No cabe duda que andamos mal; por más que nuestros funcionarios festinen el crecimiento proyectado para este año del tres y algo, es una vergüenza que países con menos recursos y potencial menor que el nuestro rebasen 6.0% y en la República Popular China, haya hoy preocupación porque 2012 crecerán, solamente, un poco más de ocho por ciento.
¿A qué se debe que funcionarios que saben lo que explica el crecimiento económico, festinen crecimientos mediocres de poco más de 3.0%? ¿Acaso les ordenan presumir lo que por ser una vergüenza frente a las necesidades en materia de empleo, condenarían si se atrevieren?
¿Qué explica el cinismo de un funcionario federal, estatal o municipal, cuando defiende lo indefendible?
-¿Es la sumisión o el miedo a quedar desempleado? ¿Tan baja es la autoestima de los que andan por los corredores del FMI presumiendo lo que no es verdad?
¿Puede, por otra parte, un país que requiere crecimientos altos durante un buen número de años, alcanzarlos con funcionarios que antes que otra cosa, no dicen la verdad y mienten con una facilidad que los degrada, no sólo como funcionarios sino como personas?
¿Acaso es ése nuestro destino, tener siempre ese tipo de funcionarios? ¿No hay quien se atreva a decir la verdad, y decirla sin temor a ser despedido para empezar a corregirla?
De la misma manera, ¿no es posible contar con gobernantes –Presidente de la República, y gobernadores y presidentes municipales– que privilegien la verdad por encima de la mentira?
Hoy, México nada en un mar de mentiras e hipocresía; mentimos acerca de nuestra economía y su situación real; mentimos acerca de la salud financiera de los sistemas de pensiones y la solvencia de nuestras instituciones de salud, y mentimos acerca de la calidad de la educación que imparte la casi totalidad de nuestras universidades públicas.
Tal parece que la única actividad para la cual son excelentes nuestros gobernantes hoy en día, es mentir; por ello, dado que la mentira no ha sacado de la pobreza y el atraso a ningún país, me gustaría que los cuatro candidatos a la Presidencia de la República se comprometieren ante electores y población entera, a no mentirnos durante su encargo.
Nada me gustaría más que establecieren el compromiso de decir la verdad; de informarnos cuál es la situación real –por crítica que fuere– de Pemex y CFE, del Seguro Popular, el IMSS y el ISSSTE; que nos dijeren la verdad del campo mexicano con la crudeza y el profesionalismo de un médico, a punto de intervenir a un paciente cuya vida está en sus manos.
Son importantes los cómos y el con qué, pero ante tanta mentira que a la menor provocación sueltan los que hoy gobiernan, mucho me gustaría que los cuatro que buscan la Presidencia de la República se comprometieren a no mentir y a estimular a sus funcionarios a hacer lo mismo, hablar con la verdad.
Si se apegaren –tanto el victorioso como sus funcionarios– a este compromiso el primer año de su gobierno, México daría un salto cuántico en la búsqueda de tasas altas de crecimiento por periodos prolongados, para dejar esta mediocridad económica que nos asfixia. Doce meses de verdades y el resto, dedicarlo –con voluntad y firmeza– a corregir de raíz lo mucho que está mal.
¿Acaso es mucho pedir?