agosto 31, 2012

DE MERCADOS Y MERCADERES



Una de las expresiones más frecuentes utilizadas por mi madre para llamarme la atención cuando niño, era “En caridad de Dios, ya deja de estar haciendo cosijo”. Esta última palabra no guardaba relación alguna con su significado correcto, ya que aquí se usa como sinónimo de daño o travesuras.

La tomo hoy, como último recurso en esta batalla perdida frente a un ejército invencible de burócratas —unos encumbrados en la estructura del gobierno y otros, en los escalones más bajos de la misma—, cuyos integrantes creen saber más que los consumidores, para que deje de intentar controlar los mercados.

Su desconocimiento del funcionamiento de éstos y su ignorancia del papel del precio de una mercancía en la economía, palidecen ante los que exhibe ese grupo no menos numeroso de comentadores y opinantes que al igual que aquellos burócratas, piensa que los mercados pueden ser controlados mediante declaraciones o apoyos que ni cosquillas producen, pero eso sí, dan lugar a menciones mediáticas que los presentan, a unos y a otros, no sólo como conocedores de la economía —cosa que no son— sino como personajes preocupados —profunda y sinceramente— por la suerte de millones de jodidos, lo cual tampoco es verdad.

Una vez que se asentare el polvo levantado por el torrente de tonterías expresadas por algunos, cuyo ceño fruncido y voz elevada pretende suplir su ignorancia en materia económica, varias cosas quedarían claras. La primera y más grave, es la ignorancia que reina entre nosotros —salvo las honrosísimas excepciones que son, efectivamente eso, excepciones—, en materia del funcionamiento de los mercados y del papel que juegan los precios en toda economía abierta.

La segunda, es la hipocresía que agrava la ignorancia; quienes dicen apoyar la apertura económica y estar convencidos de sus ventajas, a la menor oportunidad van al disco duro para buscar en él las viejas consignas que aprendieron en los años de la Docena Trágica de Echeverría y López Portillo y hoy, regodeados en su espíritu justiciero a favor de los jodidos, las repiten exultantes para exigir que el Estado resuelva el problema del alza del precio del huevo para plato.

Otros, practican un exhibicionismo que los delata el cual, por supuesto, acompañan con el ataque grosero en contra del blanco fácil que es el Secretario de Economía. Exigen, a gritos, “que Bruno Ferrari levante los aranceles” sin tomar en cuenta los procedimientos que implica una medida así; además, caricaturizarlo ofensivamente como hizo un medio impreso, ofende más a éste que al propio secretario.

¿Qué hacer ante tanta muestra de ignorancia e hipocresía? La verdad, muy poco; lo único sería, quizás, tratar de aclarar las cosas y después, dejar que el mercado funcione.

Por último, me es imposible dejar pasar esa grosería de Ricardo Monreal la cual, todo parece indicar, habla de alguien que perdió la cordura; no sólo ignora el funcionamiento del SPEI (Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios) sino también, que al doctor Carstens lo distingue, no sólo su capacidad técnica sino su gran honradez intelectual y personal.

Aquél, con sus ofensas, escupe hacia arriba; hoy, los primeros escupitajos que lanzó, aparecen ya en su cara.

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