista para iniciar las sesiones en el Palacio Legislativo de San Lázaro. Hace unas semanas, el primero de septiembre, con motivo de la instalación del periodo ordinario de sesiones y la entrega del V Informe presidencial a la Cámara de Diputados, muchos de los “representantes populares” pasaron lista y de inmediato abandonaron el salón de plenos, lo que motivó la molestia de varios de sus compañeros que leían el posicionamiento de sus partidos en la tribuna y la mayoría ni los escuchaba porque simple y sencillamente no estaban en sus curules.

Ha transcurrido un mes de actividades y el resultado es deplorable. La característica principal de los últimos 30 días ha sido el ausentismo: en ninguna de las diez sesiones ordinarias del pasado mes de septiembre se han presentado más de 350 de los 500 diputados. Y en dos ocasiones la Mesa Directiva ha tenido que suspender los trabajos ante la falta del quórum mínimo que exigen las reglas del recinto, que es de 251 legisladores, la mitad más uno.

Recientemente, en una reunión con líderes nacionales, el presidente Calderón los conminaba a que, si no estaban a gusto con los partidos que había en el país, formaran los suyos propios. O que si no estaban a gusto con el trabajo de los legisladores, se metieran a la política a corregir lo que no les parecía. He ahí el problema de la política mexicana: ¿De qué forma pueden los ciudadanos, organizados o no, pedirle cuentas a sus “representantes” y obligarlos a que, si no cumplen, se vayan?

Las vías de participación ciudadana en política están vetadas debido a que se trata de una actividad “monopolizada” a propósito por los profesionales de ese quehacer, que a través de los partidos legalmente registrados ante el IFE, las instancias electorales estatales o las agrupaciones políticas ciudadanas —con sus limitaciones— canalizan todo lo que hacen quienes “viven” de la política.

Otro botón de muestra exhibe esta realidad en México: las facilidades que se dan ellos mismos para faltar a las sesiones y justificar sus ausencias permite que, aun cuando no estén presentes, no se les haga el descuento de su dieta. El pasado 13 de septiembre, al final de la sesión, ya no se quedaron en sus curules 211 diputados. Una semana antes los trabajos se tuvieron que suspender porque en el salón de plenos sólo había… ¡¡¡86 diputados!!!

Ahora bien, los nombres de estos legisladores son de sobra conocidos por “brincar” de un partido a otro y de puesto en puesto sin rendir verdaderos resultados en eficiencia y productividad. El primer lugar en faltas lo sigue ocupando el ahora coordinador del Partido Nueva Alianza (de la maestra Gordillo), Jorge Kahwagi, quien registra siete inasistencias: cuatro no justificadas y tres sí. Es decir, sólo se ha quedado a tres sesiones.

Pero… ¿ante quién se queja el ciudadano? ¿Quién le hace caso ante cualquier observación en éste y otros sentidos del trabajo legislativo?

La ley no establece vías para la revocación del cargo por decisión ciudadana. Sólo una venganza entre los políticos puede terminar con la “carrera” de alguno de ellos sin que el pueblo pueda meter las manos para reclamarle su incompetencia.

CUANDO LAS CIFRAS SE TINTAN SANGRE

Recientemente el INEGI dio a conocer las cifras de la Encuesta Nacional de Inseguridad (ENSI), la cual revela un aumento considerable de víctimas del delito en el último año (2010) que ascendieron a poco más de 22 millones. Ya desde hace dos semanas, la Comisión Nacional de Derechos Humanos había advertido de un aumento, también sin precedentes (65%), de quejas ciudadanas en contra de personal de las fuerzas federales, del Ejército y de la Policía Federal Preventiva.

Hace un año, las denuncias ante la CNDH ya habían aumentado 23%, pero este año la nueva cifra revela que en los últimos dos años casi se ha duplicado el número de quejas vinculadas con el tema de la seguridad pública.

Hace unos días dimos cuenta de que elementos de la Procuraduría General de la República detuvieron en Ciudad Juárez a diez policías federales que extorsionaban a un comerciante, al que habían privado de su libertad para exigirle el pago de una “cuota” de tres mil dólares. Los federales tenían en su poder drogas, armas que no eran de uso oficial y utilizaban como “centro de operaciones” la habitación de un hotel de esa ciudad fronteriza.

Datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos confirman el drama que están viviendo muchas de las víctimas de los delitos, la mayoría del ámbito común, como el asalto a mano armada, el robo a sus casas y los cateos que lleva a cabo la autoridad y en los que los moradores de las viviendas registradas sufren todo tipo de vejaciones. La principal de las quejas recibidas por el ombudsman nacional tiene que ver con el ejercicio indebido del cargo y el abuso de poder. Luego le siguen, precisamente, los cateos ilegales y finalmente una inadecuada atención a las víctimas o el abandono de las mismas.

No sólo es el daño que de suyo padece quien ha sido agredido por los criminales, sino —además— el abuso de que es víctima por parte de los representantes de las fuerzas policiacas y los ministerios públicos que no cumplen con su deber y pareciera que están al servicio de los delincuentes.

Uno de los resultados obtenidos de las demandas ciudadanas es el anuncio del presidente Calderón de crear una Procuraduría Social, pero aún ahí hay mucho escepticismo en cuanto a su posible eficacia para frenar esos abusos y atender a las víctimas del delito. Advierte la CNDH del riesgo que representa el que esta “nueva estructura, que viene a sustituir la ineficiencia de dependencias que estaban en la Procuraduría General de la República y en Seguridad Pública Federal, creadas hace diez años, signifique una mayor carga burocrática que genere mayor victimización, como lo que ha venido sucediendo desde hace una década”.

Por ello, hoy se encienden los focos rojos en cuanto al incremento que en los últimos meses han registrado las cifras de abusos, ya no de los delincuentes, sino de quienes integran las instituciones del Estado y cuya principal función es garantizar la atención a las víctimas, pero —sobre todo— la reparación del daño causado por las bandas criminales que asuelan a muchas comunidades en el país.

SI AGUSTÍN VIERA EL ACAPULCO DE HOY...

De aquella noche, María bonita, María del alma… Acuérdate que en la playa, con tus manitas, las estrellitas las enjuagabas…

Así le cantó Agustín Lara a La Doña… Ahí, donde aún se columpia la nostalgia.

Aquel Acapulco de Johnny Weissmüller, el Tarzán más famoso; de las estrellas del cielo de Hollywood que se nos fue; de Tin Tán, que tiene su estatua en Caleta; de Mauricio Garcés y las bellas Tere y Lorena Velázquez; Elsa Aguirre; el suizo Teddy Stauffer, “Mr. Acapulco”; de Cantinflas…

Bajo el polvo de aquellos lodos queda un millón de anécdotas.

Pero…

Hoy, ese aire tropical se corta con machete, navaja y cuernos de chivo.

El bello puerto es rehén de Los Pelones, Los Zetas, La Familia Michoacana, el CPS (Cártel del Pacífico Sur), Los Guerreros… Los herederos de los Beltrán Leyva, La Barbie, El Coreano…

Al amparo de muy pocos policías, muchos de ellos coludidos con las mafias criminales, ahora mandan Guantámo, Melón y los “jefes” de unos 17 grupos criminales que se disputan la plaza a sangre y fuego.

Son los nuevos dueños de Acapulco. Los que van casa por casa cobrándole renta a la gente para dejarla vivir, allá por Pie de la Cuesta, El Farallón, Rancho Acapulco… Que se imponen a punta de extorsión y amenazas.

Vaya y pregunte a los padres de los alumnos que abandonaron el Colegio La Salle, atrás de la colonia Chinameca, porque no quieren darle su “lana” a las mafias.

…O hable con los maestros de cualquier otra escuela a los que les cobran 600 pesos para dejarlos enseñar. Esos mismos maestros, hartos, que a su vez le cobran cinco pesos a cada niño para juntar el “chivo” que le han de entregar a los cobardes.

…O con los dueños de los negocios que han cerrado por negarse a pagar “cañonazos” mensuales de 50 mil pesos, como la Refaccionaria Mendoza, de la avenida México, o el restaurante California o varios hoteles de medio pelo y mala muerte.

…O a los hoteleros que trabajan a 30 por ciento.

…O a los gerentes de antros y restaurantes vacíos que dejan ir temprano a sus empleados, no vaya a ser la de malas.

…O pregunte a los cinco mil taxistas que se ganaban 500 pesos diarios y ahora malviven con 200… Que mueren de inanición, acosados por los “piratas”, halcones de las mafias.

En Acapulco ya no hay zonas seguras, ni la Costera ni Punta Diamante, menos, El Coloso, Puerto Marqués, la colonia Renacimiento o la Colosio o la Zapata.

Acapulco está expuesto. Desfallece de miedo.

Genaro (García Luna), no seas malo… Acuérdate de Acapulco.