Canadá tiene un régimen gubernamental peculiar y distinto a casi todos los países de nuestro hemisferio. Hace unos días su Parlamento emitió un voto de desconfianza hacia el gobierno del primer ministro Stephen Harper.
Este país tiene un sistema parlamentario federal y es parte de la Commonwelth. A pesar de ser independiente, tiene un representante simbólico, pero oficial y permanente de la reina Isabel II que actúa como jefe de Estado. A esta posición se le conoce como el Gobernador General de Canadá, cargo que hasta hace poco ocupó Michaelle Jean, una mujer de origen haitiano (quien sucedió a otra mujer, Adrienne Clarkson Poy, de origen chino).
Así es Canadá, diferente y mucho más compleja de lo que a veces nos la imaginamos, debido en parte a su homogeneidad en muchos sentidos con Estados Unidos. Sin embargo, nada podría ser tan profundamente distinto.
Su sistema de gobierno es también federal, pero su organización y sistema político son completamente diferentes al presidencialista. Su sistema de seguridad social y sobre todo el de salud, son la envidia del resto de Norteamérica e incluso de muchos países escandinavos (desafortunadamente he comprobado la eficacia de éste último en más de una ocasión).
Gracias a su sistema parlamentario, las administraciones federales y sus líderes tienen cambios constantes. Como se sabe, en este tipo de gobiernos es factible convocar a elecciones anticipadas por el Poder Ejecutivo, que también pueden ser provocadas por una moción de censura o voto de desconfianza desde el Legislativo. Tal como sucedió en esta ocasión.
Lo curioso del caso es que estas elecciones eran esperadas hace bastante tiempo por diversos analistas. La razón es propia sólo de Canadá. Resulta que el gobierno conservador de Harper estaba sostenido en el poder, solamente por la minoría de su partido en el Parlamento.
A diferencia de otras democracias parlamentarias, en esta ocasión se formó gobierno sin haber una mayoría absoluta o coalición en el órgano legislativo.
Es decir, el Partido Conservador siendo primera minoría, tomó las riendas de la administración sin que lo acompañaran los diputados del Nuevo Partido Democrático o del Blo Québécois (por supuesto nunca lo hubieran hecho los miembros del Partido Liberal).
Es por esto que se esperaba que dicho gobierno durara apenas unos meses antes de que hubiese nuevas elecciones. Sin embargo, esto no fue así. Harper y sus colegas, provenientes de Alberta (la provincia más conservadora), supieron sortear toda clase de obstáculos para permanecer en el poder.
A esto también contribuyó la fragmentación que impera en el Partido Liberal y las simpatías crecientes de la población hacia las políticas públicas del gobierno actual.
Así, nuestros socios olvidados del Tratado de Libre Comercio tendrán nuevas elecciones el próximo 2 de mayo.
Esto podría parecer una mala noticia para Harper y su partido, que tendrán que disolver su gobierno y someterse al examen de los electores; sin embargo, la popularidad del Primer Ministro no es menor, las decisiones políticas que ha impulsado han tenido eco en la población y sus rivales más importantes siguen desorganizados y sobre todo muy desunidos.
Así, las elecciones anticipadas paradójicamente son una decisión política con muchas probabilidades de resultar contraproducente para sus promotores y que, por el contrario, podrían constituir un triunfo audaz del Partido Conservador de Harper. Ya lo veremos.
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