febrero 09, 2010

CIDADE DE DEUS, MÉXICO.

Le prometí a mi amigo Raúl que no volvería a tocar el tema, pero ¡que diablos!, es lo único de lo que hay para hablar. Así que trataré de hacerlo de una manera literaria, ¿les parece?

Escrita por Paolo Lins y transformada en película por Fernando Meirelles, Cidade de Deus es una de las investigaciones sociológicas más completas, escrita en forma de novela, sobre el infierno que suele generar el círculo vicioso de marginación, violencia, delincuencia y crimen organizado.

Basada en la realidad de una de las más de 500 favelas que existen en Río de Janeiro, donde la regla para sobrevivir es matar, donde la pandilla sustituye a la familia, los picaderos a los centros de salud, el reformatorio de menores a la escuela, los cárteles de drogas a los centros laborales y el capo del barrio a la autoridad formal, Ciudad de Dios parece filmada en la zona poniente de Ciudad Juárez, centro urbano que en tres años pasó de ser un modelo y referente geográfico de la guerra oficial contra el crimen al Waterloo de una estrategia basada en enfoques exclusivamente militares y excesivamente policiales.

Algo pasó la última semana en Los Pinos, al igual que en el gobierno de Chihuahua, que de manera súbita se ha presentado un cambio de 180 grados en el tratamiento y en las estrategias contra la inseguridad seguidas por ambas autoridades, corresponsables junto con el municipio de lo que acontece en esa ciudad histórica y heroica en más de un sentido.

Tal vez haya sido la matanza de 16 jóvenes en la colonia Villas de Salvárcar, que dio la vuelta al mundo presentando una ciudad con más violencia y crueldad que Afganistán, al tiempo que autoridades federales y estatales la justificaban con el burocrático argumento: “fue un pleito entre pandillas”, o el clásico lavatorio de manos: “fue un ajuste de cuentas”. Tal vez sea el estímulo perverso de la próxima elección local del 4 de julio, en una entidad pionera de la alternancia en el poder y donde un sistema bipartidista de facto ha fracasado notablemente en dar a la democracia un sentido más allá de lo electoral y la ha vaciado de su contenido social, económico y cultural. No importa el motivo en esta ocasión. El hecho es que la situación límite de nuestra ciudad de Dios ha motivado un cambio en la estrategia y ello merece, no el aplauso ni el reconocimiento anticipado como lo demandan los corifeos del gobierno, pero sí el beneficio de la duda.

El gobierno de Chihuahua anuncia el traslado físico e indefinido de los poderes locales a Ciudad Juárez. Habla bien de la audacia y la voluntad del gobernador. Sin embargo, en sentido estricto, es un rescate de los poderes del Estado, porque éstos hace tiempo que fueron trasladados del gobierno constitucional a las mafias del crimen, en un proceso típico de los Estados fallidos, mafias a las que ahora habrá que expropiar especialmente uno de esos poderes: el monopolio de la violencia legítima, para después avanzar en la extinción del dominio económico y en la eliminación de sus raíces sociales.

El gobierno federal, por su parte, anuncia que las operaciones contra el crimen estarán acompañadas de planes de rescate social y reactivación económica entre la población vulnerable, especialmente los jóvenes. Habla bien de su capacidad de escuchar, pero ojalá sea acompañada de una capacidad de operación efectiva y eficaz. Se trata, nada más y nada menos, de promover en unos cuantos años el desarrollo económico, social, judicial, educativo, urbanístico y cultural que se abandonó durante décadas, por abrazar un modelo económico excluyente, al que le sobran más de 55 millones de mexicanos, especialmente jóvenes.

Se habla del esquema colombiano de rescate integral de espacios sociales urbanos. Medellín, Cali y Bogotá. Sin embargo, en Brasil, Lula da Silva, a partir de un esquema diseñado por el PT, también está aplicando planes integrales de rescate de favelas desde 2007. “Cuando llegamos a rescatar una favela, junto al saneamiento policial básico, llega también una escuela, un área de ocio, un centro de cultura, junto a eso va a producirse una mejoría en la seguridad pública en aquel barrio. Es una novedad que compromete a la comunidad y a los gobernantes”, explicó Lula precisamente al anunciar su proyecto Cantera de Obras en el barrio que inspiró la película de Meirelles.

Sin embargo, el rescate de Juárez será incompleto si no se despliega un esfuerzo similar en la contraparte estadunidense, El Paso, Texas. Allí se consume, allí se paga y financia, allí se venden las armas, allí radican las pandillas binacionales, como Los Aztecas, y allí se lavan, planchan y almidonan las ganancias de lo ilícito.

Transformar el infierno de nuestras ciudades mexicanas de Dios, como Juárez, no es tarea fácil ni rápida. Algunas medidas requieren de una o dos generaciones, como la educación y la restitución del tejido social. Precisamente por ello es urgente emprender desde ahora el viraje en la estrategia de seguridad y combate al crimen… Aunque sea por motivos de la próxima elección.

Pero y ¿Usted que opina?

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