diciembre 27, 2011

SE ACABÓ EL 2011

En cuatro días más terminará otro año que transcurrió vertiginosamente, encadenándose hecho tras hecho, acontecimiento tras acontecimiento, para dar como resultado otros 365 días en los que muchas cosas acontecieron en el país, pero muchas otras no sucedieron. Y son las que a nivel político y social millones de mexicanos estuvimos esperando que ocurrieran.
Los grandes pendientes del año que se va tienen que ver, primero, con la convivencia entre nosotros; se profundizaron los problemas derivados de la violencia y fuimos incapaces de lograr una disminución en las ejecuciones, incidentes y enfrentamientos que se desencadenaron en varias regiones del país. Es muy probable que este año termine muy cerca de los 15 mil muertos que se registraron en 2010.
Asimismo, los problemas sociales se recrudecieron con el aumento en la desigualdad. Si tomamos en cuenta el último estudio dado a conocer el 6 de diciembre por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de la cual México forma parte, las diferencias entre ricos y pobres alcanzaron su nivel más alto, con ingresos hasta 26 veces superiores para e 10% de la población respecto a 10% del sector más pobre de la sociedad mexicana. En su reporte: Divididos resistimos: ¿por qué sigue aumentando la desigualdad?, el organismo revela que el ingreso promedio de 10% de los hogares mexicanos más ricos fue de 228 mil 900 pesos en 2008, casi 26 veces mayor al registrado en hogares con menos ingresos, que en promedio captaron ocho mil 700 pesos mensuales. En los últimos 25 años, los ingresos reales de los hogares en nuestro país crecieron 1.7% para la población más rica y sólo 0.8% para la más pobre.
Mucha de la responsabilidad la tuvo, también, la clase política. Reformas a medias o, de plano, ningún avance en temas como el laboral. Se respira una parálisis que en nada abona a un clima de distensión política que seguramente se verá más nebuloso con motivo del proceso electoral federal del año por venir. Cada grupo o partido está cuidando su poco o reducido capital político y nadie quiere arriesgar mucho para no trastabillar como ya lo ha hecho uno que otro precandidato a la Presidencia. Así que no esperemos mucho los mexicanos para los próximos meses.
Y ahí viene el “bombardeo” de partidos y candidatos a través de los medios electrónicos, después de ríspidas negociaciones para tratar de evitar cambios en las “reglas del juego” entre concesionarios de la Radio y la Televisión y los consejeros electorales con miras a la difusión de propaganda en un año que será eminentemente electoral. ¿En cuánto contribuirán los más de 40 millones de spots transmitidos, a alejar a los ciudadanos de las urnas, desencantados por la situación en la que viven? Los resultados los veremos el domingo primero de julio del próximo año.
No hay más que decir; 2011 fue un año en el que comenzó el “aterrizaje” del actual sexenio. No queda más que esperar a que con las 12 campanadas del próximo sábado dé inicio un año que será crucial para nuestro futuro democrático como nación, pero también para dar un cambio de rumbo que nos “dibuje” sobre el horizonte cielos más claros para poder resolver los pendientes que se acumularon en este año que se va. De cualquier manera, amable lector, le deseo un año pleno de salud y trabajo y, sobre todo, de mucha esperanza, que tanta falta nos va a hacer.

BUENOS REGALOS, MALOS REGALOS... Y ALGO MAS.

