agosto 31, 2012
COSAS IMPOSIBLES
En días recientes, el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz fue invitado por la presidenta de Argentina, Christina Fernández, a impartir una conferencia respecto a los principales problemas financieros que vive el mundo occidental y cómo el país sudamericano ha hecho frente a la crisis de la deuda. En dicho evento, el economista emitió una sentencia: “Lo que nos mete en líos no es no saber, sino saber cosas que no son verdad”.
Lo anterior nos permite entender cómo los encargados de imponer la política económica en nuestro país llevan años incurriendo justo en ello, en acciones que no son verdad, que no sirven para la mayoría. No podemos hablar siquiera de una suerte de perversión, eso sería muy grave, pero sí de una inmensa y catastrófica equivocación en lo que a hacer frente a las dificultades se refiere. Las ideas neoliberales, neoclásicas, importadas en buena parte por economistas formados en la escuela de Chicago están equivocadas; desembocaron en crisis de consecuencias desastrosas, y de las cuales estamos muy lejos de salir si no cambiamos drásticamente el rumbo.
Las recetas que los neoliberales han vendido como las idóneas nos llevaron a vivir en una burbuja de crédito. Pensaron que con un meajas tasas de interés crecería la economía. Creyeron cosas que no son ciertas y no actuaron según los intereses del país.
Lo único que ha crecido durante las tres décadas recientes es la desigualdad. Los ciudadanos han sido desplazados en su poder de decisión y éste ha pasado a unas cuantas manos. La clase trabajadora ni siquiera tiene ya la capacidad de celebrar pactos o alianzas para mejorar o por lo menos mantener sus condiciones laborales. Las decisiones tomadas desde las estructuras institucionales han dejado de favorecer al 99 por ciento. Es decir, no existe libertad por más que los responsables de elaborar mensajes insistan en que con el neoliberalismo las masas son “libres”.
Somos testigos de cómo se reduce el gasto social y se presenta como “ahorro” abandonar a su suerte al recurso más importante de un país: el humano. Stiglitz fue enfático al señalar que existe una “falta de manejo” de la crisis, es decir, que los gobiernos —el mexicano, por ejemplo— no se hacen cargo más que para convertir en pública una deuda de particulares y asumir políticas de austeridad. Pero, dijo, no fue el déficit lo que generó la crisis, al contrario: “La crisis no fue ocasionada por un exceso de egresos, de gasto”.
Reducir al Estado a un mero espectador de cómo se especula, representa el peligro más grande en la historia reciente de nuestro país. Atravesamos por algo que en economía se conoce como “falta de demanda agregada”. Esto significa que no hay suficiente demanda que incremente la producción. Lo anterior impide que exista pleno empleo y se generen recursos.
Somos testigos de cómo la política económica, de quienes conciben al país como su patrimonio, recorta el gasto como medida para enfrentar la crisis, llevando inevitablemente a un alto nivel de desempleo, baja producción y disminución en los ingresos. Es evidente que esa “austeridad” tan de moda aconsejada por países como Alemania, hace más lenta la economía.
Sirvan de ejemplo dos países: Grecia y España. Este último tiene a más de la mitad de sus jóvenes en situación de desempleo. Cito nuevamente a Stiglitz: “No hay economía que se haya recuperado de una crisis con austeridad. Lo que hace la austeridad es empeorar las cosas cuando hay deuda”.
La incertidumbre es generalizada, puesta en marcha en buena medida por los interesados en que las cosas no cambien, por seguir ensanchando la franja de la pobreza y la marginación, generada por un modelo que continúa imponiendo medidas que no son ciertas y los diarios esfuerzos por dilapidar el ejercicio de libertades. A este respecto, el sociólogo francés Laurent Bonelli, acuñó el término “liberticida”, para referirse a la forma en que la sociedad acepta la limitación gradual de las libertades que tanto costó conseguir.
