El genial Robert Solow, premio Nobel de Economía y pionero del análisis del crecimiento económico, demostró con absoluto rigor que el mejor uso que racionalmente puede hacerse de un recurso no renovable, finito e irreproducible, como las reservas de hidrocarburos, consiste en transformarlo en activos reproducibles y de duración potencialmente infinita, que permitan sostener y quizás hasta incrementar en el futuro el bienestar de la sociedad poseedora del recurso natural. El activo infinitamente reproducible por excelencia es, sin duda, el capital humano, y su expresión más valiosa es el talento creador de riqueza de los científicos, tecnólogos e innovadores de una nación.
La historia moderna valida esta idea de manera patente. Las naciones hoy más ricas y poderosas del orbe son aquellas que oportunamente han sabido transformar sus excedentes de riqueza (los propios y los arrancados a las naciones sometidas a su poderío imperial) en capital humano de excelencia. Los excedentes de la revolución agrícola, los negros frutos del trabajo esclavo, el hierro, el cobre, la plata, el oro, las piedras preciosas, las maderas, las bananas, el opio, el café, el té, el algodón, el ganado, pero sobre todo el carbón primero y luego el petróleo, fueron transformados en riqueza perdurable. La riqueza agrícola y minera excedente se convirtió en ciudades espléndidas, catedrales, palacios, caminos, aeropuertos, armadas y ejércitos, misiles, y satélites. Pero sobre todo se convirtió en hospitales y escuelas y se volvió riqueza inagotable en la medida en que se convirtió en laboratorios y universidades y en empresas tecnológicamente avanzadas. Sin embargo, nada de esto dio frutos sino por el esfuerzo consistente de varias generaciones para invertir sus ahorros en generar, difundir y avanzar los conocimientos de auténticos ejércitos de investigadores, ingenieros y empresarios innovadores, todos ellos de excelencia.
Las naciones ricas y poderosas lo son porque han sabido convertir los excedentes en excelentes. Hoy, inmersos en los complejos retos y las inmensas oportunidades que la crisis global nos plantea, los mexicanos tenemos una oportunidad extraordinaria y quizás irrepetible para encaminarnos por fin a la senda del crecimiento sostenido e incluyente que nos lleve ya de modo irreversible a la prosperidad democrática de México. Es hora de transformar nuestros excedentes en excelentes.
El Presupuesto de Egresos de la Federación para 2011 se aprobó sobre la base de un precio estimado para la mezcla mexicana de crudo de exportación de 65 dólares por barril. El día martes 8 de marzo, la mezcla alcanzó una cotización superior a los 100 dólares por barril. Esto arroja un “excedente” de 35 dólares por barril exportado. Y todas las señales de los mercados y las opiniones expertas coinciden en que lo más probable es que este diferencial continúe creciendo a lo largo del año. Con los actuales volúmenes de exportación y al tipo de cambio promedio para lo que va del 2011, esto representa un “excedente” de alrededor de 200 mil millones de pesos en el año. Poco más de cuatro veces el presupuesto anual asignado al Conacyt, que es de alrededor de 48 mil millones de pesos al año.
Independientemente de lo dispuesto en la Ley de Presupuesto, estamos frente a un recurso de naturaleza y volúmenes claramente excepcionales y que por ello demandan medidas excepcionales. Vengan del Ejecutivo o del Legislativo, el bienestar presente y futuro de la nación mexicana hace necesario que, de inmediato y con absoluta transparencia, se tomen medidas para que este excedente, resultado de la explotación del patrimonio no renovable de la nación, se aplique en su mayor parte a la educación superior, la ciencia y la tecnología. El pasado 4 de marzo de 2011, el rector de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), Eduardo Gasca Pliego, informó que en los años en que Enrique Peña Nieto ha sido gobernador, el subsidio estatal ordinario para la Universidad se incrementó más de setenta por ciento. He ahí un ejemplo claro de cómo convertir los excedentes en excelentes. He ahí una muestra de lo que se debe hacer para ganar el futuro de México.
La pregunta es, de todo ese excedente... ¿Cuánto le corresponde a Campeche?
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