mayo 02, 2012

AFUERA NO LLUEVE COMO ADENTRO

Cada día salen nuevos efectos que rayan en la in-sania, de la ya no tan festinada reforma electoral que el Congreso de la Unión aprobó el 2007. De nada valieron los argumentos de quienes veían en ella un retroceso y yo añadiría hoy, una fuente de ridículo más para el país en lo que se refiere a nuestra “cultura democrática” pues los interesados en promoverla, buscaban algo más que la mejoría de la democracia mexicana.

Estos últimos, junto con el que pensando en escenarios irrealizables para cinco años más tarde y que ordenó a las fracciones de su partido en ambas Cámaras que la aprobaran, hoy nada dicen de lo que es evidente: dicha reforma fue un gran desatino y un proyecto personal.

Hoy, ante las restricciones que cada uno se pasa sin recato alguno por el Arco del Triunfo, sobresale lo que hace el presidente Calderón. Si bien en el territorio nacional no puede hacer campaña a favor de él mismo pues la suerte de Vázquez ya le importa poco, aprovecha las salidas del país y en cuanto acto público lleva a cabo, realiza un mitin para promover la imagen, no de Vázquez sino la de Felipe Calderón.

Hoy, en esa búsqueda de popularidad que además resulta infructuosa, se adjudica la reducción de la migración mexicana a Estados Unidos porque, afirma, las oportunidades creadas por su gobernación han hecho atractivo —para miles de mexicanos— quedarse aquí en vez de irse al país del norte.

¿Importa que Estados Unidos no haya recuperado aún la senda del crecimiento? ¿Tampoco el peso que pudiere tener que la recuperación de esta crisis se dé sin la acostumbrada creación de empleos? ¿Tampoco tiene importancia el mejor desempeño de las autoridades de Estados Unidos en la reducción del flujo migratorio? Lo único pues, que explica la reducción del flujo de migrantes a Estados Unidos, es la gobernación de Felipe Calderón según, ¡adivinó usted!, Felipe Calderón.

¿En dónde entra Vázquez en esta promoción personal que lleva a cabo nuestro Presidente? En ninguna parte; es más, no se trata de apoyarla a ella sino de promoverse él pues a partir de este 1 de diciembre —después de unas merecidas vacaciones—, habrá que empezar a buscar trabajo; además, si las restricciones absurdas de una reforma constitucional que él apoyó puede eludirlas en el extranjero, pues a hacerlo.

¿Qué dice de nosotros esta conducta tramposa que practican todos los políticos de México, no sólo el Presidente? Lo menos, que somos un país con un quehacer político primitivo y un Congreso que en materia de democracia, prefiere el retroceso y las restricciones a la competencia.

Soy partidario de la participación —sin hipocresía alguna—, de quienes deseen apoyar a los suyos en la búsqueda del voto; la única restricción obligada, es la prohibición del uso de recursos públicos para este fin. ¿Qué mal le haría a la democracia, que Calderón dijere en México lo que fue a decir a Estados Unidos? Ninguno pero, sí se lo haría a su partido y a su candidata porque lo que afirma es un desatino.

¿Acaso es tan débil nuestra democracia, que tememos que gobernadores, presidentes municipales y el Presidente de la República digan quién es su favorito y lo apoyen abiertamente? ¿Acaso ya olvidamos aquello del beso del diablo? Lo que les pediría Vázquez a aquellos es entendible: mejor no me apoyen; el desprestigio de aquel grupo es tal, que su silencio y alejamiento la ayuda más que sus muestras de apoyo.

Por favor, deroguen ya ese engendro legal.

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