Considero fundamental que la izquierda continúe con su labor por capacitar a un número cada vez mayor de ciudadanos para ejercer su libertad. Por elegir e impulsar un modelo económico alternativo basado en el conocimiento, la producción, el desarrollo interno, el pleno empleo y la vida en comunidad. Que a pesar de los intentos de nuestros adversarios por tachar de “populistas” las medidas encaminadas a incrementar los derechos sociales, las incrementemos, puesto que son indispensables para legitimar y hacer reales los derechos políticos, sobre todo ante la imposición, de la cual millones de mexicanos están en posibilidad de ser presa.
Es primordial que para no desperdiciar la enorme cantidad de recursos humanos con los que cuenta el país, construyamos opciones verdaderas, apegadas a la realidad, que dejemos de especular con la posibilidad de un mejor futuro y recuperar nuestra capacidad de decidir qué clase de nación queremos ser.
RESCATE DE UN PAIS… UNOS PAISES… MUCHOS PAISES.
Los rescates de Grecia y los que lleva acumulados España más los que seguirán en los próximos meses, han vuelto a poner en el centro de la discusión este “recurso de última instancia” para salvar a países que de no ponerlo en práctica, no podrían recuperar la viabilidad perdida en más de un aspecto debido, principalmente, a políticas públicas erróneas y la complicidad perversa de los beneficiarios de los privilegios que aquéllas otorgaban.
El rescate de un país, es “cirugía mayor”; su objetivo, salvar a un paciente a punto de dejar este mundo. En ese momento, poco importan las causas que lo llevaron a esa posición; determinarlas para impedir la repetición de los daños causados, es la tarea que sigue. Una vez que el país empiece a caminar con “normalidad” y las cosas tomen rumbo claro, comenzaría el trabajo doloroso e impopular de la reconstrucción bajo nuevas reglas y condiciones.
Ahora me interesa preguntarle, ¿habría un rescate de México, si nuestro país llegare a estar en una situación como la griega o la que hoy enfrenta España? Por el contrario, ¿piensa usted que a nosotros, jamás nos sucederá lo que a esos dos países? Es decir, ¿nunca necesitaremos ser rescatados?
Si comparte con no pocos esta última posición —la imposibilidad de llegar a estar como Grecia o España—, difiero de usted; no sólo porque ya estuvimos en esa situación en dos ocasiones —1982 y 1995— sino porque en la actualidad, hay elementos estructurales en nuestra economía y finanzas públicas los cuales, de no ser atendidos con la debida seriedad, podrían —en pocos años— colocarnos en una situación igual o más grave que la que enfrentan Grecia y España.
Para cualquier estudioso de la situación de nuestra economía y la salud de nuestras finanzas públicas, no pasa inadvertida la gravedad de no pocos problemas en una y las otras. No caeré en la vaguedad de exigir reformar para construir un andamiaje jurídico moderno que respondería a las exigencias de la globalidad y nuestra incorporación a ella de manera obligada desde hace 25 años, por el simple hecho de ser un tema trillado; prefiero mejor, darle problemas concretos.
La bajísima calidad del sistema educativo público y su imposibilidad estructural para formar el capital humano que las nuevas realidades exigen; el desfase de Pemex y CFE de la realidad que el mundo ha construido en materia energética y la renuencia abierta y militante para que ambas entidades compitan con otros agentes económicos, y la dependencia en los ingresos provenientes del petróleo más los subsidios diversos que en materia de energéticos se otorgan a sectores privilegiados de la población en general. ¿Le sigo?
El desastre que es el campo mexicano y la nueva realidad que en los últimos años han configurado Argentina, Brasil y Chile frente a la cual, en materia agrícola, ganadera y agroindustrial poco o nada podemos hacer, y la corrupción que nos ha llevado a altísimos niveles de ineficiencia y dispendio de recursos. Pienso que con esto basta.
