No tenemos los diarios personales de los que serían personajes claves en la Revolución, pero algunos datos nos hablan de que los futuros protagonistas del movimiento armado para nada imaginaban lo que pronto ocurriría: Bernardo Reyes, el frustrado gran oponente de Porfirio Díaz en 1909, andaba en Francia visitando fábricas de cañones y armamento; Manuel M. Diéguez después de su actuación en la huelga de Cananea, luchaba por sobrevivir en su calabozo de San Juan de Ulúa. En ese mes de marzo de 1910, Emiliano Zapata cumplía su condena como soldado del ejército federal en Cuernavaca. El 6 de marzo, Panchito Madero escribió a Emilio Vázquez Gómez: “Estoy conforme en que admitamos la última reelección del general Díaz, pero siempre que sea después de un convenio formal celebrado con nuestro partido y según el cual acepte un vicepresidente de común acuerdo sustituyendo a varios de los actuales gobernadores por miembros de nuestro partido y nos dé garantías absolutas de que en los sucesivo seremos gobernados por la Constitución… No significa que yo esté de acuerdo con que en la convención vaya a resultar el general Díaz como candidato, pues eso sería fracasar… Le dije en mi anterior, que en caso de que yo resultara el candidato, sí estaría conforme en renunciar siempre que se celebrase el convenio al que me refiero más arriba, pero si este convenio no se lleva a cabo, será preciso luchar vigorosamente en la próxima campaña electoral. Yo creo que esto va a ser la verdadera solución y no solamente esto, sino que tengo grandes esperanzas de que triunfaremos, pues durante mi última gira he palpado el estado en que se encuentra la opinión tan favorable a nuestra causa y tan resuelta a no permitir una nueva imposición por medio del fraude en las elecciones”. Del texto anterior, resalto que Madero no se oponía terminantemente a una posible reelección de Porfirio Díaz, y que el fraude electoral era algo habitual en México.
No tenemos datos precisos de lo que hacía Villa en esos ayeres de hace un siglo, pero no está por demás recordar lo que Friedrich Katz decía de Pancho Villa por esos días: “Villa no era ni el muy buscado asesino que sus enemigos inventaron, ni un legendario Robin Hood, ídolo de los campesinos y terror de los hacendados, como quiere el retrato de algunos de sus admiradores. A diferencia de otros dirigentes de la revolución mexicana, antes de 1910 Villa no había participado en ninguna de las revueltas, rebeliones o movimientos de protesta que se produjeron en Chihuahua durante la era porfiriana. Tampoco estaba vinculado con las comunidades que luchaban por sus tierras, como fue el caso de Emiliano Zapata… Uno de los mayores misterios sobre los primeros años de vida, es la extraña coexistencia de actividades legales e ilegales. ¿Por qué las autoridades no lo arrestaban? ¿Cómo podía estar tan seguro de sí que incluso se quejaba de maltrato ante los altos funcionarios, obviamente convencido de que no lo arrestarían?... Ciertamente no hay que concluir que Villa siempre fue un ciudadano pacífico y obediente de la ley, que nunca cometió ningún acto de bandolerismo. Él mismo confirma lo contrario, no sólo en sus memorias, sino en las muchas entrevistas que concedió a reporteros, periodistas y amigos”. (F. Katz, Pancho Villa, Era, T.I, p. 92-93).
Espigando la prensa de Guadalajara y de la capital del país en esos días de marzo de 1910, sobresalen las quejas de que los festejos por el centenario están atrasados. Sobresale la siguiente afirmación: “Lo único que se concluirá es el monumento de Independencia, cuya fealdad es notoria; aquello es un enorme tubo de chimenea sin gusto y sin arte”. (Diario Fin de Siglo, 6 de marzo de 1910). De suerte que el monumento en que los capitalinos celebran los triunfos de la Selección de futbol, en la opinión de hace un siglo, resultaba un “enorme tubo de chimenea sin gusto y sin arte”. Sin embargo, según noticias de los diarios de esa época, había mucho más entusiasmo por el festejo del centenario de la Independencia que lo que ocurre ahora para festejar un centenario y un bicentenario. Como se podrá ver por hechos posteriores, el gobierno de Díaz inauguró grandes obras, entre las que sobresale la refundación de la Universidad Nacional de México.
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