Por razones que no viene al caso comentar, me ha tocado pasar estos días fuera del país; en la República Popular China y Polonia, y en las hoy extintas República Democrática Alemana y Yugoslavia. Otros años, en países más cercanos a nuestra cultura y tradiciones.
También, por razones que quizás algún día comentemos usted y yo, me tocó pasar cuatro navidades en Lecumberri, y algunas más en zonas perdidas de la geografía mexicana antes de ser capturado y puesto, dijeron, a buen recaudo en el Palacio Negro durante tres años, diez meses y cuatro días.
Menciono lo anterior, sólo para decirle que en esto de navidades y fiestas de año nuevo, algo he visto; de las experiencias vividas, quiero compartir con usted algunas conclusiones. Una de éstas, la que más me ha sorprendido a lo largo de los años no obstante la globalización y el correspondiente e inevitable proceso de transculturación, es nuestro desconocimiento de “la cultura navideña” de otras sociedades.
¿Cómo celebran en otras latitudes —cuya cultura y tradiciones difieren o coinciden con las nuestras—? ¿Son “tan regaladores” y “fiesteros” como nosotros? ¿Son, como acostumbramos aquí por estas fechas, inclinados a “desear lo mejor” al que apenas conocemos? ¿En otras sociedades, como aquí, se sienten obligados a ponerle buena cara al que durante todo el año se la han “mentado”? En pocas palabras, fuera de aquí y al margen de las diferencias, ¿son igual de falsos que nosotros?
Creo que la respuesta, es no; si bien hay —al menos en los países que nos son cercanos por historia y cultura— cierta predisposición “a perdonar” las ofensas y ser amables, ésta no se traduce en la obligación de regalar o compartir con el ajeno la festividad tradicional de la Nochebuena.
Son, para decirlo claro, más fríos que nosotros en esto de expresar parabienes y fórmulas de cortesía, que en estas fechas tenemos a flor de labio; son, asimismo, en materia de regalos, más cuidadosos y de darlos, éstos casi siempre van a los cercanos —parientes o muy amigos— más que a los simples conocidos.
Diría pues, que su comportamiento por estas fechas, está muy cerca del que practican el resto del año; su conducta, estos días, si bien más amables y a veces con cierta efusividad, no se desbocan en expresiones de buenos deseos como es nuestro caso.
Por otra parte, la conducta durante estos días en al menos un país cuya historia y cultura se encontraba a años luz de la nuestra —hablo de la República Popular China de 1969-70—, era la misma que el resto del año. Sus celebraciones relacionadas con “el nuevo año”, nada tienen que ver con el que para nosotros es el “Año Nuevo” que llega, como usted sabe, el 1 de enero.
Al final, creo que lo que nos distingue, es nuestra irresponsabilidad en materia de gastar lo que no tenemos, regalar sin tomar en cuenta nuestras capacidades reales y “desear lo mejor”, incluso a quien no conocemos. Dudo que esto “tan nuestro”, cambie en el corto plazo; aún en la debacle que posiblemente nos lleve a muchos a la ruina peor que en el ‘94, seguiríamos “regalando”.
Acepto que no tengo derecho alguno, siquiera para esperar que usted se hubiera medido y sido prudente en esto de gastar; lejos estoy de pretender imponerle una conducta que le habría permitido ahorrar algo para enfrentar —con cierta tranquilidad— las primeras semanas de 2012.
Por ello, mejor le pregunto, ¿ya compró todos los regalos que piensa hacer? Si no lo ha hecho, ¡apúrese! Le queda poco tiempo.

¿Y NOSOTROS?