Dada nuestra nula disposición para enfrentar con responsabilidad los problemas señalados, ¿aún piensa que jamás estaremos como Grecia o España? Ahora bien, de llegar la debacle, ¿nos rescataría Estados Unidos? ¿Está usted seguro? ¿Y si se negare hasta ver nuestra disposición para solucionar nuestros problemas estructurales? ¿Y si las condiciones exigidas nos parecieren exageradas?
¿Su conducta, sería buena para México?
PEJECALIPSIS
Llegó la hora de las definiciones. El TEPJF declaró válida la elección presidencial del primero de julio. Le dio palo a la solicitud de invalidez del Movimiento Progresista. Ni las tarjetas Soriana ni Monex ni chivos ni patos ni pollos ni amenazas ni manifestaciones cambiaron el resultado. Nomás no se pudo acreditar la compra de votos por parte de la Coalición Compromiso por México. Por unanimidad, los siete magistrados del Tribunal declararon infundada la queja del Movimiento Progresista.
La frase “México tiene Presidente electo por el pueblo: Enrique Peña Nieto”, pronunciada ayer por el magistrado Salvador Nava Gomar, perfiló un fallo que no sorprendió ni a los más ingenuos seguidores del Peje. La decisión estaba cantada.
Lo que no sabemos es hasta dónde van a llegar los partidarios más radicales del Peje. Esos que se agrupan tras la etiqueta de la Convención Nacional contra la Imposición (SME, atencos, #YoSoy132 y anexas.) Tampoco lo que hará el aferrado hombre de Macuspana, quien tiene ante sí la disyuntiva entre convertirse en el líder opositor que puede equilibrar al PRI o abandonar los cauces legales y terminar yéndose a La Chingada (la finca, por supuesto).
La cúpula del PRD se reunió anoche. Lo que sabemos es que Los Chuchos ya escogieron el camino institucional. “No vamos a ir al desbarrancadero”, nos dijo uno de sus dirigentes, a condición de que no lo citáramos, antes de ingresar al cónclave amarrillo. Si Andrés Manuel López Obrador se aferra y abandona los cauces legales “iríamos hasta la ruptura”, aseveró. Miguel Mancera, jefe de Gobierno electo del DF, y Graco Ramírez, gobernador electo de Morelos, van a acatar el fallo. Lo tenemos confirmado. El tabasqueño Arturo Núñez se ha mantenido en silencio. Tendrá que definirse.
Al cierre de esta columna no había una postura oficial de la izquierda frente al fallo del Tribunal. Tampoco de López Obrador. Sólo declaraciones virulentas del radicalizado Ricardo Monreal, coordinador de la campaña del Peje, en contra de los magistrados. “Son unos farsantes con toga y birrete, pagados con millones de pesos, que no cumplen con el mandato ciudadano, que sepultan la Constitución y van a convertirse en la comparsa más vil del PRI en la historia de la democracia nacional”, dijo el zacatecano. ¡Sopas!
El propio Monreal nos adelantó hace unas semanas la ruta que los obradoristas van a seguir para dar cauce a su inconformidad, en caso de que el fallo no les favoreciera. Nos dijo que irían a las instancias internacionales. En concreto, a la CIDH de la OEA, cuyo secretario ejecutivo es el mexicano Emilio Álvarez Icaza. Pero nadie apostaba anoche a que López Obrador va a conformarse con llevar el caso fuera del país y quedarse tan tranquilo. “Ahí está el detalle”, diría el clásico Cantinflas.
