agosto 02, 2009

DOPAJE LABORAL EN MÉXICO.


Otra de las imprevisibles consecuencias de la actual crisis económica es el uso y abuso de estimulantes por parte de los trabajadores. Este hecho es provocado por el miedo constante al despido en el que se encuentran sumidos muchos empleados, que creen que si aumentan su rendimiento se librarán si se prescinde de más personal en un futuro próximo.

Según un estudio realizado por ABC Negocios, los trabajadores de toda Latinoamérica recurren cada vez más a menudo no sólo a los estimulantes sino también a las pastillas para hacer frente al creciente nivel de estrés, lo que tiene consecuencias fatales para la salud. Aunque su uso también está extendido en épocas de bonanza, la situación se ha agravado en los últimos meses.

La Dra. Tatiana Vidal Trueba, declara “el ‘dopaje’ en el puesto de trabajo y la decisión de muchos trabajadores de ocultar y disimular enfermedades para no solicitar una baja pueden tener consecuencias muy negativas para las propias empresas y los sistemas sociales”.

“La respuesta a la crisis no puede ser más trabajo y mayor presión laboral“, concluye la doctora, que asegura que “el temor a la pérdida del empleo hace que muchos trabajadores acudan enfermos a su puesto de trabajo“.

De acuerdo al estudio elaborado por ABC Negocios, las unidades del sector salud han reconocido que este temor ha hecho descender las solicitudes de bajas laborales por enfermedad. Mientras hace unos años superaban el 9%, actualmente apenas rebasan el 4%.

Agradezco infinitamente a la Dra. Tatiana por su amable colaboración con este blog y mi reconocimiento a ABC Negocios por su destacada participación en el desarrollo de estudios de mercado.

agosto 01, 2009

LAS CRONICAS DE MÉXICO: EL CATARRITO, LA INFLUENZA Y LA ECONOMÍA DE UN PAIS TERCERMUNDISTA.


Pocas cosas han sido tan comentadas, cotorreadas, caricaturizadas como la gripita de Carstens que se convirtió en influenza. En un país serio el ministro de Hacienda habría renunciado, si no por la falla terrible en el pronóstico sí por lo malo del chiste. Hace un año, quien lleva las riendas de la economía del país y quien emite la información con base en la cual se toman las decisiones económicas sostenía que el decrecimiento económico estaría entre 0 y 1 por ciento, caeríamos un punto porcentual como mucho. Para un país con varios años acumulados de crecimiento lento era gravísimo, era una gripita en un cuerpo debilitado.

Apenas doce meses después, la discusión es si la caída de la economía será poquito menos o poquito más que la de 1995, es decir si será el peor desplome económico de la historia reciente de México. Pero no sólo eso, los secretarios de Hacienda y de Economía nos propusieron una serie de medidas anticrisis que no podemos decir que no funcionaron porque ni siquiera fueron capaces de echarlas a andar. (Del lenguaje eufemístico de los tecnócratas ni hablemos: los políticos en edad de merecer no pueden hablar de crisis, por lo tanto las políticas son “anticíclicas”; no pueden hablar de decrecimiento o recesión, por lo tanto hablan de crecimiento negativo; no pueden hablar de recorte, son sólo ajustes).

A pesar de la gravedad del asunto, de lo pésimo del diagnóstico y de la incapacidad para operar programas que ayudaran en la crisis, los dos siguen ahí. Y no es poner en duda la capacidad personal de cada uno de ellos (ambos personajes deben rondar entre inteligentes y brillantes), sino el resultado de su trabajo. Dicen, con seguridad pasmosa, que lo peor de la crisis ya pasó, porque la economía decrecerá menos en la segunda parte del año que en el primer semestre, pero para los mortales, para los que una gripa puede ser causa de defunción, lo peor está por venir. La explicación es muy sencilla: no habrá reactivación económica y los efectos de las crisis son acumulativos: las deudas crecen, el déficit alimentario se acumula, el estrés termina carcomiendo la salud, etcétera. Dicho de otra manera, el momento más difícil del ahogado no es cuando llega al fondo, sino cuando las fuerzas y el oxígeno no le dan para regresar a la superficie.

Las crónicas de la tragedia económica se repiten en todos los rincones del país. En las ciudades la dinámica económica es de tal magnitud que por momentos cuesta trabajo ver los efectos de la crisis a simple vista. Más aún para un secretario, para quien la crisis son números acumulados: menos seis o menos cinco no significa otra cosa que estar más cerca o lejos de una meta. Pero en las pequeñas poblaciones del país o en el campo la crisis y sus efectos se notan con mucha mayor claridad.

Hace un año sabíamos que entraríamos en crisis y no hicimos nada; hace nueve meses el Presidente anunció un programa anticíclico y pidió a los secretarios que se prepararan para ejercer con velocidad y sin trabas el presupuesto; no pasó nada. Llevamos seis meses cayendo a una velocidad insospechada y no hacemos nada. Si no hacemos algo para salir rápido de la crisis y comenzar a crecer, los efectos para las familias mexicanas serán devastadores, mucho peores que los de 95. Al paso que vamos tardaremos seis años para recuperar el ingreso per cápita perdido por este “ciclo recesivo”. Así de sencillo, si las cosas no empeoran, en 2014 los mexicanos tendremos el ingreso que tuvimos en 2008. Para entonces miles de familias habrán perdido su patrimonio, sus posibilidades de desarrollo y, en muchos casos, su tranquilidad.

Hay que dejarnos de tonterías. La economía de México no crece ni crecerá lo que requiere el país mientras no tomemos medias serias. Estamos atrapados entre las taras ideológicas y los tabúes económicos de los partidos. Tenemos que definir, de una vez, si el modelo económico a seguir es el neoliberal, y entonces hagámoslo bien abriendo Pemex y realizando las reformas laborales pertinentes, o si vamos a optar por una economía proteccionista, con una política industrial seria, un Estado promotor y un déficit moderado pero que permita el crecimiento económico.


Qué Narnia, Harry Potter o el Señor de los Anillos, México es la mejor novela que alguien podría haber escrito y lo más interesante es que aún faltan páginas por escribir.