Pues sí, las cosas siguen complicándose; esto, sólo viene a confirmar que el fin del 2011 será difícil como pocos lo que impactará, sin duda, no sólo el principio del 2012 sino el año completo.
Los indicios son cada vez más claros; no es solamente lo que nos dice Banco de México de la situación europea y sus posibles repercusiones junto con el nuevo foco de tensión por el fallecimiento del hijo de Kim Il-sung y la llegada al poder de su nieto, sino porque las cosas parecen renuentes —no obstante los intentos de las partes involucradas— a retomar la senda que podría llevarnos, en dos o tres años, de vuelta al crecimiento.
Las medidas que en España Rajoy se niega a precisar, más por estrategia política que por falta de decisión y claridad, ayudarán —sin duda— a complicar la ya complicada situación de la economía española debido a la errática conducción del inepto de Rodríguez.
Hoy, prácticamente no hay región o país en el mundo que no enfrente problemas en sus fundamentos estructurales; las razones y orígenes pueden ser diversos pero, los efectos son similares: No hay condiciones para estimar un crecimiento sostenido que enderece el barco en poco tiempo.
En consecuencia, lo que deberemos enfrentar los siguientes dos años será, por decir lo menos, volatilidad e incertidumbre en lo económico con repercusiones inevitables, en no pocos países, en la esfera política.
Esto, no es algo difícil de concluir dado lo visto estos últimos meses; podría decir que es, para simplificar las cosas, algo obvio, evidente. Además, en muchos países esto se entiende sin mucho esfuerzo y sus políticos y gobernantes actúan en consecuencia; no se enfrascan en discusiones baladíes, desechan los temas secundarios y se concentran en lo sustancial y trascendente.
Ante lo que ven venir, plantean reformas estructurales imperativas o ponen al día lo que no responde a las nuevas condiciones creadas por la crisis y sus efectos. Están, en pocas palabras, con la mira puesta en el futuro y se preparan, concienzudamente, para cuando las economías regresen a la senda del crecimiento sostenido.
Al mismo tiempo que no pocos países hacen esto último, otro grupo —no menor— camina en la dirección opuesta; mientras que aquellos ven hacia el futuro, los otros permanecen anclados en el pasado. Hoy, incluso regiones que habían estado sustraídas al cambio y el crecimiento económico por años, participan con optimismo y avanzan en la construcción de un mejor futuro. África sería un claro ejemplo de esto último, y buena parte de América Latina, de lo otro.
Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Argentina y México, caminan a contrapelo de la historia; en vez de hacer lo posible por construir el futuro, viven obsesionados en darle su retoque al antepasado en el que se han debatido por decenios.
La politiquería barata nos seduce, y ocupa; a ella dedicamos nuestros esfuerzos y nos enfrascamos en querellas menores como si en su desenlace nos fuera la vida. Lo menor y el pasado, son lo nuestro; los grandes problemas y la construcción del futuro, nos son ajenos.
Nunca como ahora, esta conducta nos acarreará efectos negativos sumamente costosos; la política del monedero y saber el precio del kilogramo de tortilla, motiva a buena parte de nuestros políticos. Pequeños éstos, no es de extrañar que sus propuestas también lo sean.
Lo único que da confianza, es que serán derrotados en toda la línea; lo verá en julio de 2012.

DEL MAL 2011 Y LO QUE SE AVECINA EN EL 2012

Pocos finales de año como éste, y pocos principios como el del que viene; el año que está a punto de terminar, lo deberemos agregar en la cuenta de los desperdiciados y a cómo se ven las cosas, el siguiente también será un año perdido.
¿Cuántos años más seguiremos desperdiciando? ¿Qué tanto más podremos estirar la liga en esto de negarnos a realizar los cambios, que de urgentes han pasado a ser de vida o muerte? ¿Cuánto más, antes de que esto se atasque?
Estos dos párrafos, que podrían haber sido pensados para describir la situación actual de México, describen lo que está pasando en buena parte de Europa, en cierta medida también en Estados Unidos y por supuesto, en dos o tres países de América Latina donde México, eso sí, encabeza a este último grupo.
No obstante los diversos y onerosos intentos realizados por regresar las economías a la senda del crecimiento, las cosas no salen como se proyecta; esto se explica, en buena parte, porque la profundidad de los problemas estructurales en países cuyo peso específico en la arena internacional es clave para el crecimiento del resto de las economías, no ha querido ser enfrentada con seriedad y la obligada voluntad política para poner en práctica las medidas correctas.
Los gobernantes y políticos de muchos países —desde hace años—, han preferido aplicar “cataplasmas” expresados en inyecciones de liquidez casi ilimitadas que de nada han servido, antes que la cirugía.
Esta conducta, además de pretender negar lo evidente, es apoyada por buena parte de la población en cada país; lo hace, porque tampoco quiere que las cosas cambien. Sabe, son pícaros no tarugos, que perderían buena parte de los privilegios recibidos por años los cuales, son causa de la grave situación que enfrentan.
Los cambios que se fueron gestando en algunos países desde fines de los años sesenta, y desde mediados de los ochenta en otros, explican en buena parte la situación que enfrentan hoy no pocos países europeos.
La caída de la productividad y por ende, la capacidad de ser competitivos frente a lo que aquellos países estaban logrando mediante reformas estructurales profundas y sin los altos costos sociales de los países europeos y algunos latinoamericanos, llevó a la carencia casi total de sustentabilidad financiera de buena parte de los paquetes de “beneficios” que eran, al final del día, privilegios e  inviables desde la perspectiva de unas finanzas públicas sanas.
Hoy, la situación se complica cada día más; la incertidumbre es regla y el jarabito de agradable sabor que se aplica —en sustituto de la amarga medicina “que hace llorar” como lo atestiguó la ministra Fornero en Italia hace días—, no le restituye la salud al enfermo. ¿Cuánto más aguantaremos así? ¿Cuánto más sin enfrentar la realidad de la penosa y larga enfermedad que cual metástasis, invade el cuerpo débil de decenas de economías?
Ante esta realidad, sólo donde la marca de la casa es la frivolidad e irresponsabilidad propia del político pequeño, se cae en el triunfalismo sin sustento. En México, aquí y ahora, es tal la pérdida de contacto con la realidad que el triunfalismo que ayer se circunscribía al país, nuestro gobernante pretende extenderlo al resto del G-20.
Desechemos tal locura, y preparémonos para lo que podría ser el peor año del decenio de un siglo, que por decir lo menos, luce sombrío. Lo de aquél, ilusiones vanas ante la derrota que se le viene encima, y lo aplastará.