El ambiente entre los seis coordinadores parlamentarios de las principales fuerzas políticas es de cordialidad. Eso ya marca una diferencia con relación a 2006. Los priistas Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa; los panistas Ernesto Cordero y Luis Alberto Villarreal, y los perredistas Miguel Barbosa y Silvano Aureoles, comieron ayer en el Salón La Noria del restaurante La Hacienda de los Morales. “Es un encuentro para abrir confianza”, nos dijo el senador Emilio Gamboa. “Se armó hace dos semanas con dos o tres puntos. Uno de ellos es la plenaria del primero de septiembre, de quienes van a hablar. Otro es cómo se va a conformar la Junta de Coordinación Política. El reparto de comisiones, donde sí va a haber jaloneo”, adelantó el priista. La comida de los coordinadores acabó en los momentos en que el TEPJF iniciaba su sesión. Los coordinadores, incluidos los perredistas, tenían claro que el fallo iría contra la solicitud de López Obrador de invalidar la elección presidencial. Por allí surgió una pregunta sobre la posibilidad de que hubiera una toma de tribuna para protestar el fallo.
El senador perredista Miguel Barbosa aprovechó el viaje para dar a conocer su postura personal frente a ese tipo de acciones. “Las obstrucciones legislativas, momentáneas, coyunturales, como han sido las tomas de tribuna, esas ya han sido calificadas por la gente, las rechaza”. “Nosotros queremos presentar el rostro de una izquierda propositiva, moderna, que dialogue, que acuerde, una izquierda con vocación de poder”, sintetizó.
Sabe, sin embargo, que no puede obligar a ninguno de sus diputados a no ocupar la tribuna.
Por allí salieron también a relucir declaraciones de Monreal en el sentido de que Peña será un Presidente ilegítimo. Esta vez fue Silvano Aureoles, coordinador de los diputados del PRD, el que respondió: “Las declaraciones y opiniones de nuestro compañero y amigo Ricardo Monreal son de él…”
Un dato curioso. Al término del evento los meseros andaban vueltos locos para ver quién les pagaba. Fue una comida de coperacha. Mil 300 pesos por cabeza. Me tocó atestiguar cuando a Barbosa le cobraron. Ya iba rumbo a la salida y no tenía ni idea de que no estaba pagado. Uno de sus asistentes sacó el billete y saldó la cuenta.
Idéntica situación con Ernesto Cordero. La cara se le descompuso al mesero al ver que el senador del PAN ya no estaba. Respiró aliviado cuando le dijeron que el panista aún se encontraba dentro del restaurante. Se había trasladado a uno de los salones para felicitar a un amigo que se acababa de casar.
UNA SOLUCION GLOBAL
Uno de los extremos de esa estupidez identificada como “la unicidad de México en el mundo”, es rechazar —sin prestarle la menor atención— lo que en otros países se ha alcanzado en diversas materias porque, afirmamos con un orgullo digno de mejor causa, “México es diferente”.
Si bien esta conducta —propia de retrasados mentales en materia de desarrollo económico— caracterizó la gobernación durante varios decenios del siglo XX, no ha sido erradicada del todo; por encima del cuarto de siglo de apertura económica y de las transformaciones estructurales que en algunas áreas ha sufrido nuestra economía, persiste la idea perversa de que aquí, por obra y gracia de Huitzilopochtli, somos diferentes.
En consecuencia, soluciones diseñadas y aplicadas en otras latitudes a problemas similares no tienen la menor posibilidad de ser aplicadas aquí. Los argumentos para oponerse, incluso a su discusión, empieza y termina con lo que sus promotores consideran argumento irrefutable: Allá funcionó esa solución porque son alemanes (suecos, canadienses, chilenos, polacos, noruegos, chinos, irlandeses, coreanos o esquimales); nosotros, herederos de Cuauhtémoc e Hidalgo, de Juárez y Zapata y, por supuesto, de Cárdenas, somos “otra cosa”, “somos mexicanos, cabrones; ¿qué no ven?”
Ante esta “pequeña dosis de ciencia” diría el doctor René Drucker Colín, nada podemos hacer salvo ponernos a rezar. Sin embargo, dada esa unicidad que se nutre de la ignorancia y la carencia de vergüenza pero abundancia de cinismo de buena parte de nuestra clase política, miles de avances logrados en muchos otros países, nos han pasado de noche.
