Sorprende el cinismo de algunos gobernantes y de buena parte de los políticos de países que hoy enfrentan la peor de las debacles, cuando intentan eludir su responsabilidad en la situación actual que enfrentan; asimismo, sorprende su habilidad para culpar a otros de las consecuencias de sus irresponsables decisiones en materia de finanzas públicas.
Sorprende aún más, la ingenuidad y la ignorancia de “intelectuales” y “expertos” que al igual que aquellos intentan, con un simplismo que debería avergonzarlos, culpar a quien nada tiene que ver en la suerte que corren no pocos países cuya clase política no se atrevió ni atreve a decir la verdad a su población, reconocer sus errores y a explicarles que los beneficios de los cuales disfrutaron durante decenios, carecían de sustentabilidad pues fueron financiados, casi en su totalidad, con deuda.
En esto de los beneficios que un país concede a millones en forma de jugosas pensiones, primas para vacacionar durante varias semanas y subsidios que son un despilfarro de recursos con los cuales no se cuenta, hay una regla de observancia obligatoria: “No se puede repartir riqueza que no haya sido acumulada”.
Hoy, los que la violaron de manera sistemática durante decenios y se enfrentan hoy a la peor de las debacles y a la quiebra de las finanzas públicas de sus países, buscan culpar a quien no tiene culpa alguna de su suerte. Afirman los cínicos —junto con los ingenuos y los ignorantes—, que los únicos responsables de su actual desgracia no son otros que Alemania y la señora Angela Merkel.
Olvidan un hecho que exhibe su cinismo, ingenuidad o ignorancia; los países hoy en ruinas o cerca de ella, desde muchos años antes de que la señora Merkel mostrara interés en la política, ya estaban en una espiral descendente al abismo en cuanto a finanzas públicas sanas se refiere; esto, como consecuencia de otorgar beneficios y subsidios los cuales, como dije, eran solventados con deuda que generaba una burbuja la cual, los que los autorizaban, sabían que más temprano que tarde estallaría.
¿De dónde sacan argumentos para culpar a Alemania y a Angela Merkel de su suerte? ¿Acaso su visión irresponsable, es resultado de los agravios alemanes del pasado? ¿O es la envidia al ver cómo viven y administran la riqueza que producen, consecuencia de su alta productividad y vida austera?
¿Qué mueve a un intelectual tercermundista a repetir lugares comunes, propios de quien pocas veces recurre al raciocinio y casi siempre a la ideología para señalar como responsables de la situación que enfrentan varios países europeos, a Alemania y a la señora Merkel?
¿A quién culpará aquél de nuestra la debacle de mañana, de seguir con las políticas erróneas que debimos haber repudiado hace decenios?
¿Acaso será también, “como todo el mundo” sabría en su momento, que la responsable será la nueva señora Merkel?
¿Afirmará mañana, con la firmeza que hoy lo hace, que no tienen responsabilidad alguna nuestros legisladores cuya cortedad de miras y complicidades los ha llevado, una y otra vez, a mantener los privilegios de grupos de presión y los suyos propios en vez de reformar en beneficio del país y el crecimiento?
Mucho bien haría, si opinare con mesura y objetividad de lo que parece conocer superficialmente; temas que por lo demás, requieren del conocimiento especializado no del cliché y el lugar común, propios estos, de los políticamente correctos.
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