NI SANTA, NI LOS REYES...

Una de las muchas conclusiones que es posible extraer, después de analizar detenida y concienzudamente el comportamiento y los dichos de no pocos de nuestros políticos, es que por encima de los años de edad que estos tienen siempre sale a flote el niño que son; de esta manera, siempre nos dejan ver —la exhiben con una claridad sorprendente— la edad mental que tienen. 
La ilusión infantil que los domina y acompaña desde sus primeros años de vida, la expresan en propuestas de cambios casi idílicos sin ocuparse —aun cuando fuere de manera general e incompleta— en mencionar los cómos que deberían ser —en un político adulto, mentalmente hablando— algo obligado.
Es propia, esta conducta, de esos años infantiles durante los cuales no tenemos la menor idea y consciencia de lo que significa proponer algo, y luego concretarlo. En esos años, los de la edad temprana, simplemente anhelamos algo y lo decimos como simple reflejo de la inmadurez propia de la misma; ésta, simplemente nos hace decir lo que queremos, quizá con la idea de que de manera casi mágica se concretará.
Lo peor de esta ingenuidad e inmadurez presente en el discurso de algunos de nuestros políticos, es que millones de adultos —en años de vida mas no en edad mental— les creen a pie juntillas. Están ambos —el niñito prometedor y los viejos crédulos— hechos el uno para los otros. Además, este comportamiento infantil de los pocos y la credulidad de los muchos, no es nuevo en el mundo de la política; aquí y allá, unos “niñitos” prometen todo y muchos “la compran todita”.
Lo nuevo aquí y ahora —en el proceso electoral que recién dio principio— quizás sea la ilusión infantil que dejó ver hace unos días. Sin pena alguna y con el mayor de los desenfados —tal y como actúan los infantes— uno que busca ser candidato a la Presidencia de la República. Con una sinceridad que permitió medir su edad mental, declaró que había pedido a Santaclós la candidatura de su partido a la Presidencia de la República, y a Los Reyes Magos el triunfo electoral para serlo.
Si el uno y los tres concedieren al “niñito precandidato” los regalos solicitados, bien podríamos ahorrarnos miles de millones de pesos por la obligada cancelación de las precampañas y campañas para definir candidatos, y luego elegir al próximo Presidente.
Creo que todos estarán de acuerdo conmigo —dado el poder de Santa y el de Los Reyes— que “el niñito precandidato” tendría aseguradas ambas cosas si hubiera cumplido —como lo establece la vieja regla— con las condiciones que aquellos exigen a quienes les piden regalos: Buen comportamiento durante el año, excelentes calificaciones y resultados dignos de ser premiados.
Sin embargo, dado lo alcanzado por “el niñito” y la magnitud de lo solicitado, pienso que le convendría buscar a un clon de Santa para ver si él “le trae la candidatura”; en cuanto a la Presidencia de la República, imposible, es mucho regalo para tan poco “niñito”.
¿Qué queda entonces? A nosotros, gastar los miles de millones de pesos proyectados y al niñito, buscar en alguna juguetería lo que pidió a Santa y Los Reyes pues ante su desempeño y logros, nada le trajo el primero y los segundos, según sé, harán lo mismo.
Pobre niñito, tantas ilusiones que se hizo.