En ellos, frente a problemas similares a los nuestros, no apelaron a su “alemanidad”, “canadiedad”, “chinidad”, “chilenidad”, “norueguidad”, “coreanidad” o “irlandidad”; simplemente se pusieron a trabajar y antes de cualquier otra cosa, averiguaron qué habían hecho bien otros países ante problemas similares a los suyos y sobre todo, qué soluciones les dieron para adaptarlas a su realidad concreta.
Así, tomando lo aplicable de dichas soluciones a problemas similares, los enfrentaron y resolvieron exitosamente; hoy, después de haber elevado significativamente su calidad de vida, mientras que nosotros seguimos bien jodidos regodeándonos en una visión endógena con centro en el ombligo, aquellos son ejemplo de lo que hay que hacer.
Nosotros —no me cansaré de repetirlo—, a la menor provocación, borrachos o no, gritamos “Como México no hay dos” coronando siempre este grito de braveros de cantina con la “proclama bravía”: “¡Viva México, cabrones!” De ésta, los que saben de sicología social, afirman que nada tiene de bravía; que más bien refleja nuestros complejos y el temor a enfrentar nuestros problemas.
¿Por qué aún hoy, ante un “problema” como el aumento del precio del huevo, no analizamos las soluciones que en otros países aplican a casos similares? Le pido, para conocer las bases de dichas soluciones, lea por favor la colaboración de este lunes de Arturo Damn, en el periódico la Crónica. De tener interés, la puede encontrar aquí:
http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=686149
Por lo demás, si aceptamos que la mayoría de las pésimas decisiones y políticas públicas erróneas aplicadas por nuestros políticos, se deben a su ignorancia más que a su corrupción, bien les haría leer aquella excelente colaboración cuyo ilustrativo título es: El precio del huevo: Economía 1.
GABINETE
El artificial problema del precio del huevo para plato de días recientes, magnificado hasta el ridículo por quienes ignoran lo más elemental del funcionamiento de una economía de mercado, el cálculo económico y el papel que los precios juegan en la economía nos llevó, por las declaraciones de algunos funcionarios demagogos e ignorantes y las de varios comentaristas, “opinantes” y no pocos “conductores” que los aplaudieron, a recordar la “Docena Trágica” de Echeverría y López Portillo.
Para vergüenza de funcionarios serios, ellos sí conocedores de la ciencia económica y el funcionamiento de una economía de mercado, el papel de los precios y la importancia del cálculo económico, los que encabezan la Secretaría de Economía, la Procuraduría Federal del Consumidor y el Gobierno del DF, son burócratas encumbrados con un nivel de conocimientos tan bajo en economía, que al escucharlos hablar del precio al público del huevo para plato, uno se pregunta por qué y cómo llegaron a esas posiciones.
Dadas las burradas expresadas por los dos primeros, la única explicación posible es que son grandes cuates del presidente Calderón. Sus curricula, lucen impresionantes; sin embargo, al hablar ambos del “problema del precio del huevo”, uno concluye que los únicos estudios realizados fueron en el Instituto Patrulla, las gloriosas Academias Vázquez o algún curso por correspondencia en la Hemphill School.
El procurador federal del Consumidor, presume “estudios en economía en el ITAM” los cuales, dada la pobre comprensión que del tema exhibió, dichos estudios debieron pasarle de noche.
Del secretario de Economía, tanto su licenciatura en Derecho con Mención Honorífica por la Escuela Libre de Derecho y los “diferentes cursos de posgrado en Administración, Finanzas, Recursos Humanos y Competitividad en las universidades de Harvard, Stanford, Michigan, Kellogg y Wharton en Estados Unidos, así como en el Institut Européen d’Administration des Affaires (INSEAD) en Francia”, parecen haberle servido de muy poco pues con sus declaraciones absurdas —por decir lo menos—, dejó muy mal paradas a esas prestigiadas instituciones.
