Noche de paz, noche de amor, esencia fiel del sentimiento de un pueblo bueno y de bien que por inexplicables razones afronta desoladora realidad.
Los más de quienes habitamos este estupendo (con todo y todo) país, mantenemos intactos los principios y valores inculcados por nuestros mayores, cumplimos con nosotros mismos, con nuestra familia y con la sociedad, no participamos ni fomentamos la siembra ni el tráfico de drogas así como tampoco las consumimos, somos ajenos a lo relativo a armas de fuego y material bélico, respetamos lo ajeno y lo mismo pretendemos con lo propio.
Son cuatro años de que el Ejecutivo entrante, de improviso nos enteró que la situación con respecto al narcotráfico y al crimen organizado alcanzaba ya niveles insostenibles, razón por la cual el Ejército nacional se incorporaba a la lucha frontal contra dicho flagelo.
Son cuatro años, más de 30 mil muertos, familias enlutadas, ánimos devastados, rutinas afectadas, levantamientos callejeros, violencia rampante, asesinatos, mutilados, extorsionados, robados, secuestrados, en fin, la barbarie. El desánimo recrudece ante la imposible predicción de cuándo y cómo concluirá esta pesadilla. Por favor, que ya nadie repita que vamos ganando la guerra, ¿cómo explicar, en aquellos hogares donde esta noche quedará un asiento vacío, que vamos ganando la guerra?
A estas alturas resulta inaplazable revalorizar la estrategia del conflicto en que estamos inmersos, mismo que corre el riesgo de vietnamizarse, es decir, ni se gana ni se termina.
Es tiempo de dar sincera respuesta a puntuales cuestionamientos:
¿Se puede ganar la narcoguerra?
De ser afirmativa la respuesta, ¿en qué consiste ganar, en que ya no se siembre ni se consuma ni se trafique con drogas en nuestro país?
De ser afirmativa la respuesta, ¿es posible que México borre del mapa a las drogas (obviamente no), con el añadido de que en Estados Unidos éstas se seguirán consumiendo, incluso con cada vez más estados de la Unión legalizando el consumo de las mismas?
Seamos realistas y optemos por el menor de los males. La droga no se erradicará y mientras tanto el deterioro nacional será irreversible. Inversión y turismo son el mejor termómetro para evaluar daños, qué mejor evidencia que la advertencia de Texas a sus ciudadanos de no viajar a México u observar la forma en que se ha ahuyentado a buen número de viajeros a Acapulco. En cuanto sea factible frenar la escalada de violencia y de fondos para enfrentarla, podremos ingresar al círculo virtuoso de invertir en lo prioritario: la educación.
Sinceramente, nos es antinatural interactuar en escenarios de violencia, carecemos de los mecanismos de prevención, control y reacción requeridos para preservar el orden, confianza y temor hacia la autoridad. Los agravios se suceden como incesante ráfaga, en todo momento se presentan situaciones alarmantes:
La última de tantas fugas de penales de supuesta seguridad se dio en Nuevo Laredo de cuyo penal salieron campantes por la puerta nada más 141 presos.
La sufrida activista social Marisela Escobedo fue revictimizada al ser arteramente asesinada frente a las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua.
Las más recientes manifestaciones en Michoacán han sido a favor del cártel de La Familia, pidiendo a las fuerzas federales abandonar su entidad. Ver para creer.
Cual sea el entorno, tengamos presente, hoy y todo el año, que nadie puede secuestrar nuestra esencia de paz y amor.
Por eso amigos lectores, por eso existen espacios como este...
Pero, y Usted ¿qué opina?