Esta semana ha sido rica en opiniones acerca de la iniciativa fiscal presentada hace una semana en el Senado, y enviada a la Cámara de Diputados para su análisis y eventual aprobación.
Además de presentar un desafío para quienes han eludido la responsabilidad de darle al país las leyes que el crecimiento económico requiere, el trato que le dispensen será un parámetro excelente para conocer el nivel de responsabilidad de los actuales diputados.
En otras palabras, el trato que reciba la iniciativa que el Senado envió a San Lázaro será el mejor indicador que pudimos haber encontrado para medir la responsabilidad de los diputados.
Esperaremos, para la primera conclusión, unas dos o tres semanas; la segunda, la realizaremos al final del periodo ordinario.
Volvamos a las opiniones. Éstas provienen (casi todas) de quienes no forman parte de la Cámara de Diputado
Esto sorprende negativamente, pues dada la importancia del tema y la intensa promoción que el principal promotor de la iniciativa realizó durante semanas entre representantes de grupos sociales diversos y entre los mismos diputados, uno habría esperado de estos una opinión que si bien no lo fuere de la iniciativa en su conjunto, sí al menos de algunas de sus partes más llamativas o como diría el que dijo, “sexys”.
Si bien las opiniones de los ajenos a San Lázaro son importantes y además, obligadas, las de los diputados son fundamentales dado que su Cámara es la de origen por el carácter de la iniciativa.
La pasividad y apatía frente a la iniciativa que nos ocupa, ¿Se debe a la intención de no analizarla, pues la congelarán?
¿Acaso pesa más la mezquindad política que la necesidad de contar con un mejor y más sencillo instrumento fiscal?
¿Será posible, como ya comentan algunos, que en San Lázaro se privilegiará la reforma laboral que el coordinador de la fracción priista promueve abiertamente?
Además, con esta aprobación buscaría disfrazar la decisión política ya tomada de congelar la reforma fiscal; de aquél, ya nada me sorprende.
Por lo demás, ante la eventualidad de que la politiquería, la mezquindad y el canibalismo (normales hoy entre militantes del mismo partido) se impusieren y la iniciativa en materia fiscal ni siquiera la discutieren, ¿cuál sería el Plan B?
¿Qué haríamos ante esta eventualidad?
¿Cómo enfrentaríamos la incertidumbre que ya se deja ver?
¿Acaso la respuesta será lo que hacen bien nuestros legisladores cuando se trata de reformas estructurales: la inmovilidad legislativa?
Y por parte del Ejecutivo Federal, ¿más triunfalismo y cifras alegres fuera de contexto?
Al igual que ayer y anteayer, ¿la renuencia a legislar y una pésima gobernación que en nada ayudan al crecimiento económico, privarán otra vez?
¿Es lo único que obtendremos de aquí a septiembre de 2012?
Sin ánimo de ser aguafiestas, pero todo indica que en San Lázaro la prioridad es cuidar “la imagen” de quien ni siquiera es precandidato y rechazar todo lo que “genere ruido” a su candidatura; a ésta, nada la debe tocar, ni siquiera un punto de acuerdo.
Dados la apatía de los diputados priistas, el rechazo de su coordinador y las tonterías de López y Ebrard, parece que la iniciativa “no transitará”.
Espero estar equivocado pero, de no ser así, ¿hay un Plan B?, ¿ya nos cargó el payaso?... de ser así, ¿quién podrá defendernos?