febrero 07, 2011

MITOS FISCALES

La propuesta de reforma fiscal planteada por los senadores del PRI, Manlio Fabio Beltrones y Francisco Labastida, ha desatado reacciones que, una vez más, reflejan la mezquindad e irresponsabilidad de nuestra vida política. Antes de una valoración seria del trabajo realizado por los legisladores y un grupo de expertos de reconocido prestigio, aparecieron las evasivas clásicas de la retórica populista y las descalificaciones a priori de las nuevas generaciones de la tecnocracia. Antes de proponer un debate con argumentos, fundado en la racionalidad, los detractores dieron entrada a los fantasmas, mitos y verdades a medias que, como una maldición, gravitan desde hace años sobre cualquier esfuerzo encaminado a diseñar y acordar los mejores términos para un sistema fiscal eficiente y competitivo que, además, incentive la formalidad. Ideas que el PAN impulsó en el pasado reciente son desechadas por los panistas. Ideas que sugieren nuevas actitudes en el PRI son desdeñadas por otros priistas. Así no es posible avanzar.

En septiembre pasado hice referencia en este espacio al estancamiento, ya endémico, del país, cuyo crecimiento promedio anual en los últimos 30 años ha sido del 2.1 %, así como a nuestro bajísimo nivel de recaudación, apenas equivalente al 11 por ciento del PIB, el más bajo de las llamadas economías emergentes. No cabe evadir estos datos duros. Es evidente que en estas condiciones México no logrará la inversión pública y el crecimiento necesarios para superar los grandes rezagos acumulados y construir las oportunidades de desarrollo y bienestar para las siguientes generaciones.

Generalizar y reducir el IVA a 12%, con la excepción de una canasta básica de alimentos y medicamentos; incentivar la formalidad económica con un gravamen mayor para quienes se mantengan en la informalidad; suprimir regímenes especiales y exenciones; simplificar el sistema con la fusión de ISR y IETU; y establecer tasas más competitivas de ISR para fomentar la inversión y el crecimiento, manteniendo la gradualidad en su aplicación bajo un criterio progresivo, son planteamientos que apuntan en el sentido correcto. Sobran evidencias de los buenos resultados obtenidos en otros países con sistemas fiscales basados en estos componentes.

La propuesta seguramente puede ser enriquecida y mejorada. Pero la discusión no debe posponerse más. Bajo el discurso negligente de los detractores está claro que nunca llegará “el momento” para una reforma fiscal estructural que permita una mayor recaudación. Es inadmisible que los responsables de tomar las decisiones sigan flotando, sobre cálculos e intereses políticos de corto plazo, mientras la posibilidad de un mejor futuro para los mexicanos es devorada por el fantasma del IVA y otros mitos fiscales.

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