Por ética (ya no digamos por vergüenza), el secretario de Comunicaciones y Transportes federal, Juan Molinar Horcasitas, y el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, deberían separarse, hoy mismo, de sus cargos.
¿Por qué?
El primero, para enfrentar los graves señalamientos que un ministro de la SCJN, Arturo Zaldívar, le imputa en relación a la muerte de 49 niños en la guardería ABC de Hermosillo. No sabemos aún si el pleno de la Corte avalará esta resolución, pero lo cierto es que Molinar no debe seguir, de momento, dentro del gabinete. Por ética. Por salud pública. Por la memoria de los niños fallecidos.
Si el amigo del Presidente es inocente, se le podrá restituir en el cargo, aun con la mancha de negligencia que jamás se le borrará. Y, si es culpable, que se consiga un abogado y se defienda como cualquier particular. Que deje de escudarse en el manto del poder ministerial.
Y el segundo (Ebrard) debe también pedir licencia como jefe de Gobierno capitalino y dedicarse, de lleno, y como él mismo lo ha proclamado, a la búsqueda de la candidatura presidencial por el PRD. Hoy, esa ambición política lo ha llevado a claudicar en sus tareas y obligaciones en el DF y, tan o más grave, a utilizar recursos públicos para la construcción de una candidatura que ni siquiera sabemos qué tan viable sea, sobre todo si López Obrador ya decidió ir por 2012.
Lo que hace Ebrard es un crimen en contra de los capitalinos. Tiene al DF hundido en la anarquía y la inseguridad, mientras promueve su imagen en el extranjero. Se secuestra a Tepito por horas. La contaminación mata lentamente a millones. Los maestros, como cavernícolas, destruyen la puerta de la SEP. ¿Y Marcelo? En Londres, haciendo relaciones públicas.
Si quiere ser candidato, allá él. Pero que lo haga de manera independiente, con recursos de sus patrocinadores políticos o de Manuel Camacho y no del erario, y mucho menos a costa del vacío de autoridad en el DF, con un equipo menos que inútil, dejando al abandono los problemas más urgentes.
MOLINAR. Por supuesto que el ex director del IMSS no es el único culpable de la tragedia. Allí están los demás involucrados en el informe de Zaldívar: el ex gobernador Eduardo Bours y el ex alcalde Ernesto Gándara, entre muchos otros. Cierto: el incendio se inició en una bodega contigua a la guardería.
Sin embargo, la responsabilidad de Molinar Horcasitas es manifiesta. En su dictamen, el ministro Zaldívar lo acusa del "desorden generalizado en el otorgamiento, operación y supervisión del servicio de guarderías operado bajo el sistema de subrogación, que propiciaron las condiciones para la tragedia ocurrida en la guardería ABC".
Y más: "Al ser encargado (Molinar) de que el Instituto cumpla con sus atribuciones, le corresponde el control y conocimiento estricto sobre el esquema de funcionamiento del servicio de guarderías".
¿Le parece poco a Molinar tamaña irresponsabilidad que costó, indirectamente, la vida a 49 niños?
Molinar se defiende (tiene derecho), pero lo hace de manera tramposa, al decir que él no es culpable porque el incendio se inició en un lugar ajeno a la guardería. Lo que pretende ocultar es que, como lo asume Zaldívar, en la guardería había "condiciones para la tragedia ocurrida". Y eso es irrefutable.
Si el presidente Calderón quiere enviar un mensaje de verdadera justicia en torno a esta tragedia (más allá del día de luto nacional y de hipocresías baratas), debe separar a su secretario de Comunicaciones. Si Molinar no pide licencia, el Presidente debe tomar la decisión. Que no utilice al gabinete para defenderse. Que lo haga sin alevosía.
De lo contrario, será parte de la impunidad.
EBRARD. "Es que Gobernación no nos pidió proteger a la SEP", declaró estúpidamente el secretario de Gobierno del DF, José Ángel Ávila, justificando así la pasividad de la policía capitalina ante el destrozo que, en sus narices, hicieron maestros a la puerta de la SEP.
De ser así, la lógica de Ávila es: ante el abuso y la bestialidad ajena, los policías no intervengan hasta que no haya un grito de auxilio. Bonita cosa.
Y mientras los maestros aprovechaban el evidente vacío de autoridad en el gobierno del DF, la contaminación rompía récord y Tepito era cercado, Ebrard estaba en Londres, como parte de sus cabildeos personales rumbo a 2012.
Ebrard (tránsfuga del PRI, aunque con corazón y entraña priistas, y parte del fraude electoral en 1988 contra Cuauhtémoc Cárdenas) arrebata tiempo y recursos para sus ambiciones políticas personales, en detrimento de la calidad de vida de la Ciudad de México.
Pero los capitalinos ya perciben esta dualidad ofensiva. Las encuestas de la semana pasada en Reforma y El Universal lo ubican en bajos niveles de aceptación ciudadana: la primera arroja que 46% reprueba a Ebrard, con un 5.7 de calificación, y la segunda marca su desempeño en franco descenso.
Molinar y Ebrard, dos casos de dudosa ética profesional y personal. Dos casos que, hasta hoy, vulneran la vida pública del país.
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