Una de las muchas conclusiones que es posible extraer, después de analizar detenida y concienzudamente el comportamiento y los dichos de no pocos de nuestros políticos, es que por encima de los años de edad que estos tienen siempre sale a flote el niño que son; de esta manera, siempre nos dejan ver —la exhiben con una claridad sorprendente— la edad mental que tienen.
La ilusión infantil que los domina y acompaña desde sus primeros años de vida, la expresan en propuestas de cambios casi idílicos sin ocuparse —aun cuando fuere de manera general e incompleta— en mencionar los cómos que deberían ser —en un político adulto, mentalmente hablando— algo obligado.
Es propia, esta conducta, de esos años infantiles durante los cuales no tenemos la menor idea y consciencia de lo que significa proponer algo, y luego concretarlo. En esos años, los de la edad temprana, simplemente anhelamos algo y lo decimos como simple reflejo de la inmadurez propia de la misma; ésta, simplemente nos hace decir lo que queremos, quizá con la idea de que de manera casi mágica se concretará.
Lo peor de esta ingenuidad e inmadurez presente en el discurso de algunos de nuestros políticos, es que millones de adultos —en años de vida mas no en edad mental— les creen a pie juntillas. Están ambos —el niñito prometedor y los viejos crédulos— hechos el uno para los otros. Además, este comportamiento infantil de los pocos y la credulidad de los muchos, no es nuevo en el mundo de la política; aquí y allá, unos “niñitos” prometen todo y muchos “la compran todita”.
Lo nuevo aquí y ahora —en el proceso electoral que recién dio principio— quizás sea la ilusión infantil que dejó ver hace unos días. Sin pena alguna y con el mayor de los desenfados —tal y como actúan los infantes— uno que busca ser candidato a la Presidencia de la República. Con una sinceridad que permitió medir su edad mental, declaró que había pedido a Santaclós la candidatura de su partido a la Presidencia de la República, y a Los Reyes Magos el triunfo electoral para serlo.
Si el uno y los tres concedieren al “niñito precandidato” los regalos solicitados, bien podríamos ahorrarnos miles de millones de pesos por la obligada cancelación de las precampañas y campañas para definir candidatos, y luego elegir al próximo Presidente.
Creo que todos estarán de acuerdo conmigo —dado el poder de Santa y el de Los Reyes— que “el niñito precandidato” tendría aseguradas ambas cosas si hubiera cumplido —como lo establece la vieja regla— con las condiciones que aquellos exigen a quienes les piden regalos: Buen comportamiento durante el año, excelentes calificaciones y resultados dignos de ser premiados.
Sin embargo, dado lo alcanzado por “el niñito” y la magnitud de lo solicitado, pienso que le convendría buscar a un clon de Santa para ver si él “le trae la candidatura”; en cuanto a la Presidencia de la República, imposible, es mucho regalo para tan poco “niñito”.
¿Qué queda entonces? A nosotros, gastar los miles de millones de pesos proyectados y al niñito, buscar en alguna juguetería lo que pidió a Santa y Los Reyes pues ante su desempeño y logros, nada le trajo el primero y los segundos, según sé, harán lo mismo.
Pobre niñito, tantas ilusiones que se hizo.
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