Por razones que no viene al caso comentar, me ha tocado pasar estos días fuera del país; en la República Popular China y Polonia, y en las hoy extintas República Democrática Alemana y Yugoslavia. Otros años, en países más cercanos a nuestra cultura y tradiciones.
También, por razones que quizás algún día comentemos usted y yo, me tocó pasar cuatro navidades en Lecumberri, y algunas más en zonas perdidas de la geografía mexicana antes de ser capturado y puesto, dijeron, a buen recaudo en el Palacio Negro durante tres años, diez meses y cuatro días.
Menciono lo anterior, sólo para decirle que en esto de navidades y fiestas de año nuevo, algo he visto; de las experiencias vividas, quiero compartir con usted algunas conclusiones. Una de éstas, la que más me ha sorprendido a lo largo de los años no obstante la globalización y el correspondiente e inevitable proceso de transculturación, es nuestro desconocimiento de “la cultura navideña” de otras sociedades.
¿Cómo celebran en otras latitudes —cuya cultura y tradiciones difieren o coinciden con las nuestras—? ¿Son “tan regaladores” y “fiesteros” como nosotros? ¿Son, como acostumbramos aquí por estas fechas, inclinados a “desear lo mejor” al que apenas conocemos? ¿En otras sociedades, como aquí, se sienten obligados a ponerle buena cara al que durante todo el año se la han “mentado”? En pocas palabras, fuera de aquí y al margen de las diferencias, ¿son igual de falsos que nosotros?
Creo que la respuesta, es no; si bien hay —al menos en los países que nos son cercanos por historia y cultura— cierta predisposición “a perdonar” las ofensas y ser amables, ésta no se traduce en la obligación de regalar o compartir con el ajeno la festividad tradicional de la Nochebuena.
Son, para decirlo claro, más fríos que nosotros en esto de expresar parabienes y fórmulas de cortesía, que en estas fechas tenemos a flor de labio; son, asimismo, en materia de regalos, más cuidadosos y de darlos, éstos casi siempre van a los cercanos —parientes o muy amigos— más que a los simples conocidos.
Diría pues, que su comportamiento por estas fechas, está muy cerca del que practican el resto del año; su conducta, estos días, si bien más amables y a veces con cierta efusividad, no se desbocan en expresiones de buenos deseos como es nuestro caso.
Por otra parte, la conducta durante estos días en al menos un país cuya historia y cultura se encontraba a años luz de la nuestra —hablo de la República Popular China de 1969-70—, era la misma que el resto del año. Sus celebraciones relacionadas con “el nuevo año”, nada tienen que ver con el que para nosotros es el “Año Nuevo” que llega, como usted sabe, el 1 de enero.
Al final, creo que lo que nos distingue, es nuestra irresponsabilidad en materia de gastar lo que no tenemos, regalar sin tomar en cuenta nuestras capacidades reales y “desear lo mejor”, incluso a quien no conocemos. Dudo que esto “tan nuestro”, cambie en el corto plazo; aún en la debacle que posiblemente nos lleve a muchos a la ruina peor que en el ‘94, seguiríamos “regalando”.
Acepto que no tengo derecho alguno, siquiera para esperar que usted se hubiera medido y sido prudente en esto de gastar; lejos estoy de pretender imponerle una conducta que le habría permitido ahorrar algo para enfrentar —con cierta tranquilidad— las primeras semanas de 2012.
Por ello, mejor le pregunto, ¿ya compró todos los regalos que piensa hacer? Si no lo ha hecho, ¡apúrese! Le queda poco tiempo.
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