A partir de mañana podremos ver un nuevo mapa político del país. Atrás quedaron el PAN y el PRD. La descomposición es tal que, según anticipan las encuestas, los expertos y los perredistas más sensatos, el PRI se convierte en el triunfador y se coloca en la antesala de Los Pinos, simplemente a esperar que Felipe Calderón cumpla su mandato. Políticamente se acabó desde que cometió el error fatal de formar alianza con su archienemigo el PRD tan sólo para mantener el poder en manos amigas, sin razones ideológicas. Como antes Fox al intentar desaforar a López Obrador, lo hizo crecer. Lo mismo ocurrió ahora. El intento de frenar al PRI, lo desconcentró de sus tareas fundamentales como presidente de todos los mexicanos y se obsesionó con una idea, pero le salió contraproducente. La desaparición de un panista afamado, Diego Fernández de Cevallos y el asesinato salvaje de Rodolfo Torre Cantú, seguro gobernador tamaulipeco, fueron la puntilla a su gobierno. Ahora es tarde para solicitar diálogos, pues antes fue destructivo e hizo lo posible por acabar con su principal contrincante: el PRI, dejando de lado el apoyo que recibió para consolidar su presidencia cuando el PRD lo cercaba.
El desconcierto llega a extremos: AMLO dice que bajo ciertas condiciones sí se reuniría con el usurpador, Ebrard le pide al PRI sin su habitual arrogancia (inexplicable por otro lado) que acepte el llamado presidencial. A su vez los priistas se ponen dignos y hasta suben el tono. El país volvió a su redil. Tantos fueron los errores de sus rivales aliancistas que la tarea fue mínima. No es de dudar que la semana entrante, su paso siguiente sean rondas de pláticas internas para ver quién será el candidato presidencial de un país aturdido hasta por la ilusa y patriotera pretensión de avanzar espectacularmente en el futbol. Pensándolo bien: si al Vasco Aguirre le gusta hacer análisis políticos y a Calderón el futbol, por qué no hacen un enroque. Quizás las cosas mejoren.
El país no busca ideas, proyectos, quiere ídolos, caudillos y hasta en eso el PRI nos ha presentado un proyecto: Enrique Peña Nieto. Pero también hay políticos hábiles dentro de ese partido que es como el alto mundo intelectual: siempre son los mismos. Pensemos en Manlio Fabio Beltrones, ahora flanqueado por un panista y un perredista y con un séquito de admiradores.
La semana entrante será de gritos y ofensas. Las palabras fraude, manipulación, elección de Estado, serán repetidas mil veces. Cuando se aplaquen, el dinosaurio estará nuevamente entre nosotros. Esperemos que no sea el de siempre, el que vimos cuando encarcelaron a Siqueiros y asesinaron a Jaramillo, el que masacró jóvenes en 68, el del Fobaproa, el que recorrió el país cometiendo desatinos, el que corrompió intelectuales o el que simplemente nos introdujo en el neoliberalismo (de Miguel de la Madrid en adelante) antes de que aparecieran los panistas como pésimos proyectos de políticos.
Lo más sorprendente es la metamorfosis de aquellos que se presentan como la izquierda: Calderón no es más el usurpador, es el Presidente que nos llama a sumar esfuerzos por la paz. Lo que uno llega a ver luego de intercambiar tantos insultos. Entretanto, su enemigo común, el PRI, el que les dio muchos candidatos para sus campañas, se frota las manos. Es un organismo de personas hábiles, experimentadas en gestión gubernamental, es verdad, pero también tienen suerte, buena, desde luego.
Lo que sigue, la elección presidencial, no permitirá una nueva alianza PAN-PRD. Los hoy amigos, pelearán en sus propias trincheras o fosas. El primero buscará candidato, al otro le sobran, pero los fuertes son Ebrard y AMLO. Una vez que los tengan, serán aplastados por separado. En el DF, para colmo, habrá un encontronazo violento entre los que se han jurado amor fingido y fidelidad efímera.
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