Todo indica, dadas las tareas que en verdad realizó durante años para Pulsar y más específicamente para el hoy seguidor de López, ingeniero Alfonso Romo, que lo único que le ha funcionado son su “Licenciatura en Derecho Canónico y un Posgrado en Ciencias de la Familia”; estos logros académicos aparecen al final —por no dejar y con cierta vergüenza— del largo listado de los estudios que dice haber realizado.
Al escuchar a los dos y a otros más, la pregunta surge de inmediato; ¿por qué el secretario de Economía ignora todo de esta ciencia? ¿Por qué el procurador federal del Consumidor tiene una idea tan pedestre de los consumidores y desprecia nuestra capacidad para decidir qué comer? ¿Acaso piensa que somos idiotas, que requerimos de sus profundos conocimientos para definir nuestra dieta? Asimismo, ¿piensa el jefe de Gobierno del DF que con 20 o 30 toneladas de huevo va a influir en algo, cuando el consumo diario en el DF es cercano a las 500 toneladas?
Por último, ¿lo que aquí vemos en relación con la preparación de nuestros funcionarios y gobernantes, se presenta en otros países? ¿En ellos, son tan ignorantes como algunos de los nuestros? Y si lo fueren, ¿hablan de lo que ignoran como los nuestros?
Si así es, están igual de jodidos que nosotros.
REGLA, NO EXCEPCION
El problema —más artificial que real— del incremento del precio del kilogramo de huevo para plato, sirvió para que no pocos plantearan abiertamente lo que piensan pero era políticamente incorrecto expresar; hoy, sin tapujo alguno afirman: El Estado debe intervenir —oportuna y decididamente— para enfrentar y resolver problemas similares a aquél.
Todo indica, si nos atuviéremos a las opiniones vertidas por políticos y opinantes profesionales, que con lo expresado confundieron en vez de aclarar dada su ignorancia en materia económica, los precios deberían permanecer fijos, inamovibles en el tiempo. Desean, eso expresan sus desatinos económicos (“Locura, despropósito o error”); plantean, ante elevaciones de precios “excesivas y súbitas”, que el Estado debe intervenir para corregir lo que consideran injusto, inaceptable, abusivo y decenas de adjetivos más.
El Estado tiene entre sus obligaciones, afirmaron muchos opinantes repitiendo las burradas de no pocos políticos, asegurar que todos tengamos acceso a huevos baratos; además, dada la enjundia que pusieron al exigir su intervención, tal parece que la solución de todos nuestros problemas —de acuerdo con este grupo que exige la intervención estatal—, pasa ineludiblemente por la presencia del Estado, siempre bondadosa y protectora.
Su reacción, frente a lo que es normal en una economía abierta que respeta las decisiones de los consumidores y busca reducir las trabas a la iniciativa individual así como remover los obstáculos a la inversión, parece no ser excepción, sino regla.
Sus “argumentos”, me dicen que su idea del papel del Estado en la economía, es que éste debe controlar los precios, mantenerlos “en calma” para evitar alzas de los mismos; dieron con sus opiniones, repito, una idea clara de su visión estatista de la economía.
Debo reconocer mi error en este último punto; ingenuo que soy, a pesar de mis años y de un cuarto de siglo de apertura económica, creí que esa vieja idea arrumbada en el basurero de la historia, ya estaría desterrada entre nosotros. Lo acepto, me equivoqué; sigue viva y coleando.
La visión estatista de la economía, está a flor de piel en muchos de los que de dientes para afuera se declaran “liberales” y que en un gesto casi teatral, exigen que Peña Nieto les presente —a ellos, sí a ellos—, la Agenda Liberal que esperan.
Hoy, esos falsos liberales se han mostrado como lo que son, decididos defensores de la intervención estatal en la economía; su posición, expresada al hablar del alza del precio del kilogramo de huevo y de “la solución”, es la regla en su visión económica, no excepción.
