
¿Qué pretende Calderón si ve las alianzas como un mal necesario y dice tolerarlas, cuando sabemos que es el artífice? Trata de anular a uno de sus principales oponentes, a Obrador, quien ordena no más acuerdos con el PAN, "traidor el que se alíe". Quizá, sea una medida para eliminar de paso a su rival inmediato, Marcelo Ebrard, y dividir más al PRD. En cualquier caso, el ganador es el PRI, pues le conviene que el PRD se fragmente, lo que es un hecho y entre en pugna con el PAN.
Lo más visible es que la del PAN y el PRD sigue siendo una pésima alianza. Nada los une salvo el odio por el PRI. No deja de ser curioso que en las coaliciones hayan ganado con caciques ex priistas. A pesar del intercambio de exabruptos (proseguido por legisladores y militantes), es seguro que las alianzas continúen, cuando menos la que intentará derrotar al PRI de Peña Nieto. En otras luchas, irán cado uno por su lado y los hoy hermanos terminarán enfrentándose. Feroz en sus reacciones, hipócrita al calificarse como dichoso, López Obrador dice que el PRD ha perdido la memoria, y retoma la guerra contra Calderón, apoyado por el PT, Convergencia y medio PRD. Lo que aprobó en Oaxaca, en el Estado de México le parece inadmisible. Concluye señalando a Calderón como parte de la mafia que le robó la presidencia. Relaciones peligrosas, las del PAN y el PRD, sus actitudes dañan aun más a la política nacional tan urgida de grandes figuras y acuerdos en beneficio de la sociedad.
El choque entre los dos políticos, es una muestra más de que el sistema no va por buen camino. El deber de los mejores mexicanos y de la sociedad civil, es evitar estas confrontaciones inútiles y apresurar al gobierno y a los poderes restantes a sentarse ante una mesa a conversar civilizadamente sobre el futuro de México. Bien vistas las cosas, tanto Obrador como Calderón son un peligro de diferente estilo para México. Es decir, ambos tienen razón.