Su liberalismo, era sólo una pose; antes del “huevazo”, la expresaban para verse “modernos” pero hoy, a las primeras de cambio, aparecieron los nostálgicos de la “Docena Trágica” de LEA y JLP.
Ellos son, los que desde 1987 añoran los controles de precios y “la certidumbre económica”; son los que hoy, nada saben de huevos y cómo se forma su precio pero gracias a ellos, tuvieron que salir del “clóset económico”, lugar donde ocultaban su simpatía por una economía cerrada que para fortuna de millones de consumidores, buena parte de ella desapareció.
Hoy, ya no pueden aparecer como lo que decían ser; los huevos los exhibieron.
DE MERCADOS Y MERCADERES
Una de las expresiones más frecuentes utilizadas por mi madre para llamarme la atención cuando niño, era “En caridad de Dios, ya deja de estar haciendo cosijo”. Esta última palabra no guardaba relación alguna con su significado correcto, ya que aquí se usa como sinónimo de daño o travesuras.
La tomo hoy, como último recurso en esta batalla perdida frente a un ejército invencible de burócratas —unos encumbrados en la estructura del gobierno y otros, en los escalones más bajos de la misma—, cuyos integrantes creen saber más que los consumidores, para que deje de intentar controlar los mercados.
Su desconocimiento del funcionamiento de éstos y su ignorancia del papel del precio de una mercancía en la economía, palidecen ante los que exhibe ese grupo no menos numeroso de comentadores y opinantes que al igual que aquellos burócratas, piensa que los mercados pueden ser controlados mediante declaraciones o apoyos que ni cosquillas producen, pero eso sí, dan lugar a menciones mediáticas que los presentan, a unos y a otros, no sólo como conocedores de la economía —cosa que no son— sino como personajes preocupados —profunda y sinceramente— por la suerte de millones de jodidos, lo cual tampoco es verdad.
Una vez que se asentare el polvo levantado por el torrente de tonterías expresadas por algunos, cuyo ceño fruncido y voz elevada pretende suplir su ignorancia en materia económica, varias cosas quedarían claras. La primera y más grave, es la ignorancia que reina entre nosotros —salvo las honrosísimas excepciones que son, efectivamente eso, excepciones—, en materia del funcionamiento de los mercados y del papel que juegan los precios en toda economía abierta.
La segunda, es la hipocresía que agrava la ignorancia; quienes dicen apoyar la apertura económica y estar convencidos de sus ventajas, a la menor oportunidad van al disco duro para buscar en él las viejas consignas que aprendieron en los años de la Docena Trágica de Echeverría y López Portillo y hoy, regodeados en su espíritu justiciero a favor de los jodidos, las repiten exultantes para exigir que el Estado resuelva el problema del alza del precio del huevo para plato.
Otros, practican un exhibicionismo que los delata el cual, por supuesto, acompañan con el ataque grosero en contra del blanco fácil que es el Secretario de Economía. Exigen, a gritos, “que Bruno Ferrari levante los aranceles” sin tomar en cuenta los procedimientos que implica una medida así; además, caricaturizarlo ofensivamente como hizo un medio impreso, ofende más a éste que al propio secretario.
¿Qué hacer ante tanta muestra de ignorancia e hipocresía? La verdad, muy poco; lo único sería, quizás, tratar de aclarar las cosas y después, dejar que el mercado funcione.
Por último, me es imposible dejar pasar esa grosería de Ricardo Monreal la cual, todo parece indicar, habla de alguien que perdió la cordura; no sólo ignora el funcionamiento del SPEI (Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios) sino también, que al doctor Carstens lo distingue, no sólo su capacidad técnica sino su gran honradez intelectual y personal.
Aquél, con sus ofensas, escupe hacia arriba; hoy, los primeros escupitajos que lanzó, aparecen ya en su cara.
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